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PARTE II. DE LA CIENCIA FICCIÓN DE LA DÉCADA DE LOS 90 HASTA NUESTROS DÍAS: SOBRE EL SER PADRE COMO ESPEJO DEL SER HOMBRE.
PARTE II. DE LA CIENCIA FICCIÓN DE LA DÉCADA DE LOS 90 HASTA NUESTROS DÍAS: SOBRE EL SER PADRE COMO ESPEJO DEL SER HOMBRE.
A los tres grandes temas enunciados sobre la soledad del hombre, la década de los 90 desarrolló dos temas clave: los mundos virtuales (Desafío total (Paul Verhoeven, 1990), El cortador de cesped (The lawnmover man, Brett Leonard, 1992), Nivel 13 (Josef Ruznak, 1999) y Matrix (1999) son sus grandes exponentes) que, no obstante, y bajo esa versión de la virtualidad, siguen adaptándose a los modelos de la soledad del hombre, y en segundo lugar las películas de catástrofes que consolidó el modelo Spielberg, y que tuvo sus modelos hacia finales de los noventa en dos películas clave de catástrofes, ambas comentadas aquí en la entrada dedicada a la película The Dark, y que se tratan de Deep Impact (Mimi Leder, 1998) y Armageddon (Michael Bay, 1998) - (pulsar aquí para ver la entrada). Ambas, tras el trasfondo del impacto de meteoritos llamados "destructores" que acabarán con toda la vida sobre la Tierra, desarrollan temáticas de fondo en las que la relación entre hijos y padres es fundamental. Modelo que ha tenido su explosión y continuidad desde el 2000 en adelante.
I. EL CINE DE CATÁSTROFES DEL SIGLO XXI.
Siguiendo la línea de las dos películas de Parque Jurásico llegó, sin ser dirigida por Spielberg (pero si producida), ni basada en libro alguno de Michael Crichton, Parque Jurásico III (Jurasic Park III, Joe Johnston, 2001), que recupera de nuevo la figura del paleontólogo Allan Grant (Sam Neill) que, en esta ocasión, será contratado de forma manipulada por Paul (William H. Macy) y Amanda (Tea Leoni), una pareja de divorciados a la búsqueda de Eric (Trevor Morgan), su hijo perdido en la Isla Sorna tras sufrir un accidente con un amigo de la madre. Obviamente, al final de la aventura, en donde un terrible Spinosaurus, una banda de velociraptotes y un pajarero lleno de Pteradones serán el infierno de todos ellos, la familia se vuelve a unir. A pesar de ser la más floja y criticada de las tres aquí nos sigue interesando sobretodo por el personaje de Allan Grant, al que iremos mencionando a lo largo de la entrada.
Los protagonistas de Parque Jurásico III |
El día de mañana, 2004 |
El cuarto remake de la Invasión de los ladrones de cuerpos, Invasión (Oliver Hirschbiegel, 2007), parte de la relación un tanto absorbente entre Carol Bennel (Nicole Kidman), una psiquiatra-psicoterapeuta y su hijo Oliver (Jackson Bond) y, obviamente, con un padre ausente y divorciado, Tucker (Jeremy Northam), un investigador del CDC que investiga un accidente de la nave Columbia que es la transportadora de las esporas del espacio que duplican a los humanos mientras duermen. Tucker es uno de los primeros infectados, y tras promover desde su puesto la expansión de la invasión vuelve para reclamar tener a su hijo lo que le toca legalmente con el objetivo de duplicarlo. Carol contará con la ayuda de su amigo Ben (Daniel Craig) para evitar que Oliver y ella misma sufran la duplicación.
Invasion, 2007 |
Señales del futuro (Knowing, Alex Proyas, 2009), nos plantea la relación dificultuosa entre John Koestler (Nicolás Cage) y su hijo Caleb (Chadler Canterbury), cuya esposa y madre falleció. Atormentado, un tanto proclive al alcohol, pronto empieza a desvelar lo que se oculta tras la trama de la película: en esta ocasión el fin del mundo vendrá provocado por un desastre solar. La historia se mezcla con la de Diana, la madre de Abby, a quien el padre también abandonó. Ambos niños tienen la particularidad de oír unos susurros que nadie más puede oír. Esta característica les transforma en los "elegidos" a los que unos extraños personajes persiguen (una especie de alienigenas angélicos)...¿Elegidos para qué? Para continuar la especie en otro planeta... El final depara la partida de los niños, mientras que John vuelve con su familia de la que se había apartado, especialmente por la mala relación con su padre (un pastor de la iglesia protestante). Aquí el arca de Noé sólo admite niños que serán los futuros creadores de un nuevo mundo. Como en la historia bíblica, para que un mundo nuevo empiece el viejo debe morir.
Imagen final (jardín del edén) de Señales del futuro (2009) |
Este último esquema lo encontramos también en la película siguiente:
2012 (Rolan Emmerich, 2012). Nueva variante de Emmerich, especializado en películas de catástrofes, con el mismo esquema de padres divorciados con dos hijos. Jackson Curtis, interpretado por John Cusak, un padre "modelo Ray" (La guerra de los mundos, Spielberg), que mantiene una relación difícil sobretodo con el hijo (las hijas siempre son más benévolas con los padres); Kate (Amanda Peet), una madre sobreprotectora con una pareja, Gordon (Thomas McCarthy), que hace además de "buen padre"... Todo el transcurso de la catástrofe que cambiará la Tierra restituirá el papel de Jackson como padre que, además, contará con la "inestimable" muerte de Gordon, el "mediador evanescente". 2012 insiste en un tema característico de estas películas: el tema del arca de Noé. Un mensaje en el que impera que para que las cosas cambien lo que ya no puede continuar debe desaparecer.
2012 (Rolan Emmerich, 2012). Nueva variante de Emmerich, especializado en películas de catástrofes, con el mismo esquema de padres divorciados con dos hijos. Jackson Curtis, interpretado por John Cusak, un padre "modelo Ray" (La guerra de los mundos, Spielberg), que mantiene una relación difícil sobretodo con el hijo (las hijas siempre son más benévolas con los padres); Kate (Amanda Peet), una madre sobreprotectora con una pareja, Gordon (Thomas McCarthy), que hace además de "buen padre"... Todo el transcurso de la catástrofe que cambiará la Tierra restituirá el papel de Jackson como padre que, además, contará con la "inestimable" muerte de Gordon, el "mediador evanescente". 2012 insiste en un tema característico de estas películas: el tema del arca de Noé. Un mensaje en el que impera que para que las cosas cambien lo que ya no puede continuar debe desaparecer.
2012 |
Encontramos temáticas parecidas en Super 8 (J. J. Abrams, 2011), producida por Steven Spielberg, también en After Earth (M. N. Shyamalan, 2013) o en el remake de Ultimatum a la Tierra (The day the Earth Stood Still, Scott Derrikson, 2008).
