Con La película Las
horas (2002) nos encontramos con cine en estado puro: una dirección de Stephen
Daldry (Billy Elliot, The reader) en estado de gracia; un guion
excelente de David Hare; la actuación de tres artistas mayúsculas: Nicole
Kidman (Virginia Woolf), Julianne
Moore (Laura Brown) y Meryl Streep (Clarissa
Vaughan) apoyadas por secundarios de lujo como Ed Harris (Richard Brown)
o Stephen
Dillane (Leonard Woolf); y finalmente una banda sonora espléndida que
capta la esencia del tema de la película compuesta por Philip Glass.
Las horas toma como
punto de referencia la obra de Virginia Woolf “La señora Daloway”. Este libro es el nexo de unión de tres
historias que ocurren en tres momentos distintos en el tiempo: la historia de
Virginia Woolf con su enfermedad psíquica, el trastorno bipolar; la historia de
Laura Brown, una ama de casa que vive desolada y sin sentido de la Norteamérica de
después de la segunda guerra mundial, y posiblemente aquejada de un trastorno
severo de depresión mayor; y finalmente de Clarissa Vaughan, una mujer situada
en nuestros tiempos y que vive refugiada en la enfermedad de Richard Brown – su
amor platónico de juventud -, un poeta y escritor víctima del SIDA a quien se
esfuerza por cuidar.
La película constituye
una profunda reflexión sobre la depresión, la crisis existencial y el sentido
de la propia vida, el amor, la muerte y la libertad. Empezaremos por las
historias de cada uno de sus personajes.
1. LOS PERSONAJES.
1.1. VIRGINIA WOOLF Y LEONARD WOOLF.
1. LOS PERSONAJES.
1.1. VIRGINIA WOOLF Y LEONARD WOOLF.
Se nos presenta a la
escritora inglesa confinada en Richmond, un pueblo de los exteriores de Londres
a causa de su enfermedad viviendo con su abnegado y amante esposo Leonard quien
cuida de ella. La película empieza precisamente con su suicidio y con una parte
del texto de la carta que dejo a Leonard, un texto ahora universalmente
conocido que dice:
Virginia Woolf |
La enfermedad que
aquejaba a Virginia era lo que actualmente se diagnostica como Trastorno
bipolar, el antiguamente llamado ciclo maníaco-depresivo. Ella también
representa el elemento reflexivo que se esconde detrás de todas las vivencias
de los protagonistas de la película y que implica una difícil reflexión sobre
los actos humanos cuando están implícitos la vida, la muerte, el amor y la
libertad. Virginia se siente una muerta en vida que, involuntariamente,
arrastra a Leonard en su infierno. Un momento crítico y precioso de la película
es cuando Virginia quiere tomar el tren para marcharse de Richmond y volver a
Londres. Justo entonces llega su esposo a la estación… El diálogo que se
establece no tiene pérdida pues nos muestra ambos sufrimientos unidos por el
amor y el miedo a la muerte: el del cuidado y el del cuidador. La necesidad de
libertad de Virginia, y la de Leonard para que ella mantenga su equilibrio y su
salud. Veamos algunos momentos de este diálogo:
Leonard: ¡Tú tienes una obligación con tu
cordura!
Virginia: ¡Soy atendida por médicos! ¡A todas horas soy atendida por médicos que me informan de mis propios intereses!
Leonard: ¡Porque ellos los conocen!
Virginia: ¡¡Eso no es cierto!! ¡No conocen ni un ápice de lo que me interesa…!
Leonard: Virginia… Yo puedo entender que… que […] que es difícil para una mujer de tu talento aceptar que no es la más adecuada para juzgar su estado […] ¡Tienes un historial! ¡Un historial de confinamiento por tus continuos ataques, desmayos, las voces que oyes…! Te trajimos aquí para salvarte del irrevocable daño que pretendías hacerte… ¡Has intentado suicidarte dos veces! Vivo a diario con esa amenaza… Monté la imprenta… Montamos la imprenta no sólo per el hecho en sí, no estrictamente por eso, si no para que tuvieras a mano una fuente de ocupación y rehabilitación…
Virginia: ¿Cómo el punto de cruz? – responde irónicamente –
Leonard: ¡¡Todo se hizo por ti, se hizo para que mejoraras!! ¡¡Se hizo por amor!! Si no te conociera diría que esto es ingratitud…
Virginia: ¿Soy una ingrata? ¡Me estás llamando ingrata… A mi me han robado mi vida. Vivo en un pueblo que no deseo y vivo una vida que no deseo llevar […] Si pensara con claridad Leonard podría decirte que estoy luchando sola y envuelta en la oscuridad y que sólo yo conozco, solo yo comprendo mi propio estado… Y tu vives, dices que vives con la amenaza de mi extinción. Leonard, yo también vivo con ella. Ejerzo mi derecho, el derecho de todo ser humano, elijo no el asfixiante anestésico de los suburbios sino la violenta sacudida de la capital, esa es mi elección. A la paciente más humilde, a la más modesta le permiten dar su opinión en el modo de seguir su tratamiento. Así define su humanidad. Desearía por ti ser feliz en esta tranquilidad… pero si debe elegir entre Richmond y la muerte elijo la muerte.
Leonard: Muy bien… pues Londres. Volveremos a Londres.
Virginia: ¡Soy atendida por médicos! ¡A todas horas soy atendida por médicos que me informan de mis propios intereses!
Leonard: ¡Porque ellos los conocen!
Virginia: ¡¡Eso no es cierto!! ¡No conocen ni un ápice de lo que me interesa…!
