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jueves, 12 de abril de 2012

GLADIATOR. Repensar la democracia: ¿era Marco Aurelio demócrata?

«La medida del valor de un gobierno no es solamente el Producto Nacional Bruto, tampoco el equilibro de la balanza internacional de pagos, no está solamente en la cantidad de reservas de oro. Seguramente el valor de un gobierno está en lo que hace por su gente, la medida en que mejora su calidad de vida, mejora la asistencia sanitaria, les da mejores medidas de seguridad, mejores estándares de valores morales. Eso es lo que hace grande a una nación». Tommy Douglas

Me gustaría iniciar esta entrada con una fabula política (una dura andanada a la política parlamentaria y a la falsa democracia) creada por Tommy Douglas, el insigne activista y político que en el año 2004 fue designado por Canadá como “el canadiense más grande de todos los tiempos”. Condujo el primer gobierno socialista de Norteamérica e introdujo el sistema de salud público universal en Canadá. De nombre Mouseland, la podéis ver en una pequeña película de dibujos animados de cinco minutos o si la preferís leer lo podéis hacer al pie de esta entrada en la nota [11]



Esta pequeña fábula, hoy en plena crisis más válida que nunca, nos permite reflexionar sobre cómo plantearnos una acción realmente democrática. Dice Alain Badiou:

Para mí, la política es un procedimiento de búsqueda de la verdad, pero centrada en el colectivo. Es decir, la acción política crea verdad de aquello de lo que el colectivo es capaz. Por ejemplo ¿está capacitada para la igualdad? ¿Y para integrar lo que tiene de heterogéneo? ¿Puede pensar que no existe más que un mundo?... Cosas de este estilo. La esencia de la política está contenida en la pregunta ¿de qué son capaces los individuos cuando se reúnen, se organizan, piensan y deciden? [1]

Y eso me hace pensar en una escena curiosa e interesante de la película Gladiator (Ridley Scott, 2000)

1. ¿ERA MARCO AURELIO UN DEMÓCRATA?

Por lo menos así puede intuirse una escena cuando tras vencer los romanos en la batalla contra los germanos y tras la llegada de Cómodo (Joaquín Phoenix), el hijo de Marco Aurelio (un siempre inmenso Richard Harris), éste manda llamar a su general Máximo (Rusell Crowe), y tras una reflexión sobre el sentido de la guerra y la supuesta “luz de Roma”, le propone a éste volver a la ciudad imperial y aplazar su vuelta a casa para nombrarle protector tras su muerte  y así, y como único objetivo, poder “entregar de nuevo el poder al pueblo de Roma y acabar con la corrupción que la ha mutilado”.

Este fragmento de Gladiator es una buena ocasión para reflexionar sobre los orígenes de la democracia. Veamos el diálogo que transcurre tras hacerle esta oferta a Máximo…


Marco Aurelio: ¡Máximo... he ahí la razón por la que debes ser tú!

M. Aurelio: ¿No aceptas este gran honor que te ofrezco?
Máximo: De todo corazón, no.
M. Aurelio: ¡Máximo… He ahí la razón por la que debes ser tú!
Máximo: Sería mejor un prefecto o un senador, hay que entender la ciudad, entender su política…
M. Aurelio: Tú no estás corrompido por su política.

Jacques Ranciére, en su libro “Odio a la democracia” reflexiona sobre sus orígenes en la antigua Grecia. Quizá haya que recordar que la gran peculiaridad de la democracia ateniense era que los cargos eran elegidos por sorteo entre todos aquellos que tenían la ciudadanía ateniense…

El procedimiento democrático del sorteo concuerda con el principio del poder de los sabios en un aspecto esencial: el buen gobierno es el gobierno de aquellos que no desean gobernar. Si existe una categoría que se debe excluir de la lista de los aptos para gobernar es, en todo c aso, la de los que quieren obtener el poder mediante artimañas…

No hay gobierno justo sin participación el azar, es decir, sin participación de aquello que contradice la identificación del ejercicio del gobierno con el de un poder deseado y conquistado. [2]

Esto es lo que sutilmente parece pretender el Emperador – filósofo Marco Aurelio cuando le propone a Máximo devolver el poder al pueblo: él, justamente él que no desea el poder es lo que le convierte en el óptimo.

Las implicaciones de este pensamiento son mucho más sutiles de lo que parecen…  El aspecto subversivo de la verdadera democracia que se deriva del sorteo ateniense es que aquello que habilita al político es su ausencia de voluntad política y que el poder de los mejores sólo se habilita frente al poder de los iguales.