Ultimatum a la Tierra, 2008 |
II. SOBRE LA CRISIS DE LA FUNCIÓN PATERNA: SOBRE EL SER PADRE Y EL SER HOMBRE.
Ray Ferrier, un padre a la fuga. |
En varias ocasiones en este blog ya hemos hablado sobre la función paterna (entradas como Solaris, Aflicción, Decálogo 4 o Hacia rutas salvajes tocaron ya el tema). Sin embargo, y para precisar de que hablamos cuando hablamos de "crisis" de la función paterna, realizaremos una visión lo más amplia posible del tema, porque yo creo que eso que hoy en día se llama "crisis de la función paterna" no es más que el desvelamiento de una larga crisis que, en todo caso, ha puesto mayormente de relieve lo que también podríamos llamar la labilidad de la estructura de la familia. En primer lugar me gustaría reflexionar sobre las siguientes palabras de la historiadora feminista Ivonne Knibhieler, cuando dice lo siguiente:
Lo que parece más nuevo en esta descripción del oficio de la paternidad es el movimiento perpetuo que caracteriza a nuestra cultura: todo evoluciona demasiado deprisa. El padre ya no puede ayudar a su hijo escolar porque los saberes y los métodos están en mutación continua; no puede imponerle un oficio, ni siquiera una moral, por razones análogas; y cómo los papeles masculino y femenino tienden a confundirse, no puede preparar a su hijo para una virilidad semejante a la suya. Aquí llegamos al corazón del problema: preguntarse cómo ser padre es también preguntarse cómo ser hombre» [2]
Veamos aquí un primer punto importante de referencia: "preguntarse cómo ser padre es también preguntarse como ser hombre". Si observamos la lista de padres-protagonistas de las películas citadas: Roy Neary (Encuentros en la tercera fase), Allan Grant (Parque Jurásico), Ian Malcom (Parque Jurásico II), Ray Ferrier (La guerra de los mundos), Henry Jones (Indiana Jones y la última cruzada), Jack Hall (El día de mañana), Jackson Curtis (2012), John Koestler (Señales del futuro) o las referencias a la ausencia de la figura paterna en ET, Inteligencia artificial, Invasión o Ultimatum a la Tierra, nos encontramos ante un panorama desolador. Dice Tomás Valentí acerca de Roy Neary:
No es casual que, desde el primer momento, Roy sea mostrado como alguien que se refugia en la fantasía para hacer frente a su mediocre realidad cotidiana: la formada por la rutina que se ha apoderado de su matrimonio con Ronnie, del cual han nacido tres hijos insoportables que, contraviniendo los deseos del padre, prefieren ir a un parque de atracciones que ir a ver la versión Disney de Pinocho... [3]
Roy Neary y su mundo familiar en Encuentros en la tercera fase. |
Podemos hacer ahora un ejercicio de imaginación y ver a, por ejemplo, Ray Ferrier, Jackson Curtis o John Koestler como el día después de Roy Neary sin poder ser, en sus casos, abducidos por los extraterrestres. En todos ellos observamos hombres con una profunda sensación de fracaso que se extiende, en consecuencia, a una relación con los hijos en los que la acusación de abandono, de "no estar" se hace obvia. Casos como los citados, a los que podemos añadir a Roy Neary, Ian Malcom, Jack Hall o Henry Jones, o el mismo Indiana Jones, se corresponden con lo que se llama "padres a la fuga", padres que deponen el ejercicio de su función:
La fuga de la función paterna está más cerca de la pérdida, de la evaporación o de la cultura líquida (Baumann, Zygmunt, 1999), y de los efectos de la fragilización de valores sólidos y permanentes (Lewkowicz, I., 2004). Más cerca del sentido de corrosión y deponer: porque a padre depuesto consumo impuesto. En tiempos de lo efímero, de la obsolescencia programada, de la lógica del flash, y por lo tanto de la pérdida de coherencia, se impone un estilo de vida disociado y disociativo, con los tiempos abruptos de la fuga maníaca. La palabra está en fuga, los adultos capaces de ejercer la autoridad están en fuga, los marcadores de fronteras o criterios de diferenciación [...]
La fuga de la función paterna, viene operando, en fin, a modo de fuga psicógena, en la cual hay pérdida de identidad, despojamiento del pasado y del futuro: todo es aquí y ahora, de cualquier modo, sin otras coordenadas más que la de los fenómenos confusionales. [4]
Finalmente tenemos al paleontólogo Allan Grant de Parque Jurásico, el hombre que no ejercerá como padre, como queda claro en Parque Jurásico III, donde su figura vuelve a ser protagonista. No deja de ser curioso como se inicia la película en este sentido: le vemos jugando con un muñeco de dinosaurio con un niño... Momentos más tarde Ellie Sattlet, la paleobotánica de Parque Jurásico I, aparece con un bebé en los brazos, para instantes después comprobar que son los hijos de Ellie con otro hombre. En todo caso, casi todos ellos se refugian en su mundo profesional (ideal para padres a la fuga o los que directamente no quieren acceder a la paternidad) o en una resignada desesperación vital (padres con sensación vital de fracaso).
- Sobre la función paterna.
Recordemos que tres son las operaciones básicas de la función paterna:
- Prohibición: que implica la resignación del deseo del niño por la madre.
- Separación: que implica el corte madre / hijo
- Tutelaje: partiendo de la ejecución de las otras dos operaciones, se inicia la función de guía y protección del padre.
Como sabemos las dos primeras son operaciones estructurales, están implícitas en la función paterna dentro de la estructura familiar, si bien para que esta se ejecute se necesita el reconocimiento materno del padre como ley. Una parte de la efectividad de estas operaciones, así como especialmente la de la tercera, estarán también en función de como el padre ejerza su paternaje, es decir, de aquello que se sitúa en lo personal y que está más allá de lo estructural. Más allá de las fallas estructurales que pueden complicar la función paterna, como, por ejemplo, el no reconocimiento materno del padre como ley, la crisis a la que nos referimos hace referencia al ejercicio de la paternidad o paternaje como hombre y que pone de relieve, como vamos a ver, que la crisis de la función paterna está íntimamente relacionada con precisamente qué significa "ser hombre". Son padres que como hombres eligen la confusión propia antes que intentar conocer-se y quizá tener que enfrentarse a la imagen con pies de barro que se han construido acerca de su masculinidad
Relación padre-hijo en After Earth (2013) |
- Crisis de la función paterna... ¿pero qué crisis?