Leonard: Virginia… Yo puedo entender que… que […] que es difícil para una mujer de tu talento aceptar que no es la más adecuada para juzgar su estado […] ¡Tienes un historial! ¡Un historial de confinamiento por tus continuos ataques, desmayos, las voces que oyes…! Te trajimos aquí para salvarte del irrevocable daño que pretendías hacerte… ¡Has intentado suicidarte dos veces! Vivo a diario con esa amenaza… Monté la imprenta… Montamos la imprenta no sólo per el hecho en sí, no estrictamente por eso, si no para que tuvieras a mano una fuente de ocupación y rehabilitación…
Virginia: ¿Cómo el punto de cruz? – responde irónicamente –
Leonard: ¡¡Todo se hizo por ti, se hizo para que mejoraras!! ¡¡Se hizo por amor!! Si no te conociera diría que esto es ingratitud…
Virginia: ¿Soy una ingrata? ¡Me estás llamando ingrata… A mi me han robado mi vida. Vivo en un pueblo que no deseo y vivo una vida que no deseo llevar […] Si pensara con claridad Leonard podría decirte que estoy luchando sola y envuelta en la oscuridad y que sólo yo conozco, solo yo comprendo mi propio estado… Y tu vives, dices que vives con la amenaza de mi extinción. Leonard, yo también vivo con ella. Ejerzo mi derecho, el derecho de todo ser humano, elijo no el asfixiante anestésico de los suburbios sino la violenta sacudida de la capital, esa es mi elección. A la paciente más humilde, a la más modesta le permiten dar su opinión en el modo de seguir su tratamiento. Así define su humanidad. Desearía por ti ser feliz en esta tranquilidad… pero si debe elegir entre Richmond y la muerte elijo la muerte.
Leonard: Muy bien… pues Londres. Volveremos a Londres.
Virginia no puede evitar contemplar el sufrimiento con el que Leonard dice esta última frase... La dureza de la situación se refleja en estas últimas imágenes en silencio de Virginia y Leonard, cuando se hace patente que se haga lo que se haga implica el sufrimiento del otro.
Nicole Kidman como Virginia Woolf |
El silencio de
Virginia revela su comprensión final: la dificultad de la libertad reside en
situaciones como ésta, cuando libertad y amor no se encuentran por el
sufrimiento que media entre ellos. Cuando la libertad es el sufrimiento del
amor, o el amor es el sufrimiento de la libertad. Al final, la solución que
halla Virginia es el suicidio, ya no como elección sobre la anestésica
Richmond, sino como liberación de su propia muerte en vida y también de la de
Leonard. La decisión de Virginia alrededor de esta situación es, desde su punto
de vista, de una claridad impecable. Dice en otro momento a Leonard al hablar
de la necesidad de que alguien debe morir en su obra La señora Daloway: Alguien
tiene que morir para que los demás valoremos la vida. Establece un contraste.
Stephen Dillane como Leonard Woolf |
Efectivamente, como iremos viendo con cada uno de los personajes la
vida se reafirma ante la muerte: Leonard ante la de Virginia, Laura ante la
amenaza de cáncer de una amiga suya y Clarissa ante la muerta de Richard Brown.
1.2.
LAURA BROWN.
Laura es una ama
de casa que ha perdido el sentido de su vida. Presa de una crisis existencial
profunda, posiblemente aquejada de un trastorno depresivo mayor, siente su vida
absolutamente vacía a pesar de tener un buen marido, un hijo y de estar esperando
a otro. Presa de su mundo árido y perdido Laura tiene dificultades para
expresar afecto, algo que su hijo, que luego la película nos revela como el
poeta enfermo de sida Richard Brown – el protegido de Clarissa -, sigue constantemente a su madre,
como si intuyera que esta pudiera
desaparecer en cualquier momento. Laura es otra
muerta en vida confinada en su familia como lo era Virginia en Richmond.
La película nos narra su abandonado intento de suicidio y como luego, tras la
muerte de su hijo Richard, se revela que finalmente abandonó a su familia. El
diálogo que establece con Clarissa es otra secuencia sin pérdida:
Tenía
mis dos hijos. Les abandoné… Es lo peor que puede hacer una madre […] Hay
momentos en que estás perdida y crees que lo mejor es suicidarte… Una vez fui a
un hotel. Esa misma noche tracé un plan. Planeé dejar mi familia cuando naciera
mi segundo hijo. Y eso hice. Me levanté una mañana, hice el desayuno, fui a la
parada del autobús y subí a él. Había dejado una nota. Conseguí un empleo en
una biblioteca en Canadá. Quizá sería maravilloso decir que te arrepientes,
sería fácil. ¿Pero tendría sentido? ¿Acaso puedes arrepentirte cuando no hay
alternativa? No pude soportarlo y ya está. Nadie va a perdonarme. Era la
muerte, yo elegí la vida.
Julianne Moore como Laura Brown |
3. CLARISSA VAUGHAN Y RICHARD BROWN.
La historia de Clarissa transcurre en 1991 y ella representa en la película la auténtica señora Daloway… De hecho su día empieza como el de la protagonista del libro de Virginia Woolf, teniendo que organizar una fiesta para celebrar la entrega de un premio de poesía para Richard… Clarissa, como la señora Daloway, vive un mundo banal, un mundo en el que parece que vive más para Richard que para ella misma y en el que parece esforzarse para que tenga sentido y sea feliz para todos… excepto para ella misma.
La historia de Clarissa transcurre en 1991 y ella representa en la película la auténtica señora Daloway… De hecho su día empieza como el de la protagonista del libro de Virginia Woolf, teniendo que organizar una fiesta para celebrar la entrega de un premio de poesía para Richard… Clarissa, como la señora Daloway, vive un mundo banal, un mundo en el que parece que vive más para Richard que para ella misma y en el que parece esforzarse para que tenga sentido y sea feliz para todos… excepto para ella misma.
Meryl Streep como Clarisa Vaughan |
En un primer encuentro
con Richard – quién la llama señora Dalloway – éste le dice algo muy
significativo acerca de la fiesta que organiza para él: ¡Ah señora Dalloway…
siempre organizando fiestas para disimular el vacío! Y un poco más adelante la
conversación toma el siguiente giro:
Richard: ¿Te enfadarías si…?
Clarissa: ¿Si me enfadaría si no aparecieras en la fiesta?
Richard: ¿Te enfadarías si me muriera?
Clarissa: ¿Si murieras?
Richard: ¿Para quién es esa fiesta?
Clarissa: ¿Cómo para quién es… qué quieres hacer, qué estas insinuando?
Richard: No insinuo nada… Lo digo… Creo que sólo sigo vivo para satisfacerte.
Clarissa: Bueno… Eso es lo que hacemos todos. Lo hace todo el mundo… seguir vivos por los demás.