Es sorprendente que los fundadores de la democracia ateniense (Solón, Clístenes, Efialtes de Atenas), bajo cuyo gobierno Atenas alcanzó su máximo esplendor (recordemos el siglo de Pericles), que a través del sorteo vislumbraran un hecho tan simple como sutil: las elecciones favorecerían a los más ricos, elocuentes y famosos, mientras que el sorteo repartía el trabajo de la administración entre toda la ciudadanía, integrándolos dentro de la experiencia democrática. Y lo más fundamental: la acción política estaba continuamente supervisada por el pueblo al formar parte directa en la experiencia de gobierno…. ¿No deberíamos tomar nota en el presente cuando la actual democracia parlamentaria y su ritual democrático del voto no es más que una farsa al servicio de la oligarquía de “los políticos” entendidos estos justamente como su antítesis democrática, como aquellos que justamente tienen voluntad política y, por lo tanto, deseo y voluntad de poder?

2. DEMOCRACIA PARLAMENTARIA Y ALIENACIÓN DEL PUEBLO.

Obviamente uno de los grandes argumentos en contra de la democracia real entendida como la participación real del pueblo en el gobierno es la complejidad que en la sociedad moderna esto implicaría. La pregunta es qué nos es posible hacer hoy… Uno de los fenómenos más desconcertantes de nuestro momento es la pasividad, la desesperación con la que se asiste a lo que hoy podemos considerar como el ejercicio del poder de los mercados. Éste ha emergido como el verdadero poder que se ocultaba tras la sombra del poder político. Esta actitud de pasividad, de desesperación parece construirse bajo un sentimiento de futilidad, de que nada tenemos por hacer, dando la impresión de que el miedo y la impotencia parecen haberse adueñado, y así adormecido, alienándonos de una realidad última sobre la que todo se sostiene: que el poder final reside en el pueblo.

La hipocresía fundamental de nuestra época que une capitalismo, democracia y libertad (la gran venta ideológica de Milton Friedman y los ideólogos posteriores del liberalismo) ha logrado hacernos creer lo increíble: que la libertad es independiente de la justicia social, cuando en realidad no hay verdaderamente una sin la otra. Todo el resto es manipulación orientada al beneficio de  unos cuantos y a la explotación de muchos. Quizá por ello, todos los sistemas de gobierno, incluida la democracia parlamentaria, han perseguido siempre una única cosa: convencer al verdadero poder – el del pueblo -  de que no lo es (y no digo tiene). Es por eso que los pueblos, a lo largo de la historia y hasta el día de hoy, han sido, de una manera u otra, profundamente reprimidos o engañados por aquellos que sí quieren tener el poder.

Una vez más esta diferencia entre el ser y el tener marca la frontera de un elemento fundamental: es el deseo de tener el poder (fundamentando asó los gobernadores y gobernados) el elemento que lo corrompe. Por ello la democracia real entendida en el marco en el que se creó en sus orígenes marca un factor clave en el ejercicio del poder: que el poder de los mejores sólo se habilita frente al poder de los iguales. Asistimos hoy en día a una separación total de esta concepción del poder y de una manera mucho más sofisticada dada la globalización política y económica en la que estamos inmersos.

3. EL DESPLAZAMIENTO DEL PODER DE LO POLÍTICO A LO ECONÓMICO.

El gran éxito del pensamiento neoliberal ha sido lograr el desplazamiento del poder político al poder económico. En esa biblia neoliberal que es el libro de Milton Friedman Capitalismo y libertad podemos leer en la parte dedicada al "pensamiento político":

Al poder económico se le puede dispersar ampliamente. No hay ninguna ley de conservación que diga que el crecimiento de los nuevos centros de poder económico tenga que realizarse a expensas de los centros ya existentes. Por otra parte, el poder político es más difícil de descentralizar. Puede haber numerosos gobiernos pequeños e independientes. Pero es mucho más difícil mantener numerosos centros pequeños de poder político equivalentes, dentro de un gran gobierno, que mantener numerosos centros de potencia económica dentro de una gran economía. En una gran economía puede haber muchos millonarios. Pero, ¿puede haber más de un líder destacado, una persona en quien se centren las energías y entusiasmos de su país? Si el gobierno central aumenta su poder, será probablemente a expensas de los gobiernos locales. Pareciera que la cantidad total de poder político a repartir se mantiene constante. Por tanto, si al poder económico se une el poder político, la concentración resulta un hecho casi inevitable. En cambio, si mantenemos el poder económico en otras manos, separadas del poder político, puede servir para contener y contrarrestar el poder político.[3]