Para comenzar, es fundamental señalar un factor clave, a mi entender poco analizado, y que marca la realidad psíquica de la vida de los hombres: la identidad masculina se configura en la necesidad de separarse/distanciarse de la madre, de todo lo vivenciado con ella en los primeros años de la vida y de lo que la madre, la mujer, se ha visto obligada a representar –la feminidad– que es connotada de modo devaluado y en oposición a la cual se configura la masculinidad, a la que se le adscribe una supuesta superioridad. [5]
Creo que esta es una reflexión importante para comprender que la crisis de la función paterna se refiere actualmente al rol que la mujer juega en la civilización occidental, y a la presión que la propia sociedad crea sobre los hijos. Desde un cierto punto de vista la función paterna probablemente siempre ha estado en crisis, probablemente también la función materna y por ende la propia estructura familiar, porque tanto la función paterna como la materna se fundamentan sobre lo que significa ser hombre o ser mujer. De la misma manera que Lacan dijo aquello de la pregunta histérica ¿qué es ser mujer, si no es ser madre?, parecería que podríamos tener un equivalente masculino que dice ¿qué es ser hombre, sino no ser padre? ¿Cómo si no entonces es que el padre se configura tanto con la ausencia y el abandono?
Curiosamente, en este sentido, la película Invasión nos da una ligera pista sobre este tema. Tucker, el padre ausente de Oliver se hace presente - como duplicado alienigena - como pura ausencia, vaciado de todo contenido. En cierta manera, el Tucker alienigena responde a la función paterna clásica, que no por clásica ha sido menos crítica y que el trabajo María Asunción González pone de manifiesto:
Tal precaria «construcción» (correspondiente al binomio fálicocastrada, que Freud señalara) va a suponer que la identidad masculina se configure de modo defensivo, en oposición a, y, por tanto, dominada por la negación de la dependencia, la fragilidad, la vulnerabilidad que representan los sentimientos más primitivos de todo ser humano y que se vivencian de modo más acusado en los primeros años de la vida. Etapa ésta en que la propia existencia, la satisfacción de las más elementales necesidades –emocionales y materiales–, están en completa dependencia del Otro, la Madre que, por tanto, representa el Poder absoluto (Vida y Muerte: Amor y Temor), poder que será adscrito al Padre posteriormente, en consonancia con todo el proceso histórico-simbólico señalado, como el psicoanálisis ha descrito exhaustivamente.
Con la negación de tales sentimientos, al colocarse del lado de una presunta Potencia, seguridad, fortaleza, independencia, el varón rehuye la introspección, la atención a la subjetividad (la propia y la de los otros) porque la «mirada hacia dentro» le descubriría la falacia de su posición. [6]
Tucker con Oliver en Invasión. |
Así, eso que he llamado función paterna clásica se ha basado en el postulado, también clásico, del patriarcado acerca de la superioridad del hombre sobre una mujer devaluada y menospreciada y con una configuración paterna que encarnaría la Ley ejercida desde la autoridad y la amenaza sobre los hijos, obviando los aspectos afectivos, emocionales y cuidadores que del rol, obviamente, también son necesarios y deseables. Lo devastador de ese ejercicio de la función paterna queda puesto de manifiesto en el siguiente comentario:
Su función paterna era realizada desde ese lugar y la identificación de los hijos a tal patriarca pasaba por la sumisión durante la infancia, y la identificación con el agresor después –sin abandonar la sumisión frente a los poderosos–, apenas ingresaban en el grupo superior de los varones. El ejercicio del poder sobre todas/todos los considerados inferiores les ha permitido a los varones velar/escatimar defensivamente tal precaria identificación con el padre, más basada en el temor que en el vínculo emocional: el afecto, el cuidado, la comunicación... [7]
El punto al que antes hacía mención M. A. González es cierto, y es precisamente una de las incógnitas del "ser hombre", un ser que se elabora como oposición a lo materno y, por extensión, como oposición a lo femenino (tan patente en el machismo). Y esa elaboración por "oposición a", una elaboración fundamentalmente reactiva, es con lo que los hijos varones se han venido identificando. Pero dicho esto, es justamente en ese punto donde se afianza la forma actual de la crisis de la función paterna, para diferenciarla de la crisis patriarcal, como la que no encuentra adecuación a las transformaciones sociales que han sobrevenido con los cambios en el rol de la mujer en la sociedad y la familia y con la presión que los propios cambios sociales implican sobre los hijos.
Observemos los casos de nuestros padres-protagonistas antes citados. ¿Qué determina que sean exactos modelos de "padres a la fuga"? Hay una profunda contradicción entre el ser hombre elaborado desde el modelo patriarcal como "oposición a lo femenino" con las necesidades que los cambios actuales implican en el hombre como padre. Veamos:
En el pasado, la paternidad ha contado con todo el apoyo legal y consuetudinario (en el que pueden incluirse algunos de los ritos de la couvade) que suponían un reconocimiento/refrendo de la posición incuestionada del poder paterno/masculino dentro y fuera de la familia. Pero, con el decaimiento del modelo del patriarca, ha emergido la dificultad de buena parte de los padres para: 1) Adaptarse a la pérdida de la autoridad absoluta y redimensionar su papel en consonancia con las reales aportaciones de ambos padres (en el ámbito económico, laboral, trabajo doméstico, emocional), y para ser capaz de sustituir el autoritarismo con los hijos por la firmeza. 2) Acomodarse a los cambios (de valores, aficiones, reivindicaciones de derechos) que le plantean la mujer y los hijos e hijas. 3) Integrarse en la dinámica familiar no tanto con el mando como con la cooperación, la responsabilización, la cercanía emocional, el asesoramiento no coercitivo. [8]
Roy Neary, Ray Ferrier, Jackson Curtis, Ian Malcom, Tucker... todos ellos se hallan en los principios de las películas respectivas como padres a la fuga, padres que han depuesto su función. Pero si observamos con más detalle veremos, además, la tensión existente con sus respectivas ex-parejas o aun parejas, y en especial en relación a los hijos. Esa tensión da testimonio de un conflicto esencial en esos cambios que se han venido produciendo, y es que esos padres a la fuga huyen porque en su relación se manifiesta un elemento clave que estos cambios han puesto de manifiesto:
a cómo está ubicado en la relación con la esposa-madre, ya que, como afirmaba CLERGET (1992), el lugar paterno no existe sino por el vínculo que un padre mantiene con la madre, quien «da padre» a su hijo. Y ese difícil lugar, que no le viene dado por su otrora inflacionado papel biológico, sino que le remite –nuevamente, angustiosamente– a la dependencia del vínculo con una mujer, deja al descubierto, una vez más, al escultor hecho de barro, propiciando la huida negadora en lugar del acercamiento o la adecuación a (el deseo de) la Otra, una mujer que reivindica cambiar su posición de objeto (de demandas sin fin =madre) a la de sujeto, aunque también, a veces, sólo se ubica como Gran Madre. [9]
Dejamos para una reflexión posterior esa indicación de las mujeres que se ubican como Gran Madre, o como "sólo madre", pues este constituye el lado sombrío de la maternidad. Recordemos, a modo de ejemplo, a madres como las vistas en este blog en Los pájaros de Hitchcock o El cisne negro. Ejemplos de este tipo de madre son también las mostradas en La pianista (Michael Haneke, 2001) o Llámame Peter (Stephen Hopkins, 2004). No deja de haber en algunas madres de nuestras películas algo de ello, como observamos especialmente en Carol Bennel (Invasión), y más desdibujadamente En Kate (2012) o en Mary Ann (La guerra de los mundos).