[…]
Richard: ¿Cuántos años hace que vienes ayudarme? ¿¡Qué pasa con tu vida!? ¿Qué pasa con Sally – la hija de Clarissa -? ¿Qué harás cuando me muera? Tendrás que pensar en ti misma. ¿Cómo reaccionarás?
Richard: ¿Te enfadarías si…?
Clarissa: ¿Si me enfadaría si no aparecieras en la fiesta?
Richard: ¿Te enfadarías si me muriera?
Clarissa: ¿Si murieras?
Richard: ¿Para quién es esa fiesta?
Clarissa: ¿Cómo para quién es… qué quieres hacer, qué estas insinuando?
Richard: No insinuo nada… Lo digo… Creo que sólo sigo vivo para satisfacerte.
Clarissa: Bueno… Eso es lo que hacemos todos. Lo hace todo el mundo… seguir vivos por los demás.
[…]
Richard: ¿Cuántos años hace que vienes ayudarme? ¿¡Qué pasa con tu vida!? ¿Qué pasa con Sally – la hija de Clarissa -? ¿Qué harás cuando me muera? Tendrás que pensar en ti misma. ¿Cómo reaccionarás?
Ed Harris como Richard Brown |
Efectivamente Richard
pone de relieve la realidad de Clarissa. Ella le necesita para dar sentido a
una vida que transcurre vacía y sin sentido… Es algo que posteriormente se
manifiesta definitivamente en un diálogo con su hija:
_____________________________
ALGUNAS PELÍCULAS DE INTERÉS: CREATIVIDAD Y DEPRESIÓN.
EL LOCO DEL PELO ROJO (1956)
Director: Vincente Minnelli
Actores: Kirk Douglas, Anthony Quinn, James Donald
Película basada sobre la vida y obra de Van Gogh. Kirk Dougles - practicamente un doble de Van Gogh . interpreta convincentemente el mundo inestable por el que transitó la vida y la obra de este genio de la pintura.
POLLOCK (2000).
Director: Ed harris
Actores: Ed Harris, Marcia Gay Harden, Val Kilmer
Película basada en la vida y obra de Jackson Pollock que cuenta con dos grandes interpretaciones de Ed Harris (Pollock) y de la que fue su pareja Lee Krasner, interpretada por Marcia Gay Harden.
LA PASIÓN DE CAMILLE CLAUDEL (1988).
Director: Bruno Nuytten
Actores: Isabelle Adjani, Gérard Depardieu
Pelicula basada en la tormentosa relación de Camille Claudel y Rodin, así como en su obra y posterior enfermedad de Camille.
SHINE, EL RESPLANDOR DE UN GENIO (1996).
Director: Scott Hicks
Actores: Geoffrey Rush, Armin Mueller-Stahl, Lynn Redgrave
Película basada en la vida, enfermedad y recuperación - dentro de los márgenes de su enfermedad - del pianista David Helfgott (Geoffrey Rush). Muy impactantes las imágenes acerca de la relación en su infancia con su padre (extraordinario Armin Mueller-Sthal)
LLÁMAME PETER (2004).
Director: Stephen Hopkins
Actores: Geoffrey Rush, Charlize Theron, Emily Watson
Película basada en la vida del actor Peter Sellers (Geoffrey Rush) que pone énfais en su difícil relación con su madre y la mujer en general.
Clarissa: ... Voy a montar una fiesta... ¡Lo
único que quiero es montarle esta fiesta! [...] Esta mañana me ha vuelto a hacerlo... Me ha mirada de esa
manera [...] Como diciéndome tu vida es trivial. Tú no eres tan trivial. Sólo
haces cosas cotidianas, horarios y fiestas... y minucias. Eso me dice, me lo
dice con esa mirada.
Sally: Eso sólo importa si crees que es verdad... (silencio de Clarissa) ¿¡Qué!? ¿Lo crees? Dímelo.
Clarissa: Cuando estoy con él... si, me siento viva. Y cuando no estoy con él... si, todo me parece un poco absurdo.
Sally: Eso sólo importa si crees que es verdad... (silencio de Clarissa) ¿¡Qué!? ¿Lo crees? Dímelo.
Clarissa: Cuando estoy con él... si, me siento viva. Y cuando no estoy con él... si, todo me parece un poco absurdo.
Clarissa se nos
presenta como una personalidad confluente que vive a través del otro, que a
través del otro participa de algo que no encuentra en ella misma, de un algo
que no es más que el vacío experimentado como falta de sentido... El vacío
estéril del que habla la gestalt, el vacío del que no logra emerger la propia fertilidad.
En un momento de ese diálogo con su hija Clarissa dice: Aun recuerdo aquella mañana... Me desperté al amanecer, se abría ante
mí un mundo de posibilidades... ¿Conoces esa sensación? Y recuerdo que me quedé
pensando: Así que esto es el comienzo de la felicidad, donde empieza, y siempre
habrá más. Nunca se me ocurrió que no era el comienzo, que era la felicidad. Un
punto importante de reflexión, puesto que la felicidad son momentos y mucho con
ella depende de cómo vivimos o aprovechamos estos momentos. Su hija antes la
había respondido al respecto que eso es
porque fuiste joven. Ese es un gran tema, el gran tema al que el ser humano
se enfrenta con el paso del tiempo... La juventud nos ofrece un potencial de
posibilidades, luego el paso del tiempo nos ofrece aquello que hemos hecho con
ese potencial y las respuestas que hallamos no son siempre fáciles y satisfactorias.
Frente a ese mundo de posibilidades se enfrenta el mundo de las decisiones, decisiones que poco a poco irán configurando un camino... hasta un momento en
que el propio camino nos interroga acerca de su sentido y de cómo este da
testimonio de nuestra propia vida. Este suele ser un momento complejo.
Como la señora Daloway
de Virginia Woolf, la vida de Clarissa pasa entre las minucias y formalidades
de una sociedad perdida en la imagen y los estereotipos, en los roles sociales,
conceptos, todos ellos, en los que tanto énfasis ponemos en la gestalt como
fuente de enfermedad psíquica e insatisfacción, finalmente el vacío de ser.
Ahora podemos ver como
la serie de las tres historias de Virginia, Laura y Clarissa nos permiten
reflexionar sobre las fronteras de la depresión y de su relación con las crisis
existenciales.