Si algo demuestra la historia es que el poder, sea de la naturaleza que sea, tiende a concentrarse, por lo que me pregunto si Milton Friedman era un ignorante de la historia o, mucho más probablemente, y siendo conocedor de ello, mentía buscando un interés de otro orden. Bertrand Rusell ya argumentó en sus análisis sobre la concentración del poder de las corporaciones equiparándolas al poder de la Iglesia o de cualquier Estado [4]. Cuando leo las palabras de Friedman, me pregunto qué es entonces sino un poder concentrado, si no el poder más concentrado e influyente que existe actualmente, eso que se llama abstractamente como “los mercados”. Cuantas veces en estos últimos años hemos oído las exigencias de “los mercados” de ser calmados… Miro la primera página del periódico hoy (La Vanguardia, 5-04-2012) y leo: “Más presión del BCE (el Banco central Europeo) a España para calmar los mercados”. Hoy en día son frecuentes expresiones como “los mercados castigan”, “países que sufren un duro castigo de los mercados”, “es necesario devolver la confianza a los mercados” etc. etc. Y así hoy asistimos perplejos a como la política sirve al poder económico y sus exigencias  antes que al pueblo que dicen que representa.

El economista Santiago Niño Becerra, que previó lo que iba a suceder ya en el 2007 – lo que por cierto le valió ser tildado de apocalíptico – ya nos indica que la utilización del término “los mercados” es un intento manipulador de conferir categoría humana a lo que ni siquiera tiene existencia física. Veamos sus palabras al responder a la pregunta de qué son los “mercados internacionales”:

Una entelequia, un subterfugio para referirse “a quienes tienen el verdadero poder económico”. Son aquellas instituciones, grandes corporaciones, financieras o no, que tienen capacidad de crear tendencias e imponer opiniones que ningún gobierno puede eludir ni ignorar. El proceso globalizador vivido desde la época de los 80 supuso un verdadero despegue al eliminar barreras que dificultaban – no impedían – su expansión. Sus decisiones tienen alcance planetario y tienden a primar el interés, lo que en innumerables ocasiones implica pérdida de derechos y beneficios para personas concretas y culturas locales. Se hallan por encima de los estados y más allá de la política… (la negrita es mía) [5]

Son sumamente sugerentes sus siguientes palabras acerca de esta “personalización” de lo espectral en relación a la presión que “los mercados” ejercen sobre los bonos públicos españoles:

“los mercados” se convierten en “personas” a las que no se debe contrariar y a las que se debe complacer a fin de que no fuercen un nuevo aumento de la diferencia entre los bonos españoles y los alemanes, que son los que se toman como patrón de lo que encarecería la deuda española. ¿Y cómo se contraría a los mercados?  Pues gastando en temas que no tengan un claro retorno económico y que supongan distraer recursos, caso de los gastos en protección social, ¿y cómo se complace a “los mercados”? Fácilmente: recortando los gastos anteriores, elaborando presupuestos restrictivos, limitando constitucionalmente el déficit; reduciendo los impuestos sobre los beneficios, flexibilizando el mercado de trabajo y, en todo caso, incrementado la imposición directa. (la negrita es mía) [6]

Ese y no otro era el pensamiento de Milton Friedman en el que ese famoso título de capitalismo y libertad no es más que una excusa para librarnos al salvajismo capitalista más inhumano. Cuando se profundiza en estos temas más evidente se hace lo que los seres humanos somos para los “mercados”:

Imagen de Matrix: el ser humano como pila eléctrica

Una pila a la que cuando se agota se la desecha...


4. DEMOCRACIA LIBERAL: MAS DEMOCRACIA MENOS LIBERALISMO.

Asistimos perplejos a  la evolución de acontecimientos que actualmente se sucede día si y día también. Sucede algo que Ignacio Sánchez Cuenca describe en su libro Más democracia  menos liberalismo [7] y cuya tesis ya nos indica que en la democracia liberal pesa demasiado el liberalismo y demasiado poco la democracia. Asistimos perplejos a como los mismos que han perpetrado la crisis siguen aconsejando como salir de ella con las mismas recetas y monsergas liberales de siempre… con lo cual parece que finalmente se aprovecha la propia crisis para enfatizar la receta del capitalismo salvaje, confirmando una vez más las tesis de Naomi Klein en la doctrina del shock. Ante tamaño despropósito se replantea qué hacer con la esquelética democracia en relación con el orondo liberalismo. En el actual sistema ya sabemos la propuesta liberal y a que nos ha llevado. Dice Joaquin Estefanía en su libro La economía del miedo:

La gran recesión ha puesto en cuestión un conjunto de ideas que fueron las hegemónicas durante más de tres décadas; unas ideas que amalgamadas con los intereses creados, la política, las circunstancias de cada momento y lugar, compusieron la ideología y la política económica dominantes. Ideas que decían que era mejor no poner puertas al campo y que, el sistema, antes o después, se autorregularía solo; que el Estado era un problema y el mercado la solución; que el primero debía hacer únicamente lo que le dejase el último; que antes que distribuir había que crecer y nunca llegaba la segunda parte del silogismo; que combatir la inflación era la prioridad puesta que el desempleo solo es una variable de  los precios. Es inquietante que, en muchas ocasiones, volvamos ahora a las mismas monsergas teológicas y que los errores del pasado se presenten como soluciones para el futuro. Hemos sufrido mercados imperfectos, información asimétrica, competencia entre desiguales, mientras se nos trataba de convencer de todo lo contrario… [8]

¿Y con qué objetivo? Hay un momento en la película de Oliver Stone Wall Street 2. El dinero nunca duerme, en la que el protagonista Jacob (Shia LaBeouf) le pregunta a Bretton James (Josh Brolin), uno de esos grandes especuladores financieros, “cuál es su cifra […] la cantidad de dinero con la que se retiraría y haría su vida. Creo que todo el mundo tiene una cifra y es una cifra exacta, ¿Cuál es la suya?”, a lo que Bretton le responde con una sonrisa cínica: “Más”. Esa es la pulsión a la que apunta el capitalismo (ver entrada Cuando el destino nos alcance). Los grandes ideólogos capitalistas saben bien que el capitalismo no necesita la democracia (la China actual es el ejemplo más claro), pero argumentan que la democracia si necesita el capitalismo… Y, sin embargo, ese mismo argumento ya enmarca el problema: la pulsión del capitalismo, y en especial de los mercados financieros, es que el dinero es la medida del valor de todas las cosas, y es en ese sentido que el capitalismo no tiene medida ni límite y por eso mismo lo rehúye y no lo quiere. La esencia de ese pensamiento capitalista lo resume muy bien de nuevo Joaquín de Estefanía cuando pone en palabras a ese pensamiento pulsional:

Lamentamos sinceramente el destino que habéis tenido, pero las leyes de la economía son despiadadas y es preciso que os adaptéis a ella reduciendo las protecciones que aun tenéis. Si os queréis enriquecer debéis aceptar previamente una mayor precariedad. Este es el contrato social del futuro, el que os hará encontrar el camino del dinamismo. [9]

La realidad, como Milton Friedman entrevió, el capitalismo necesita la democracia como excusa para justificar una acción que, dejada a su curso, se torna esencialmente injustificable. Es algo que no se escapa a la mente de algunos de los más sagaces filósofos de la política cuando se contempla el caso de la actual China. Dice al respecto Slavoj Zizek:

En lugar de considerar que lo que sucede en la China de hoy es una distorsión oriental y despótica del capitalismo, deberíamos ver en este proceso la repetición del desarrollo que tuvo el capitalismo en la propia Europa. En los primero años de la era moderna, la mayoría de los estados europeos distaban de ser democráticos – y en el caso que ya lo fueran (como sucedía por ejemplo en los países bajos) la democracia se aplicaba únicamente a la élite liberal no a los trabajadores. Las condiciones propicias para el capitalismo se crearon y se mantuvieron mediante la imposición de una brutal dictadura estatal muy similar a la de la actual China […] [10]

Zizek concluye diciendo algo que hemos olvidado y que muchos partidos de izquierda actuales también han olvidado como una  herencia de la que no deberían renegar:

Todas las características que hoy identificamos con la democracia liberal y la libertad  (estos es, la exigencia de sindicatos, el sufragio universal, la enseñanza pública y gratuita, libertad de prensa, etc…) se obtuvieron porque las clases bajas libraron una larga y difícil lucha que se prolongaría a lo largo del siglo XIX – lo que significa que todas esas libertades distan mucho de ser una consecuencia “natural” de las relaciones capitalistas. [11]

De hecho con China asistimos a algo que nos aporta un hecho sorprendente sobre el que pensar: el espectacular desarrollo del capitalismo en China, un capitalismo prácticamente sin límites, surge de su combinación con un régimen autoritario comunista.

Con todo este panorama se nos plantea qué hacer con la democracia, o sea, qué hacer con el poder que reside en el pueblo, un poder que progresivamente se diluye en el ritual del voto periódico e impersonal, entre los intereses económicos (más dinero), los intereses políticos (perpetuarse en el gobierno), sin olvidarnos del cada día más determinante poder judicial (ávido de más influencia),  y las sinergías que entre todos ellos se establecen - por más que todos hablen de su independencia -. 