- El ritual de paso inverso: un ritual para padres en fuga.
La función de los "ritos de paso o de iniciación" permiten simbolizar en las sociedades tribales la transición en los jóvenes varones que va de la infancia y el vínculo materno a pasar a formar parte del mundo masculino adulto. Generalmente estos ritos se han caracterizado por su dureza e incluso por su peligro y crueldad... Un aspecto que podemos observar en esta forma en que se dan los ritos de paso es que el apartamiento del mundo materno se ha caracterizado en el hombre por dos elementos clave: la represión del miedo y la represión del dolor, lo que ha implicado una general represión de su mundo emocional. Probablemente ese es el sentido de esa dureza, acompañada en ocasiones de peligrosas y crueles pruebas, y que no es más que sobrepasar a través de ellas el miedo y el dolor a abandonar la seguridad del mundo materno que constituye en sí misma una enorme fuerza apego. Una lectura moderna de este comportamiento que, aunque parecido se aparta del rito precisamente porque no hay rito, y también porque se relacionan con la ausencia del padre - los ritos requieren del padre patriarca - y un exceso de fijación materna, son los comportamientos compulsivos demostrativos de masculinidad:
También en los años cincuenta, un conocido teórico de la familia, Talcott Parsons, aludía a otras consecuencias que generaría la ausencia paterna en la masculinidad de los hijos: una intensa fijación a la madre y la consiguiente necesidad de desarrollar una masculinidad compulsiva, que le impelerían a interesarse por pruebas atléticas, proezas físicas, en definitiva por actividades valoradas en las que destacarían sobre las mujeres. Podríamos ponerle nombres actualizados a esas obligadas proezas masculinas señaladas por Parsons –a las que aludimos anteriormente denominándolas efectos boomerang del falo–, que conservan, sin embargo, el mismo sentido: el fisioculturismo, la pasión por el automovilismo, motociclismo, otros deportes y actividades de riesgo en general, que generan, por ejemplo, la mayor causa de mortandad en jóvenes (4 veces más en los varones que en las mujeres), debido a accidentes de tráfico por exceso de velocidad e imprudencia temeraria. [10]
Pues bien, una característica de estas películas de catástrofes, es que la catástrofe es el ritual en cuestión. Pero en este caso no es un ritual para los hijos sino para esos padres en fuga, un ritual tan brutal como los otros, pero estos encaminados a realizar una operación inversa: la de devolver al hombre su mundo emocional y afectivo. Tanto para nuestros protagonistas, como para sus hijos, la catástrofe es un auténtico descenso a los infiernos en cuyo pasaje se producirá el desarrollo de las funciones paternales que tienen más que ver con el paternaje real y que quedaron definidos en la nota 5, y que implican el desarrollo de las capacidades de protección, ternura y amor sin que esto implique dejar de ejercer la firmeza necesaria como padre ante un hijo/a. Es más, el posible ejercicio de la firmeza desde el amor evitaría a nuestros hijos las difíciles experiencias de la indignidad y la humillación con las que el padre patriarcal ejerce su autoritarismo y dispensa sus castigos.
De la misma manera que, ya sea por el efecto de un padre del modelo patriarcal, ya por el exceso de fijación materna por un padre a la fuga, o ya por efecto de la mujer identificada con la "Gran Madre", la separación del mundo materno se ha fundamentado en la represión del miedo y del dolor en el hombre como "oposicion a" ese mundo más maternal basado en la protección, la ternura o el cariño, no es ningún dislate imaginar que un nuevo rito representado por la catástrofe puede despertar el mundo emocional que un paternaje adecuado requiere hacia sus hijos.
- Preguntarse como ser padre es también preguntarse cómo ser hombre.
Es por todo esto que me parece importante esta vinculación del ser padre con el ser hombre en tanto en cuanto la función paterna nos interroga sobre nuestro ser hombre. Un padre a la fuga lo que pone de relieve es que huye de sí mismo a la hora de enfrentarse a cómo es su ser hombre. Elige la confusión, el no ver para no contactar con su propia vulnerabilidad y dependencia y las emociones con ellas relacionadas. Podríamos decir de los padres a la fuga que, finalmente, también son hombres a la fuga.
En nuestras películas sólo el extremo de la catástrofe (cruento y violento como los rituales de iniciación) puede liberar a algunos de nuestros protagonistas a su componente emocional que es la que lo convierte finalmente en un auténtico protector, tutor y guía de sus hijos. Observemos en algunos de ellos su evolución durante el tránsito por la aventura catastrófica con su cada vez mayor sensibilización hacia sus hijos donde ya se aprecia que su autoridad se ejerce desde el amor que también sienten por ellos.
El camino de todo ser humano, cuando deja de huir, es un camino que tiende hacia la totalidad, y planteado esto en términos de ser padre y ser madre lo podemos aplicar a las cuestiones de si "una mujer es sólo madre" o un "hombre es no padre". Esta totalidad convierte estas frases en una "mujer es más que madre" y un "hombre es también padre". Y esta misma totalidad es la que nos tiene que permitir re-eleborarnos como mujeres y hombres que se configuran unas planteando su ser mujer como ser el objeto de deseo del hombre y el ser madre, y otros no elaborando su ser hombre sólo por "oposición a" lo femenino y abriendo su mundo emocional y afectivo como elementos también fundamentales del paternaje. Hay un momento de la película El día de mañana donde Sam le cuenta a Laura (Emmy Rossum) - la chica que le gusta - lo siguiente, tras preguntarle esta por sus vacaciones favoritas:
Sam: Fui a Groenlandia con mi padre en uno de sus viajes hace unos años... y el barco se averió y encallamos. Llovía sin parar.
Laura: Parece muy aburrido.
Sam: Pues fue muy bonito. Mi padre y yo colgados allí durante diez días...
Este breve y sencillo extracto pone de relieve lo que un hijo necesita con su padre: INTIMIDAD. ¿Pero qué intimidad va a tener un padre con su hijo si no la tiene consigo mismo como hombre? Es el potencial de un hombre para la intimidad lo que realmente le confiere autoridad hacia los hijos. Esa intimidad que no exenta de firmeza se maneja con el límite y el amor en mutuo apoyo no perdiendo nunca de vista que en el ejercicio de la firmeza no puede estar la falta de respeto. Incluso la sanción o castigo - como trasngresión del límite - puede ser puesta con respeto y amor de tal manera que el hijo tema la sanción por la coherencia paterna y no al padre en sí mismo como autoridad tiránica o perversa (como padre saturnal, como vimos en el comentario a El hombre lobo y la naturaleza de la violencia - pulsar aquí pare acceder a la entrada -). Creo que éste es un tema fundamental del ser padre que una vez más afecta al ser hombre... ¿Cómo ser hombre asumiendo la propia vulnerabilidad, los propios miedos y temores sin caer en el menosprecio que, generalmente, un superyó tiránico nos impone a lo que se supone que "debe ser un hombre?