2.
LAS HORAS, LA DEPRESIÓN Y LA CRISIS EXISTENCIAL.
Hay como una reflexión
implícita entre las tres mujeres y la depresión que puede establecerse como la
frontera que hay entre la crisis existencial y la depresión (de Clarissa a Laura),
y la depresión y las depresiones estructurales (de Laura a Virginia).
2.1.
CLARISSA Y LA NEUROSIS: La pre-depresión o la crisis existencial.
Clarissa nos muestra el
tipo de persona que puede desarrollar una depresión a menos que antes no tome
consciencia de qué le ocurre a su vida, o lo que es lo mismo, el atreverse a
preguntarse qué vida es la que se está llevando. El atreverse a preguntar si
realmente estoy realizando, en la medida de lo posible, la vida que deseo o no
hago más que llevar una vida en el fondo impuesta por las presiones sociales:
se nos enseña muy bien a hacer los que “debemos” hacer. Como decía Lacan acerca
de los regímenes políticos, sean del bando que sean todos marcan deberes,
ninguno dice: ¡deseen! Clarissa vive para los otros y a través de los otros, no
a través de sí misma. Recordemos: Eso es
lo que hacemos todos. Lo hace todo el mundo… seguir vivos por los demás. Richard
la descubre cuando le dice aquello de “organizando fiestas para así disimular
el vacío”. Se observa en ella, hasta el momento en que se desmonta, la
negación como mecanismo de defensa de evitación del dolor. A partir del
diálogo con Richard, luego con Paul (el ex de Richard) y su hija, y finalmente
tras escuchar a Laura, la madre de Richard, parece que Clarissa se da cuenta de
la mentira en la que vive y a través de la que su propia vida se pierde. Es significativa
esa escena en la que tras escuchar la historia de Laura y retirarse a su
habitación besa apasionadamente a su compañera Anne como la primera manifestación
en todo el film de su deseo...
Clarissa representa el
estado de pre-depresión al que suelen en muchas ocasiones llevar nuestras
neurosis que no son más que cárceles del ser, cárceles del ser que tienen el
origen de su construcción ya en nuestra infancia (como con la depresión y el
abandono posterior de Laura con el que probablemente se empezó a configurar la
cárcel de Richard). Clarissa representa así la entrada en ese estado
pre-depresivo que no es más que el desmoronamiento de las defensas neuróticas
manifestándose como crisis existenciales, el malestar por la falta de contenido
de la propia vida, ese estado que ya Jung definió como las crisis de la madurez
o de la mitad de la vida, esas crisis que llevan a algunos a preguntarse qué
estoy haciendo con la propia vida, con el tiempo que se nos ha dado.
Generalmente son una encrucijada entre los cambios o la depresión, es decir, si
uno no se atreve a realizar algunos
cambios respecto a su vida y a la actitud que mantiene hacia ella el riesgo es la
enfermedad psíquica, la caída en la depresión. Al final de la película, y como
cierre, Virginia dice unas palabras dirigidas a Leonard que parecen hacer una
exacta referencia al problema de actitud que aquí comentamos ahora y que
también parece incluir una mayor comprensión de la vida humana en sí misma:
Querido
Leonard mirar la vida a la cara... Siempre hay que mirarla a la cara y
conocerla por lo que es. Así podrás conocerla, quererla por lo que es. Y luego
guardarla dentro. Leonard guardaré los años que compartimos, guardaré esos años
siempre, y el amor siempre, y las
horas...
Siempre que releo estas
palabras me emocionan porque siento que mirar la vida a la cara es el mayor
acto de vulnerabilidad que puede hacer un ser humano. Mirar la cara de la vida
y de su increíble misterio desde la consciencia de ese ser que somos para conocerla y quererla por lo que es, no por
lo que nos gustaría que fuese o por las fantasías que nos hacemos acerca de lo
que es, ambas siempre al servicio de nuestro narcisismo. Mirar la vida por lo que
es, conocerla y quererla por lo que es, es tomar consciencia de su fragilidad,
de su finitud en lo particular y su infinitud en lo genealógico, de su fuerza
como fenómeno y de la fragilidad y provisionalidad de sus creaturas. Mirar la
vida a la cara creo que es como mirar a Dios, una experiencia numinosa que nos
coloca por delante nuestra pequeñez y nuestra vulnerabilidad ante la
grandiosidad del misterio y la majestad de la existencia y la creación. Mirar la vida a la cara es mirar lo que hay en ella
de insondable como quererla es querer lo que hay en ella de inaprensible e
incomprensible y guardar aquello que ella nos ha permitido vivir y que tan
bellamente expresa Virginia: guardaré los
años que compartimos, guardaré esos años siempre, y el amor siempre, y las horas...
Antes esas palabras de
Virginia, su mirar a la cara a la vida recuerdo dos momentos importantes. Uno
la spalabras de Jung en su libro autobiográfico escrito con Aniella Jaffé:
Cuando
se dice que soy sabio o un “erudito” yo no puedo aceptarlo. Una vez alguien
llenó un sombrero con agua de un torrente. ¿Qué significa esto? Yo no soy este
torrente, pero yo no hago nada. ¿Qué significa esto? Los demás hombres están
junto a este torrente, pero piensan las más de las veces que ellos mismos lo
hicieron. Yo no hago nada. No pienso nunca que soy quien ha de velar para que
las cerezas tengan rabo. Estoy ahí maravillándome de lo que la naturaleza es
capaz.