NOTAS.
___________________

[1] Badiou, Alain. Elogio del amor. La esfera de los libros.
[2] Ranciére, Jacques. Odio a la democracia. Amorrortu editores.
[3] Beyer, Harald. Selección de escritos políticos y económicos de Milton Friedman. CEP Chile.
[4] Rusell, Bertrand. El poder. Un nuevo análisis social. RBA editores.
[5] Niño Bacerra, Santiago. Más allá del crash. Apuntes para una crisis. Los libros del lince.
[6] Ídem anterior.
[7] Sánchez Cuenca, Ignacio. Más democracia menos liberalismo. Katz.
[8] Estafanía, Joaquin. La economía del miedo. Galaxia Gutemberg.
[9] Ídem anterior
[10] Zizek, Slavoj. De la democracia a la violencia divina. Varios Autores. Democracia en suspenso. Ediciones Casus Belli.
[11] Douglas, Tommy, Mouseland:


Es la historia de un lugar llamado Mouseland [tierra de los ratones]. Mouseland era un lugar donde todos los pequeños ratones vivían y jugaban, nacían y morían. Y ellos vivían de la misma manera que tú y que yo. Incluso tenían un Parlamento, y cada cuatro años tenían una elección. Caminaban rumbo a las urnas y votaban.

Algunos de ellos incluso obtenían un aventón a las casillas, un aventón que recibían cada cuatro años. Como tú y como yo. Y cada día de elecciones todos los pequeños ratones acostumbraban ir a la casilla y elegían un gobierno. Un gobierno integrado por enormes y gordos gatos negros.

Ahora, si piensas que es extraño que ratones elijan un gobierno de gatos, sólo mira la historia de Canadá por los últimos noventa años y entonces verás que ellos no son más estúpidos que nosotros… No estoy diciendo nada en contra de los gatos. Ellos eran buenas bestias.

Ellos conducían su gobierno con dignidad, pasaban buenas leyes, esto es, leyes que eran buenas para los gatos. Pero estas leyes que eran buenas para los gatos no eran muy buenas para los ratones. Una de las leyes decía que la entrada a la ratonera tenía que ser lo suficientemente grande para que un gato pudiera meter su pata en ella. Otra ley decía que los ratones sólo podían moverse a ciertas velocidades, para que el gato pudiera obtener su desayuno sin mucho esfuerzo físico.

Todas estas leyes eran buenas leyes… para los gatos. Pero, oh, eran en verdad duras para los ratoncitos. Y cuando los ratones no pudieron soportar más, decidieron que algo debía hacerse. Entonces, fueron en masa a las urnas y echaron a los gatos negros del gobierno… Y pusieron gatos blancos en su lugar. Ahora, los gatos blancos hicieron una campaña fabulosa.

Ellos dijeron: “Todo lo que Mouseland necesita es más visión”. Dijeron: “El problema con Mouseland son las entradas redondas a las ratoneras. Si nos elijen introduciremos entradas cuadradas”. Y eso fue lo que hicieron. Ahora, las entradas cuadradas fueron el doble de grandes que las redondas, y así los gatos pudieron introducir en ellas sus dos patas. Así que la vida se tornó más difícil que nunca.
Para cuando los ratones no pudieron soportarlo más votaron en contra de los gatos blancos y pusieron a los negros de nuevo. Para luego regresar a los gatos blancos y de ahí otra vez a los negros. Incluso trataron con gatos mitad blancos, mitad negros y lo llamaron: Coalición.

Desesperados intentaron un gobierno de gatos con motas en la piel, un gobierno de gatos que hacían sonidos como ratones, pero que comían como gatos.

Ven mis amigos, el problema no estaba en el color de los gatos. El problema era que eran GATOS. Y porque eran gatos, naturalmente, veían por los intereses de los gatos y no los de los ratones. Finalmente, llegó un pequeño ratoncito que tenía una idea. Mis amigos, tengan cuidado con quien tiene una idea. Y él dijo a los otros ratones, “Miren compañeros, ¿por qué seguimos eligiendo un gobierno de gatos? ¿Por qué no elegimos un gobierno de ratones? “¡OH!!”, dijeron, “es un BOLCHEVIQUE, ¡Enciérrenlo!”Así que lo pusieron en la cárcel.

Lo que quiero recordarles es: pueden encerrar a un ratón o un hombre, pero no pueden encerrar una idea.

2 comentarios:

  1. PESIMO ARTÍCULO, DEMASIADO JUICIO DE VALOR

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    1. Curiosamente, sólo has necesitado seis palabras para hacer juicio de valor.

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