En este sentido me parece interesante la propuesta de la, en ciertos aspectos, tan justamente discutida Noé (Noah, Darren Aronofsky, 2014), en la que su director, en su particular y libre visión del mito del diluvio y de Noé con su Arca, nos presenta un Noé (Rusell Crowe) torturado por su fidelidad a la exigencia de Yahvé, un auténtico superyó tiránico, un padre perverso, gozante que exige muestras de fidelidad exigiendo sacrificios, y al que finalmente no sigue cuando llega el momento de matar a las hijas de Ila, su hija adoptiva: triunfa finalmente el amor por su hija y sus nietas antes que la fidelidad al deber de lo que se supone que se debe hacer. Triunfa la posibilidad en el amor ante el fin del castigo. Una curiosa muestra más, como diría Erich Fromm, de que "si la capacidad de desobediencia constituyó el comienzo de la historia humana, la obediencia podría muy bien, provocar el fin de la humanidad".
Justamente lo que encontramos en algunos de los padres de nuestras películas es el rechazo de la intimidad por el miedo al cuestionamiento de sus hijos (y también de la mujer, aspecto éste que ocultaba la tradicional superioridad y autoridad patriarcal). En éste sentido, me parece muy interesante el siguiente comentario:
Entre las perturbaciones relacionadas con el miedo, podemos determinar:
1) El miedo paterno a la falta de amor y de cariño, así como a la pérdida de aprobación filial.
2) El temor parental a la agresión, al descontento filial y en general a todas las reacciones de malestar de los hijos ante las frustraciones (no sólo inevitables sino necesarias) que acarrea el NO como organizador del psiquismo y como garantía de integridad psíquica.
3) El miedo de los padres al establecimiento del conflicto con los hijos.
[...]
Y, en este pasaje del miedo al padre al miedo al hijo – tiempos del “terror” mediante – subyace el padre que desiste de la ley, desdibujándose, fugándose como representante de la ley, que expresa este miedo al hijo. Si antes había que temerle, estructuralmente al padre, y esto se ha ido diluyendo… ¿a dónde habrán ido a parar, entonces, el miedo y la angustia que en última y primera instancia eran angustia y miedo a la castración? Nos preguntamos, en fin, si la ausencia del Miedo a la Autoridad, hoy tan peligrosamente generalizada, no será una de las razones de mayor incidencia en el incremento de las fobias o de las neurosis de angustia, o de esta moda ya no tan reciente de los ataques de pánico. [11]
Veamos, a modo de ejemplo, un extracto de las siguientes escenas entre Roy Ferrier y su hijo Robbie:
Robbie: Si tuviéramos pelotas volveríamos atrás y nos cargaríamos una de esas cosas (refiriéndose a una de las naves invasoras)
Ray: Claro... Pero ya tomo yo las decisiones importantes.
Robbie: Y cuándo vas hacerlo Ray, al paso que vas nunca...
Ray: ¡¡Oye, deja ya el Ray de los cojones!! ¡Soy señor, o papa, o mejor señor Ferrier! Suena un poco raro, pero tu decides.
[...]
Ray: Cada vez que no queráis hacerme caso, pienso decirle a vuestra madre que no me hacéis caso.
[...]
Robbie: ¡¡Nunca te ha importado una mierda lo que he hecho!! [...] ¡Oye, por qué no nos dices la verdad! ¡No tienes ni idea de donde ir! ¡Quieres demostrar que eres más listo que nadie! ¡Sólo quieres ir a Boston porque crees que mamá está allí! ¡Y si está allí nos dejarás tirados con ella y así sólo tendrás que preocuparte por ti que es la única cosa que te interesa!
Y ante la presencia de Ray su hija Rachel increpa a Robbie diciéndole:
Rachel: ¡¡Robbie!! ¿¡A dónde quieres ir ahora!? ¿¡Por qué te quieres ir!? ¿Quién se encargará de mi si te vas?
Esas representan muy acertadamente las escenas que un padre teme.
Finalmente, decir algo del caso que nos muestra el paleontólogo Allan Grant. Éste nos deja un cierto lugar para el pesimismo y es que... ¿Puede un rito, por duro que sea, flexibilizar definitivamente la estructura de carácter en un hombre? Allan Grant parece mostrarnos que no. Que el acercamiento de los niños que tuvo en Parque Jurásico I no fue suficiente para acercarle a ellos como padre, tal y como se nos muestra en Parque Jurásico III. Y como en los cuentos clásicos, como ya vimos en las historias de parejas de la década de oro de la ciencia ficción de los años 50, en todos los casos las películas no nos hablan de como siguió la cosa tras el "rito del desastre". En un momento de la película Parque Jurásico III se establece esta conversación entre Allan y el joven Eric:
Allan: Tus padres están aquí, han venido a buscarte.
Eric: ¿Juntos?
Allan: Juntos...
Eric: Que peligro... No se llevan nada bien
Allan: Te sorprendería de lo que es capaz la gente cuando no tiene más remedio.
Es decir, que cuando las cosas vuelvan a la "normalidad" y tengan aparentemente remedio... ¿Qué ocurrirá?
Esta nota pesimista es la que parece aportar el protagonista de Señales del futuro, el astrofísico John Koestler a quien los alienigenas-angélicos, al final de la película, le prohíben subir al arca con su hijo en una reinterpretación, una vez más, del mito del arca de Noé que también aparecía en la versión moderna de Ultimatum a la Tierra, y en la que Klatu finalmente vuelve a apostar por la posibilidad del amor antes que el fin del castigo, mientras que los alienigenas-angélicos parecen apostar por la continuidad que se apoya en el sacrificio de lo viejo y las posibilidades de lo nuevo. En todo caso, si me gustaría acabar este comentario con otro momento donde Allan Grant hablá con Eric acerca de lo que dijo a Billy, su colaborador aparentemente desaparecido bajo las garras de los pterodones, cuando este cogió dos huevos de velociraptor que llevó a que la manada de velociraptores les persiguiera para recuperarlos:
Eric: Siento lo de Billy
Allan: ¿Sabes que fue lo último que le dije... Le dije "Billy, eres igual que las personas que levantaron este lugar... y no era cierto, Billy era sólo joven. Yo tengo la teoría de que sólo hay dos clases de jovenes, los que quieren ser astrónomos y los que quieren ser astronautas. El astrónomo, o el paleontólogo llega a estudiar estas maravillas desde un posición de seguridad plena...
Eric: Pero nunca llega a ir al espacio.
Allan: ¡Exacto! Es la diferencia que hay entre imaginar y ver, tener la posibilidad de... tocar. Eso es lo que pretendía Billy.
Una vez más, como en Parque Jurásico I, Allan se da cuenta de su error al juzgar antes que comprender y, en todo caso, acompañar y enseñar. Allan quizá es aquel que nos muestra un poco el camino que ahora nos toca andar a los hombres y, por lo tanto, también como padres: dejar de ser astrónomos y pasar a ser astronautas.