Existe una antigua hermosa leyenda de un rabí ante el que acudió un discípulo y le preguntó: “Antiguamente hubo hombres que vieron a Dios; ¿por qué hoy no los hay?” El rabí respondió: “Porque hoy nadie puede humillarse tanto”. Hay que humillarse algo para sacar agua del torrente.[1]
Existe una antigua hermosa leyenda de un rabí ante el que acudió un discípulo y le preguntó: “Antiguamente hubo hombres que vieron a Dios; ¿por qué hoy no los hay?” El rabí respondió: “Porque hoy nadie puede humillarse tanto”. Hay que humillarse algo para sacar agua del torrente.[1]
Jung esculpiendo piedra en Bollingen |
Esa visión puede
complementarse con los versos de Walt Whitman:
Me
siento a contemplar todos los dolores del mundo, y toda la
Opresión y vergüenza,
oigo los sollozos compulsivos, secretos, de los jóvenes en
Conflicto con ellos mismos, arrepentidos de sus actos,
veo en el arroyo a la madre ultrajada por sus hijos, que muere
Opresión y vergüenza,
oigo los sollozos compulsivos, secretos, de los jóvenes en
Conflicto con ellos mismos, arrepentidos de sus actos,
veo en el arroyo a la madre ultrajada por sus hijos, que muere
Abandonada, extenuada, desesperada,
veo la mujer ultrajada por su marido, veo al infame seductor
de las jóvenes,
observo el encono de los celos y del amor desdeñado que intenta
veo la mujer ultrajada por su marido, veo al infame seductor
de las jóvenes,
observo el encono de los celos y del amor desdeñado que intenta
ocultarse, veo estos espectáculos sobre
la tierra,
veo los efectos de las batallas, de la peste, de la tiranía, veo
a los mártires y a los prisioneros,
observo el hombre del mar y a los marineros echando suertes
veo los efectos de las batallas, de la peste, de la tiranía, veo
a los mártires y a los prisioneros,
observo el hombre del mar y a los marineros echando suertes
para
ver cual morirá para salvar la vida de los otros,
observo las humillaciones y degradaciones impuestas por los
orgullosos a los obreros, a los pobres, a los negros;
todas estas cosas, todas las vilezas y agonías sin fin me siento
observo las humillaciones y degradaciones impuestas por los
orgullosos a los obreros, a los pobres, a los negros;
todas estas cosas, todas las vilezas y agonías sin fin me siento
a contemplar,
a ver, a oír, y permanezco mudo.
¡Oh mi yo! ¡Oh vida!, de sus preguntas que vuelven,
a ver, a oír, y permanezco mudo.
¡Oh mi yo! ¡Oh vida!, de sus preguntas que vuelven,
del
desfile interminable de los desleales, de las ciudades llenas
de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre (pues, ¿quién es más
necio que yo, ni más desleal?)
de los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos despreciables,
de la lucha siempre renovada,
de los malos resultados de todo, de las multitudes afanosas y
sórdidas que me rodean,
e los años vacíos e inútiles de los demás,
la pregunta, ¡Oh mi yo!, la pregunta triste que vuelve – qué
de bueno hay en medio de todas estas cosas, oh, mi yo, oh
vida?
Que estás aquí – que existen la vida y la identidad,
de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre (pues, ¿quién es más
necio que yo, ni más desleal?)
de los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos despreciables,
de la lucha siempre renovada,
de los malos resultados de todo, de las multitudes afanosas y
sórdidas que me rodean,
e los años vacíos e inútiles de los demás,
la pregunta, ¡Oh mi yo!, la pregunta triste que vuelve – qué
de bueno hay en medio de todas estas cosas, oh, mi yo, oh
vida?
Que estás aquí – que existen la vida y la identidad,
Que
prosigue el poderoso drama, y que puedo contribuir con un
verso.[2]
verso.[2]
Walt Whitman escribiendo sus poemas |
Y que se conjugan en
las siguientes palabras de Jung:
El
mundo en el que nacemos es rudo y cruel y al mismo tiempo de belleza divina. Es
cuestión de temperamento creer qué es lo que predomina: el absurdo o el
sentido. Si el absurdo predomina se desvanecería en gran medida el sentido de
la vida en rápida evolución. Pero tal no es – o me parece ser – el caso.
Probablemente, como en todas las cuestiones metafísicas, ambas cosas son
ciertas: la vida es sentido y absurdo o tiene sentido y carece de él. Tengo la
angustiosa esperanza de que el sentido prevalecerá y ganará la batalla.[3]
Veamos por lo tanto que
para el ser humano vida y sentido se dan la mano... ese parece ser ese elemento
insondable que oculta el rostro de la vida: ¿tiene sentido? Jung y Whitman
parecen darnos una pista sobre ello: la respuesta está en nosotros, en cada uno
de nosotros. La respuesta parece vincularse a qué sentido la daremos nosotros a
nuestra propia vida. Clarissa representa la pérdida de sentido, del propio
sentido, precisamente porque ha perdido la capacidad de mirar a la vida de
frente... por eso corre el riesgo de enfermar, por eso se halla en ese estado
pre-depresivo que caracteriza las crisis existenciales, una interrogación sobre
que sentido le está dando ella a su propia vida.
Es importante,
no obstante, destacar que tanto Virginia como Robert se suicidan y en ambos
está la visión de que con su
muerte se produce una liberación (el poeta debe morir, el visionario dice Virginia)... Dice Virginia en su carta de despedida a
Leonard: No puedo luchar más. Sé que
estoy arruinando tu vida, que sin mí tú podrás trabajar. Lo harás, lo sé. Y
le dice Richard a Clarissa: Creo que sólo
sigo vivo para satisfacerte. Ambas decisiones se enmarcan dentro de esa
frase de Virginia a Leonard hablando del desenlace del libro de La señora Daloway: Alguien tiene que morir para que los demás valoremos la vida. Establece
un contraste.
Más allá de esta consideración en la segunda parte que le dedicaremos a
esta película abordaremos la relación que en ella se plantea entre libertad,
amor, vida y muerte.
2.2. LAURA Y LA
DEPRESIÓN.