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[1] Marieta Gargatagli. "Jorge Luis Borges: el padre literario." en Figuras del padre. Editado por Silvia Tubert. Ed, Cátedra, pág. 255
[2] Knibhieler, Yvonne. "Padres, patriarcado, paternidad" en [Ver nota 1] pág. 135
[3] Fernández, Tomás. Sueños del ayer, pesadillas del mañana en El cine de ciencia ficción. Explorando mundos. Ed. Valdemar / intempestivas, pág.
[4] Acquesta, Miguel Ángel y Vergel, Graciela. El síndrome de la función paterna en fuga. Revista Hologramática, nº 12, Vol. 3, págs. 73-83.
Artículo disponible: http://www.cienciared.com.ar/ra/usr/3/514/hologramatica_n12vol3pp73_83.pdf.
[5] González, Maria Asunción. La crisis de la función paterna, el nuevo lugar/deseo de las mujeres y el ejercicio de la parentalidad. Artículo disponible en http://documentacion.aen.es/pdf/libros-aen/coleccion-estudios/salud-mental-diversidad-y-cultura/parte2-infancia-adolescencia-y-familias/153-la-crisis-de-la-funcion-paterna.pdf.
[6] Ídem anterior
[7] Ídem anterior
[8] Ídem anterior
[9] Ídem anterior
[10] Ídem anterior
[11] Ver nota 3
Su función paterna era realizada desde ese lugar y la identificación de los hijos a tal patriarca pasaba por la sumisión durante la infancia, y la identificación con el agresor después –sin abandonar la sumisión frente a los poderosos–, apenas ingresaban en el grupo superior de los varones. El ejercicio del poder sobre todas/todos los considerados inferiores les ha permitido a los varones velar/escatimar defensivamente tal precaria identificación con el padre, más basada en el temor que en el vínculo emocional: el afecto, el cuidado, la comunicación... [7]
El punto al que antes hacía mención M. A. González es cierto, y es precisamente una de las incógnitas del "ser hombre", un ser que se elabora como oposición a lo materno y, por extensión, como oposición a lo femenino (tan patente en el machismo). Y esa elaboración por "oposición a", una elaboración fundamentalmente reactiva, es con lo que los hijos varones se han venido identificando. Pero dicho esto, es justamente en ese punto donde se afianza la forma actual de la crisis de la función paterna, para diferenciarla de la crisis patriarcal, como la que no encuentra adecuación a las transformaciones sociales que han sobrevenido con los cambios en el rol de la mujer en la sociedad y la familia y con la presión que los propios cambios sociales implican sobre los hijos.
Observemos los casos de nuestros padres-protagonistas antes citados. ¿Qué determina que sean exactos modelos de "padres a la fuga"? Hay una profunda contradicción entre el ser hombre elaborado desde el modelo patriarcal como "oposición a lo femenino" con las necesidades que los cambios actuales implican en el hombre como padre. Veamos:
En el pasado, la paternidad ha contado con todo el apoyo legal y consuetudinario (en el que pueden incluirse algunos de los ritos de la couvade) que suponían un reconocimiento/refrendo de la posición incuestionada del poder paterno/masculino dentro y fuera de la familia. Pero, con el decaimiento del modelo del patriarca, ha emergido la dificultad de buena parte de los padres para: 1) Adaptarse a la pérdida de la autoridad absoluta y redimensionar su papel en consonancia con las reales aportaciones de ambos padres (en el ámbito económico, laboral, trabajo doméstico, emocional), y para ser capaz de sustituir el autoritarismo con los hijos por la firmeza. 2) Acomodarse a los cambios (de valores, aficiones, reivindicaciones de derechos) que le plantean la mujer y los hijos e hijas. 3) Integrarse en la dinámica familiar no tanto con el mando como con la cooperación, la responsabilización, la cercanía emocional, el asesoramiento no coercitivo. [8]
Roy Neary, Ray Ferrier, Jackson Curtis, Ian Malcom, Tucker... todos ellos se hallan en los principios de las películas respectivas como padres a la fuga, padres que han depuesto su función. Pero si observamos con más detalle veremos, además, la tensión existente con sus respectivas ex-parejas o aun parejas, y en especial en relación a los hijos. Esa tensión da testimonio de un conflicto esencial en esos cambios que se han venido produciendo, y es que esos padres a la fuga huyen porque en su relación se manifiesta un elemento clave que estos cambios han puesto de manifiesto:
a cómo está ubicado en la relación con la esposa-madre, ya que, como afirmaba CLERGET (1992), el lugar paterno no existe sino por el vínculo que un padre mantiene con la madre, quien «da padre» a su hijo. Y ese difícil lugar, que no le viene dado por su otrora inflacionado papel biológico, sino que le remite –nuevamente, angustiosamente– a la dependencia del vínculo con una mujer, deja al descubierto, una vez más, al escultor hecho de barro, propiciando la huida negadora en lugar del acercamiento o la adecuación a (el deseo de) la Otra, una mujer que reivindica cambiar su posición de objeto (de demandas sin fin =madre) a la de sujeto, aunque también, a veces, sólo se ubica como Gran Madre. [9]
La tensión entre padre, madre e hijos (La guerra de los mundos, 2005) |
Dejamos para una reflexión posterior esa indicación de las mujeres que se ubican como Gran Madre, o como "sólo madre", pues este constituye el lado sombrío de la maternidad. Recordemos, a modo de ejemplo, a madres como las vistas en este blog en Los pájaros de Hitchcock o El cisne negro. Ejemplos de este tipo de madre son también las mostradas en La pianista (Michael Haneke, 2001) o Llámame Peter (Stephen Hopkins, 2004). No deja de haber en algunas madres de nuestras películas algo de ello, como observamos especialmente en Carol Bennel (Invasión), y más desdibujadamente En Kate (2012) o en Mary Ann (La guerra de los mundos).
- El ritual de paso inverso: un ritual para padres en fuga.