Laura es la
persona que al no poder tomar decisiones (más allá del momento histórico y de
la dificultad de la mujer en aquellos días de los años 50 correspondientes a la
posguerra) cae plenamente en una depresión severa (un trastorno depresivo
mayor) que se observa en distintos
aspectos de su comportamiento y que, desde un punto de vista gestáltico, se
caracteriza por un estado general de desenergetización... una desenergetización
vital en toda la regla que se manifiesta como tristeza, sentimientos de vacío y
sinsentido, irritabilidad, desesperanza, sentimientos de culpabilidad, melancolía
y aridez afectiva... y que en muchas ocasiones viene acompañado de su consecuencia
más grave como son los pensamientos de suicidio y los intentos (un 66% de los casos piensa en ello
y un 15% lo intenta). Recordemos que en un momento de la película Laura se prepara en un motel para suicidarse. Más allá de los tratamientos bioquímicos con
antidepresivos y ansiolíticos que, en su justa medida, ayuda a su tratamiento,
una depresión, como opinan muchos psicoterapeutas de distintas orientaciones no
deja de ser una oportunidad. ¿Una oportunidad de qué? Adecuadamente tratada y
bien seguida y aceptada, una depresión es una oportunidad para el cambio. De
hecho en el fondo de una depresión de
estas características está la necesidad de cambio. Ver la depresión como una
consecuencia de una vida sin sentido o, peor aun, basada en falsos sentidos,
nos da la oportunidad de contemplarla como una reacción psíquica consecuencia
de llevar una vida, o de aparentar una imagen - La señora Daloway -que no tiene tanto que ver con
nosotros. Cabe ver en la depresión una forma reactiva de la psique por la que
un individuo se ve lanzado a cuestionarse su vida, puesto que la vida que hasta
ahora ha llevado es la que le ha abocado a la depresión. El analista junguiano
Thomas Moore nos da una adecuada visión de las depresiones existenciales, no
estructurales, cuando dice:
Debido a su doloroso vacío, suele ser tentador
buscar una forma de salir de la depresión. Pero penetrar en el estado de ánimo
y los pensamientos que la caracteriza puede ser profundamente satisfactorio. A
veces se describe la depresión como un estado en el que no hay ideas… nada a lo
cual aferrarse. Pero tal vez tengamos que ampliar nuestra visión y advertir que
el sentimiento de vacío, la pérdida de los puntos de referencia familiares y de
las estructuras vitales y la desaparición del entusiasmo son elementos que,
aunque parezcan negativos, pueden ser apropiados, y que es posible usarlos para
aportar una nueva imaginación a la vida. [4]
Ortega y Gasset [5] transmite con
más intensidad la vulnerabilidad implícita en ese “mirar de frente a la vida”.
En el estremecedor relato de Laura a Clarisa, de quien es su justo opuesto, se observa el náufrago que
halló finalmente el lugar donde agarrarse y que la llevó a ordenar su vida
aunque ello implicara decisiones dolorosas, muy dolorosas: ¿Acaso puedes arrepentirte cuando no hay alternativa? No pude
soportarlo y ya está. Nadie va a perdonarme. Era la muerte, yo elegí la vida.
Hay un momento
especialmente delicado y tierno cuando Laura asiste al entierro de Richard y tras
su diálogo con Clarissa, ya en la habitación que se ha dispuesto para ella, que es la habitación de Sally, recibe la visita de ésta y tras unas breves palabras
donde Laura se disculpa por quitarle momentáneamente su lugar, Sally se
dirige a ella y la abraza ante su evidente sorpresa...
El abrazo de Sally a Laura
Cuando tanto impera el juicio banal, simple, barato e ignorante el abrazo de Sally deviene una bocanada de aire fresco, oxígeno para una atmósfera densa, una mirada más profunda y sensible que contempla la historia de una vida no desde la simpleza superficial de los hechos, sino de los significados y motivaciones que se ocultan tras estos... Cuando hoy asistimos a políticos que gestionan cuestiones humanas como burócratas encartronados en sus miopías morales, cuando no con un cierto ribete sádico inquisitorial como es el caso de nuestro ministro de justicia Alberto Ruiz Gallardón, el abrazo de Sally, la más joven, nos llega como una profunda enseñanza, un abrazo que de manera intuitiva parece comprender la dificultad, el dolor y el sufrimiento que se hallan tras ciertas decisiones que marcan una vida, un abrazo mucho más espiritual que toda esta serie de hipocresías religioso-político-sociales que tanto vociferan en nuestra sociedad atreviéndose a cuestionar la libertad individual única que hay implícitas en ciertas decisiones sobre la propia vida.
2.21. LA DEPRESIÓN:
ENTRE LA NORMATIZACIÓN Y LA NORMALIZACIÓN.
El tratamiento de una depresión no estructural nos
abre a una de las dicotomías que ya en su día Fritz Perls puso de relieve en general dentro de todos los marcos
que envuelven al ser humano. ¿De qué se trata este asunto? El tratamiento
de la depresión nos lo plantea: ¿se trata de curar cuanto antes al enfermo en
el sentido de normatizarlo, de devolverlo a la sociedad de la misma manera
por la que entró en la depresión, o se trata de normalizarlo, de que el
individuo desarrolle una cura basada en un cambio de actitud que le ponga más
de acorde con su propia vida? No hace falta reflexionar mucho para comprender
que nuestro estilo de sociedad desea seres normatizados que no se planteen grandes
cosas sobre la propia vida, sobre sus deseos y la actitud con la que quieren
afrontarla... Nuestro estilo de sociedad nos ánima a no mirar de frente a la
vida, a no querer conocerla ni quererla, porque quién lo hace ya no puede
sostener la falsedad y la hipocresía
sobre la que se sustenta nuestro estilo de sociedad. Quizá por ello no nos debe
extrañar que nuestra sociedad es la sociedad angustiada y depresiva por
excelencia (ahí están las estadísticas para mostrarlo). Como dice Thomas Moore:
En una sociedad que se defiende contra el sentimiento trágico de la vida, se presenta la depresión como un enemigo, como una enfermedad irredimible; y sin embargo, en una sociedad como ésta, consagrada a la luz, la depresión adquiere, en compensación, una fuerza excepcional. [6]
Al ser víctimas de la tristeza, inevitable como el respirar, debemos aceptar un hecho que el mundo odia: estamos incompletos y siempre lo estaremos, no somos sino fragmentos de un todo inasible. Nuestra naturaleza inacabada – nunca somos realidades puras, sino vagas posibilidades – vive en lucha constante, en un combate con lo que es permanentemente desconocido. Pero esa extensión en el abismo es también nuestra salvación. No ser sino un fragmento es esforzarse siempre por algo que está más allá de uno mismo, por algo trascendente, por una posibilidad inexplorada, por una avenida desconocida. Ese esforzarse es siempre un acto de libertad, optar por un camino en lugar de otro. Aunque es una labor ardua, requiere prestar atención constante a nuestros interiores misteriosos y cambiantes, y también es extática, un sondeo casi infinito de los enigmas del Ser. [7]
podemos ver la melancolía más bien como una manera válida de ser que como un problema que es necesario arrancar de raíz. La madurez destaca los aromas y sabores de una personalidad. El individuo emerge con el tiempo, tal como crece y madura la fruta. En la visión del Renacimiento, la depresión, la maduración y la individualidad van juntas: la tristeza de envejecer forma parte del proceso de convertirse en individuo. Los pensamientos melancólicos van tallando un espacio interior donde la sabiduría puede instalar su residencia. [8]
Pero eso sólo es posible si el tratamiento y el seguimiento de la depresión es el adecuado, teniendo en cuenta el dolor y el sufrimiento que el proceso comporta. Y lo adecuado, una buena combinación del tratamiento bioquímico y del psicológico, es el tratamiento dirigido a "normalizar" y no a "re-normatizar" al paciente. La comprensión más profunda de este proceso lo abordaremos más definitivamente en la próxima entrada en la que relacionaremos la depresión y la melancolía con la libertad, el amor, la vida y la muerte.