La función de los "ritos de paso o de iniciación" permiten simbolizar en las sociedades tribales la transición en los jóvenes varones que va de la infancia y el vínculo materno a pasar a formar parte del mundo masculino adulto. Generalmente estos ritos se han caracterizado por su dureza e incluso por su peligro y crueldad... Un aspecto que podemos observar en esta forma en que se dan los ritos de paso es que el apartamiento del mundo materno se ha caracterizado en el hombre por dos elementos clave: la represión del miedo y la represión del dolor, lo que ha implicado una general represión de su mundo emocional. Probablemente ese es el sentido de esa dureza, acompañada en ocasiones de peligrosas y crueles pruebas, y que no es más que sobrepasar a través de ellas el miedo y el dolor a abandonar la seguridad del mundo materno que constituye en sí misma una enorme fuerza apego. Una lectura moderna de este comportamiento que, aunque parecido se aparta del rito precisamente porque no hay rito, y también porque se relacionan con la ausencia del padre - los ritos requieren del padre patriarca - y un exceso de fijación materna, son los comportamientos compulsivos demostrativos de masculinidad:
También en los años cincuenta, un conocido teórico de la familia, Talcott Parsons, aludía a otras consecuencias que generaría la ausencia paterna en la masculinidad de los hijos: una intensa fijación a la madre y la consiguiente necesidad de desarrollar una masculinidad compulsiva, que le impelerían a interesarse por pruebas atléticas, proezas físicas, en definitiva por actividades valoradas en las que destacarían sobre las mujeres. Podríamos ponerle nombres actualizados a esas obligadas proezas masculinas señaladas por Parsons –a las que aludimos anteriormente denominándolas efectos boomerang del falo–, que conservan, sin embargo, el mismo sentido: el fisioculturismo, la pasión por el automovilismo, motociclismo, otros deportes y actividades de riesgo en general, que generan, por ejemplo, la mayor causa de mortandad en jóvenes (4 veces más en los varones que en las mujeres), debido a accidentes de tráfico por exceso de velocidad e imprudencia temeraria. [10]
Pues bien, una característica de estas películas de catástrofes, es que la catástrofe es el ritual en cuestión. Pero en este caso no es un ritual para los hijos sino para esos padres en fuga, un ritual tan brutal como los otros, pero estos encaminados a realizar una operación inversa: la de devolver al hombre su mundo emocional y afectivo. Tanto para nuestros protagonistas, como para sus hijos, la catástrofe es un auténtico descenso a los infiernos en cuyo pasaje se producirá el desarrollo de las funciones paternales que tienen más que ver con el paternaje real y que quedaron definidos en la nota 5, y que implican el desarrollo de las capacidades de protección, ternura y amor sin que esto implique dejar de ejercer la firmeza necesaria como padre ante un hijo/a. Es más, el posible ejercicio de la firmeza desde el amor evitaría a nuestros hijos las difíciles experiencias de la indignidad y la humillación con las que el padre patriarcal ejerce su autoritarismo y dispensa sus castigos.
Jack Hall (El día de mañana) al rescate de su hijo Sam |
De la misma manera que, ya sea por el efecto de un padre del modelo patriarcal, ya por el exceso de fijación materna por un padre a la fuga, o ya por efecto de la mujer identificada con la "Gran Madre", la separación del mundo materno se ha fundamentado en la represión del miedo y del dolor en el hombre como "oposicion a" ese mundo más maternal basado en la protección, la ternura o el cariño, no es ningún dislate imaginar que un nuevo rito representado por la catástrofe puede despertar el mundo emocional que un paternaje adecuado requiere hacia sus hijos.
Ray con sus hijos Rachel y Robbie. |
- Preguntarse como ser padre es también preguntarse cómo ser hombre.
Es por todo esto que me parece importante esta vinculación del ser padre con el ser hombre en tanto en cuanto la función paterna nos interroga sobre nuestro ser hombre. Un padre a la fuga lo que pone de relieve es que huye de sí mismo a la hora de enfrentarse a cómo es su ser hombre. Elige la confusión, el no ver para no contactar con su propia vulnerabilidad y dependencia y las emociones con ellas relacionadas. Podríamos decir de los padres a la fuga que, finalmente, también son hombres a la fuga.
En nuestras películas sólo el extremo de la catástrofe (cruento y violento como los rituales de iniciación) puede liberar a algunos de nuestros protagonistas a su componente emocional que es la que lo convierte finalmente en un auténtico protector, tutor y guía de sus hijos. Observemos en algunos de ellos su evolución durante el tránsito por la aventura catastrófica con su cada vez mayor sensibilización hacia sus hijos donde ya se aprecia que su autoridad se ejerce desde el amor que también sienten por ellos.
Jackson Curtis con su hija en 2012. |
Sam: Fui a Groenlandia con mi padre en uno de sus viajes hace unos años... y el barco se averió y encallamos. Llovía sin parar.
Laura: Parece muy aburrido.
Sam: Pues fue muy bonito. Mi padre y yo colgados allí durante diez días...
Este breve y sencillo extracto pone de relieve lo que un hijo necesita con su padre: INTIMIDAD. ¿Pero qué intimidad va a tener un padre con su hijo si no la tiene consigo mismo como hombre? Es el potencial de un hombre para la intimidad lo que realmente le confiere autoridad hacia los hijos. Esa intimidad que no exenta de firmeza se maneja con el límite y el amor en mutuo apoyo no perdiendo nunca de vista que en el ejercicio de la firmeza no puede estar la falta de respeto. Incluso la sanción o castigo - como trasngresión del límite - puede ser puesta con respeto y amor de tal manera que el hijo tema la sanción por la coherencia paterna y no al padre en sí mismo como autoridad tiránica o perversa (como padre saturnal, como vimos en el comentario a El hombre lobo y la naturaleza de la violencia - pulsar aquí pare acceder a la entrada -). Creo que éste es un tema fundamental del ser padre que una vez más afecta al ser hombre... ¿Cómo ser hombre asumiendo la propia vulnerabilidad, los propios miedos y temores sin caer en el menosprecio que, generalmente, un superyó tiránico nos impone a lo que se supone que "debe ser un hombre?
Noé, 2014 |
Justamente lo que encontramos en algunos de los padres de nuestras películas es el rechazo de la intimidad por el miedo al cuestionamiento de sus hijos (y también de la mujer, aspecto éste que ocultaba la tradicional superioridad y autoridad patriarcal). En éste sentido, me parece muy interesante el siguiente comentario:
Entre las perturbaciones relacionadas con el miedo, podemos determinar:
1) El miedo paterno a la falta de amor y de cariño, así como a la pérdida de aprobación filial.
2) El temor parental a la agresión, al descontento filial y en general a todas las reacciones de malestar de los hijos ante las frustraciones (no sólo inevitables sino necesarias) que acarrea el NO como organizador del psiquismo y como garantía de integridad psíquica.
3) El miedo de los padres al establecimiento del conflicto con los hijos.
[...]
Y, en este pasaje del miedo al padre al miedo al hijo – tiempos del “terror” mediante – subyace el padre que desiste de la ley, desdibujándose, fugándose como representante de la ley, que expresa este miedo al hijo. Si antes había que temerle, estructuralmente al padre, y esto se ha ido diluyendo… ¿a dónde habrán ido a parar, entonces, el miedo y la angustia que en última y primera instancia eran angustia y miedo a la castración? Nos preguntamos, en fin, si la ausencia del Miedo a la Autoridad, hoy tan peligrosamente generalizada, no será una de las razones de mayor incidencia en el incremento de las fobias o de las neurosis de angustia, o de esta moda ya no tan reciente de los ataques de pánico. [11]
Veamos, a modo de ejemplo, un extracto de las siguientes escenas entre Roy Ferrier y su hijo Robbie:
Robbie: Si tuviéramos pelotas volveríamos atrás y nos cargaríamos una de esas cosas (refiriéndose a una de las naves invasoras)
Ray: Claro... Pero ya tomo yo las decisiones importantes.