3. VIRGINIA Y LA DEPRESIÓN PSICÓTICA.
El caso de Virginia Woolf, posiblemente aquejada de un trastorno bipolar I, nos enfrenta con una temática de otro orden al encontrarnos con eso que denominamos depresión estructural, es decir, esa frontera existente entre lo neurótico y lo psicótico. Tanto Virginia como Richard manifiestan en distintos momentos de la película que oyen voces, un síntoma presente en las psicosís y en ocasiones en los episodios maníacos del trastorno bipolar. El caso de Virginia y Leonard, como en cierta medida el de Clarissa y Richard (no sólo aquejado de depresión sino de SIDA) nos enfrenta al problema de la relación del enfermo con la enfermedad psíquica crónica que le aqueja y a la relación del enfermo psíquico crónico con sus seres queridos y con la sociedad que le rodea. Y más cuando el tipo de relación que la enfermedad psíquica a la que aquí nos referimos tiene que ver con aquello que tradicionalmente ha sido identificado con el fenómeno de la locura.
En una sociedad que se defiende contra el sentimiento trágico de la vida, se presenta la depresión como un enemigo, como una enfermedad irredimible; y sin embargo, en una sociedad como ésta, consagrada a la luz, la depresión adquiere, en compensación, una fuerza excepcional. [6]
No es de extrañar que en los últimos
tiempos hayan surgido algunos libros como el de Erik G. Wilson titulado Contra
la felicidad. En defensa de la melancolía y en el que se nos ofrecen
reflexiones interesantes alrededor de la depresión y la melancolía:
Al ser víctimas de la tristeza, inevitable como el respirar, debemos aceptar un hecho que el mundo odia: estamos incompletos y siempre lo estaremos, no somos sino fragmentos de un todo inasible. Nuestra naturaleza inacabada – nunca somos realidades puras, sino vagas posibilidades – vive en lucha constante, en un combate con lo que es permanentemente desconocido. Pero esa extensión en el abismo es también nuestra salvación. No ser sino un fragmento es esforzarse siempre por algo que está más allá de uno mismo, por algo trascendente, por una posibilidad inexplorada, por una avenida desconocida. Ese esforzarse es siempre un acto de libertad, optar por un camino en lugar de otro. Aunque es una labor ardua, requiere prestar atención constante a nuestros interiores misteriosos y cambiantes, y también es extática, un sondeo casi infinito de los enigmas del Ser. [7]
O el excelente libro sobre Melancolía del filósofo Laszlo Földeny, del que nos ocuparemos en la parte II dedicada a esta película, y que refuerzan las palabras de Thomas Moore cuando dice:
podemos ver la melancolía más bien como una manera válida de ser que como un problema que es necesario arrancar de raíz. La madurez destaca los aromas y sabores de una personalidad. El individuo emerge con el tiempo, tal como crece y madura la fruta. En la visión del Renacimiento, la depresión, la maduración y la individualidad van juntas: la tristeza de envejecer forma parte del proceso de convertirse en individuo. Los pensamientos melancólicos van tallando un espacio interior donde la sabiduría puede instalar su residencia. [8]
Pero eso sólo es posible si el tratamiento y el seguimiento de la depresión es el adecuado, teniendo en cuenta el dolor y el sufrimiento que el proceso comporta. Y lo adecuado, una buena combinación del tratamiento bioquímico y del psicológico, es el tratamiento dirigido a "normalizar" y no a "re-normatizar" al paciente. La comprensión más profunda de este proceso lo abordaremos más definitivamente en la próxima entrada en la que relacionaremos la depresión y la melancolía con la libertad, el amor, la vida y la muerte.
3. VIRGINIA Y LA DEPRESIÓN PSICÓTICA.
El caso de Virginia Woolf, posiblemente aquejada de un trastorno bipolar I, nos enfrenta con una temática de otro orden al encontrarnos con eso que denominamos depresión estructural, es decir, esa frontera existente entre lo neurótico y lo psicótico. Tanto Virginia como Richard manifiestan en distintos momentos de la película que oyen voces, un síntoma presente en las psicosís y en ocasiones en los episodios maníacos del trastorno bipolar. El caso de Virginia y Leonard, como en cierta medida el de Clarissa y Richard (no sólo aquejado de depresión sino de SIDA) nos enfrenta al problema de la relación del enfermo con la enfermedad psíquica crónica que le aqueja y a la relación del enfermo psíquico crónico con sus seres queridos y con la sociedad que le rodea. Y más cuando el tipo de relación que la enfermedad psíquica a la que aquí nos referimos tiene que ver con aquello que tradicionalmente ha sido identificado con el fenómeno de la locura.
Quizá
el fenómeno que nos tiene que hacer reflexionar al respecto, cosa que choca una
vez más con nuestra sociedad occidental, tiene que ver en como integrar a esa
persona y no en como marginarla, aunque a veces sea una marginación disimulada
en ropajes de seda. El alegato de Virginia “Ejerzo
mi derecho, el derecho de todo ser humano, elijo no el asfixiante anestésico de
los suburbios sino la violenta sacudida de la capital, esa es mi elección. A la
paciente más humilde, a la más modesta le permiten dar su opinión en el modo de
seguir su tratamiento. Así define su humanidad” es un alegato complejo en tanto
en cuanto implica a los seres que les acompañan... Es esa mirada de Victoria a
Leonard cuando éste accede a volver a Londres a la vez que también muestra su
desesperación. Ese momento claro en el que se hace presente que la decisión de
uno implica el sufrimiento del otro. Hoy por hoy no tengo clara cual es la
respuesta a esta complejidad... aunque sospecho que algo de la solución pasa
por complementar los distintos tratamientos con el desarrollo del elemento
creativo, formas de expresión artística del complejo mundo simbólico del psicótico,
algo que, en su monento, Jung vio con precisa claridad y que tiene su máxima
expresión en su conocido Libro rojo.
El libro rojo de Jung: imagen de Filemón |
Si bien no tuvieron
nunca el seguimiento adecuado, artistas de los que, por ejemplo como en
Virginia, se sospecha la bipolaridad, hallaron sus mejores momentos cuando
canalizaron su energía en la expresión artística: Van Gogh o Jackson Pollock
son dos ejemplos.
Jackson Pollock en plena creación |
Los poemas del último Hölderlin irían también por ese camino. Así también William Blake, Von Kleist, Camille Claudel,
Robert Schumann, Mark Rothko, Antoni Artaud, etc. Hay algo en la visión de la
locura que se empareja con la visión del genio, el problema es la contención y
los límites, por ello el control y el tratamiento es imprescindible para que lo creativo no derive en sí mismo en destructivo.
Hablaremos más de ello en el siguiente artículo que dedicaremos a esta película. Este aspecto de lo creativo como soporte terapéutico tiene también sentido para la depresión no estructural.
[1] Jung, C. G.
Recuerdos, sueños y pensamientos. Editorial
Seix Barral, pág. 359
[2] Whitman, Walt. Hojas de hierba
[3] Ver nota 1, pág.
[4] Moore, Thomas. El cuidado del alma. Todo el capítulo 6. Ediciones Urano
[5] El texto completo de Ortega y Gasset en la Rebelión de las masas dice: La persona de cabeza clara es la que se libera de esas “ideas” fantasmagóricas y mira de frente a la vida, y se hace cargo de que todo en ellas es problemático, y se siente perdida. Como esto es la pura verdad – a saber, que vivir es sentirse perdido -, el que lo acepta ya ha empezado a encontrarse, ya ha comenzado a descubrir su auténtica realidad, ya está en lo firme. Instintivamente. Lo mismo que un náufrago, buscará algo a que agarrarse, y esa mirada trágica, perentoria, absolutamente veraz, porque se trata de salvarse, le hará ordenar el caos de su vida. Estas son las únicas ideas verdaderas: las ideas de lo náufragos. Lo demás es retórica, postura, íntima farsa. El que no se siente de verdad perdido se pierde de forma inexorable; es decir, no se encuentra jamás, no topa nunca con la propia realidad.
[6] ïdem nota anterior
[7] Wilson, Erik G. Contra la felicidad. En defensa de la melancolía. Editorial Taurus, pág. 177
[8] Ver nota 4.
[2] Whitman, Walt. Hojas de hierba
[3] Ver nota 1, pág.
[4] Moore, Thomas. El cuidado del alma. Todo el capítulo 6. Ediciones Urano
[5] El texto completo de Ortega y Gasset en la Rebelión de las masas dice: La persona de cabeza clara es la que se libera de esas “ideas” fantasmagóricas y mira de frente a la vida, y se hace cargo de que todo en ellas es problemático, y se siente perdida. Como esto es la pura verdad – a saber, que vivir es sentirse perdido -, el que lo acepta ya ha empezado a encontrarse, ya ha comenzado a descubrir su auténtica realidad, ya está en lo firme. Instintivamente. Lo mismo que un náufrago, buscará algo a que agarrarse, y esa mirada trágica, perentoria, absolutamente veraz, porque se trata de salvarse, le hará ordenar el caos de su vida. Estas son las únicas ideas verdaderas: las ideas de lo náufragos. Lo demás es retórica, postura, íntima farsa. El que no se siente de verdad perdido se pierde de forma inexorable; es decir, no se encuentra jamás, no topa nunca con la propia realidad.
[6] ïdem nota anterior
[7] Wilson, Erik G. Contra la felicidad. En defensa de la melancolía. Editorial Taurus, pág. 177
[8] Ver nota 4.
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ALGUNAS PELÍCULAS DE INTERÉS: CREATIVIDAD Y DEPRESIÓN.
EL LOCO DEL PELO ROJO (1956)
Director: Vincente Minnelli
Actores: Kirk Douglas, Anthony Quinn, James Donald
Película basada sobre la vida y obra de Van Gogh. Kirk Dougles - practicamente un doble de Van Gogh . interpreta convincentemente el mundo inestable por el que transitó la vida y la obra de este genio de la pintura.
POLLOCK (2000).
Director: Ed harris
Actores: Ed Harris, Marcia Gay Harden, Val Kilmer
Película basada en la vida y obra de Jackson Pollock que cuenta con dos grandes interpretaciones de Ed Harris (Pollock) y de la que fue su pareja Lee Krasner, interpretada por Marcia Gay Harden.
LA PASIÓN DE CAMILLE CLAUDEL (1988).
Director: Bruno Nuytten
Actores: Isabelle Adjani, Gérard Depardieu
Pelicula basada en la tormentosa relación de Camille Claudel y Rodin, así como en su obra y posterior enfermedad de Camille.
SHINE, EL RESPLANDOR DE UN GENIO (1996).
Director: Scott Hicks
Actores: Geoffrey Rush, Armin Mueller-Stahl, Lynn Redgrave
Película basada en la vida, enfermedad y recuperación - dentro de los márgenes de su enfermedad - del pianista David Helfgott (Geoffrey Rush). Muy impactantes las imágenes acerca de la relación en su infancia con su padre (extraordinario Armin Mueller-Sthal)
LLÁMAME PETER (2004).
Director: Stephen Hopkins
Actores: Geoffrey Rush, Charlize Theron, Emily Watson
Película basada en la vida del actor Peter Sellers (Geoffrey Rush) que pone énfais en su difícil relación con su madre y la mujer en general.