Robbie: Y cuándo vas hacerlo Ray, al paso que vas nunca...
Ray: ¡¡Oye, deja ya el Ray de los cojones!! ¡Soy señor, o papa, o mejor señor Ferrier! Suena un poco raro, pero tu decides.
[...]
Ray: Cada vez que no queráis hacerme caso, pienso decirle a vuestra madre que no me hacéis caso.
[...]
Robbie: ¡¡Nunca te ha importado una mierda lo que he hecho!! [...] ¡Oye, por qué no nos dices la verdad! ¡No tienes ni idea de donde ir! ¡Quieres demostrar que eres más listo que nadie! ¡Sólo quieres ir a Boston porque crees que mamá está allí! ¡Y si está allí nos dejarás tirados con ella y así sólo tendrás que preocuparte por ti que es la única cosa que te interesa!
Y ante la presencia de Ray su hija Rachel increpa a Robbie diciéndole:
Rachel: ¡¡Robbie!! ¿¡A dónde quieres ir ahora!? ¿¡Por qué te quieres ir!? ¿Quién se encargará de mi si te vas?
Esas representan muy acertadamente las escenas que un padre teme.
Finalmente, decir algo del caso que nos muestra el paleontólogo Allan Grant. Éste nos deja un cierto lugar para el pesimismo y es que... ¿Puede un rito, por duro que sea, flexibilizar definitivamente la estructura de carácter en un hombre? Allan Grant parece mostrarnos que no. Que el acercamiento de los niños que tuvo en Parque Jurásico I no fue suficiente para acercarle a ellos como padre, tal y como se nos muestra en Parque Jurásico III. Y como en los cuentos clásicos, como ya vimos en las historias de parejas de la década de oro de la ciencia ficción de los años 50, en todos los casos las películas no nos hablan de como siguió la cosa tras el "rito del desastre". En un momento de la película Parque Jurásico III se establece esta conversación entre Allan y el joven Eric:
Allan: Tus padres están aquí, han venido a buscarte.
Eric: ¿Juntos?
Allan: Juntos...
Eric: Que peligro... No se llevan nada bien
Allan: Te sorprendería de lo que es capaz la gente cuando no tiene más remedio.
Es decir, que cuando las cosas vuelvan a la "normalidad" y tengan aparentemente remedio... ¿Qué ocurrirá?
Esta nota pesimista es la que parece aportar el protagonista de Señales del futuro, el astrofísico John Koestler a quien los alienigenas-angélicos, al final de la película, le prohíben subir al arca con su hijo en una reinterpretación, una vez más, del mito del arca de Noé que también aparecía en la versión moderna de Ultimatum a la Tierra, y en la que Klatu finalmente vuelve a apostar por la posibilidad del amor antes que el fin del castigo, mientras que los alienigenas-angélicos parecen apostar por la continuidad que se apoya en el sacrificio de lo viejo y las posibilidades de lo nuevo. En todo caso, si me gustaría acabar este comentario con otro momento donde Allan Grant hablá con Eric acerca de lo que dijo a Billy, su colaborador aparentemente desaparecido bajo las garras de los pterodones, cuando este cogió dos huevos de velociraptor que llevó a que la manada de velociraptores les persiguiera para recuperarlos:
Eric: Siento lo de Billy
Allan: ¿Sabes que fue lo último que le dije... Le dije "Billy, eres igual que las personas que levantaron este lugar... y no era cierto, Billy era sólo joven. Yo tengo la teoría de que sólo hay dos clases de jovenes, los que quieren ser astrónomos y los que quieren ser astronautas. El astrónomo, o el paleontólogo llega a estudiar estas maravillas desde un posición de seguridad plena...
Eric: Pero nunca llega a ir al espacio.
Allan: ¡Exacto! Es la diferencia que hay entre imaginar y ver, tener la posibilidad de... tocar. Eso es lo que pretendía Billy.
Una vez más, como en Parque Jurásico I, Allan se da cuenta de su error al juzgar antes que comprender y, en todo caso, acompañar y enseñar. Allan quizá es aquel que nos muestra un poco el camino que ahora nos toca andar a los hombres y, por lo tanto, también como padres: dejar de ser astrónomos y pasar a ser astronautas.
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[1] Marieta Gargatagli. "Jorge Luis Borges: el padre literario." en Figuras del padre. Editado por Silvia Tubert. Ed, Cátedra, pág. 255
[2] Knibhieler, Yvonne. "Padres, patriarcado, paternidad" en [Ver nota 1] pág. 135
[3] Fernández, Tomás. Sueños del ayer, pesadillas del mañana en El cine de ciencia ficción. Explorando mundos. Ed. Valdemar / intempestivas, pág.
[4] Acquesta, Miguel Ángel y Vergel, Graciela. El síndrome de la función paterna en fuga. Revista Hologramática, nº 12, Vol. 3, págs. 73-83.
Artículo disponible: http://www.cienciared.com.ar/ra/usr/3/514/hologramatica_n12vol3pp73_83.pdf.
[5] González, Maria Asunción. La crisis de la función paterna, el nuevo lugar/deseo de las mujeres y el ejercicio de la parentalidad. Artículo disponible en http://documentacion.aen.es/pdf/libros-aen/coleccion-estudios/salud-mental-diversidad-y-cultura/parte2-infancia-adolescencia-y-familias/153-la-crisis-de-la-funcion-paterna.pdf.
[6] Ídem anterior
[7] Ídem anterior
[8] Ídem anterior
[9] Ídem anterior
[10] Ídem anterior
[11] Ver nota 3
Bufff!! Un buen comentario para que los hombres reflexionemos, Gracias. Andrés.
ResponderEliminarHola Jaume. Acabo de descubrir el blog, y me gusta. Yo tb soy aficionado a hacer cábalas psicoanalíticas con las pelis.
ResponderEliminarEn efecto, abundan las tramas sobre padres saturnales. El capitalismo siempre cuestiona la tradición y la considera negativamente. El cine infantil de animación repite incansablemente el mismo planteamiento: una heroïna que se rebela frente a la autoridad paternal.
Jung alertaba que un ser humano sin tradición es como un árbol sin raíces.
Capitalismo, socialismo y feminismo nacieron al mismo tiempo, con la revolución industrial. El socialismo feminista ha conseguido demonizar el patriarcado. Finalmente, para expandir el capitalismo. Demonizar el patriarcado es demonizar al padre. Y asi, demonizar al hombre. Bruno Bettelheim, en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, veía en las figuras del ogro y la bruja los arquetipos negativos del padre y la madre.
Te animo a investigar sobre la fijación y el complejo materno como la causa inconfesada, e inexpresable, de los males que el feminismo achaca al patriarcado. La gran madre que mencionas, sin su contrapeso masculino, ha sido la causa de la puerilizacion de Occidente.