Hace tiempo que no veía una película que me emocionara tanto como esta de Michael Haneke: Amor (Amour, 2012). Me es difícil trasladar en palabras lo que esta película me sugiere. Para ello creo que la mejor manera de empezar es diciendo algo que me parece destacable: en una película titulada amor, esta palabra, o cualquier conjugación de su verbo no se utiliza ni en una sola ocasión. Quizá esto ya nos indica algo que tiene que ver con el amor, algo que no tiene tanto que ver con la palabra como con el gesto (tan presente en la película). No me parece tampoco extraño que Haneke haya situado este complejo sentimiento del amor en una historia en la que los protagonistas son una pareja de ancianos, profesores de música jubilados, interpretados soberbiamente por un increíble y lleno de matices Jean-Louis Trintignant (Georges) en una de esas inmortales interpretaciones que nos son raras de contemplar, y la no menor de Emmanuelle Riva (Anne). El amor aparece en esta historia ligada a la vejez, ligada, en este caso, a la enfermedad y al sufrimiento, y finalmente a la muerte. También a la soledad. En su trabajo, y en el papel de Eve, su hija, también dedicada a la música como su pareja y sus hijos, les acompaña la siempre excepcional Isabelle Huppert.
Lejos del habitual romanticismo, aunque no exento de él - ya hablaremos de ello -, Amor se rodea de una historia que quizá en su sencillez y austeridad claramente diseñada por Haneke, sin música de acompañamiento, excepto la propia de las escenas en las que la hay por necesidad del guión, simplemente apoyada en la humanidad de sus protagonistas, ya nos habla de los lugares en los que el amor habita: lejos de todo tipo de excesos y, en ocasiones, en los lugares más oscuros y recónditos.
I. LA ANCIANIDAD como camino final del amor.
¿Por qué Haneke ubica esta historia de amor en la ancianidad? Para ello quizá debamos interrogarnos acerca de qué lleva a un ser humano a amar a otro. El amor al otro es un sentimiento que se crea con el tiempo, que requiere tiempo. Deseo y enamoramiento son sus fuegos artificiales aunque no por ello menos importantes, son las chispas que nos abren a la posibilidad del amor. Deseo y enamoramiento son dos afectos relativamente efímeros y volubles que, sin embargo, nos abren a ese sentimiento más permanente y estable por el que el otro pasa a ser alguien importante en nuestra vida, alguien a quién sentimos querer a nuestro lado: alguien con quien construir camino. Veo en ese aspecto el por qué Haneke situa el amor en nuestra pareja de ancianos, una pareja que no sólo ha construido camino sino que se halla - pasados los ochenta - ya en sus últimas andaduras... Aquellas que quizá sean las más difíciles de su trayectoria.
Georges y Anne son una pareja pareja de ancianos, ambos profesores de música retirados y de una gran cultura que viven en su piso parisino, y cuya vida se ve notablemente perturbada a causa de una intervención quirúrgica desafortunada que sufre Anne - obstrucción de la carótida - y que la deja hemipléjica, paralizada del lado izquierdo de su cuerpo y en silla de ruedas. "Hemos pasado por mucho tu madre y yo. Esto es nuevo", le dice a su hija antes de que Anne vuelva al apartamento, frase que inaugura algo en lo que el amor va a estar implicado. Ya anticipa esto un momento clave en la vuelta de Anne a casa cuando le hace prometer a Georges que no la volverá a llevar al hospital. Sin embargo, cito la frase de Georges para indicar como la idea de camino va unida a la de superación de los problemas, la asunción de los conflictos que conlleva precisamente esta íntima convivencia y la posibilidad de crecer como individuos y como pareja. Georges muestra una gran claridad cuando indica que "esto es nuevo".
La película continúa con algunas escenas donde observamos a Georges cuidando de Anne si bien pronto también se articulan los primeros problemas, en especial cuando Anne manifiesta que ya no vale la pena vivir: "No hay nada por lo que seguir viviendo. Sé que sólo puede empeorar. ¿Porqué imponernos esto a tí y a mí?". El diálogo que sigue es de interés:
Georges: A mi no me impones nada...
Anne: Nadie te obliga a mentir Georges.
Georges: Bueno... Ponte en mi lugar, No se te ha ocurrido que podría haberme pasado a mi.
Anne: Si, claro. Pero la imaginación y la realidad tienen poco en común.
Georges: Además cada día mejoras...
Anne: No quiero seguir. Agradezco tus esfuerzos pero no quiero seguir de este modo. Y lo digo por mi, no por tí.
Georges: No te creo. Te conozco. Crees ser un peso para mi... Pero si estuvieses en mi lugar qué harías.
Anne: No lo se. No quiero ponerme en tu lugar. Estoy cansada. Quiero acostarme.
Esta escena tiene su referente en una escena anterior donde George le cuenta a Anne un episodio de su infancia después de haber visto una película de época de corte romántico:
... recuerdo que estaba muy conmovido al salir. Tardé un largo rato en calmarme. En el patio de la casa donde vivía mi abuela había un chico asomado. Me preguntó de dónde venía. Tenía unos años más que yo y era de esos que fardaban y me intimidaba mucho. Del cine - le dije yo -. [...] ¿Y qué has visto? Empezé a contarle la historia, y mientras hablaba me fui emocionando. No estaba dispuesto a llorar delante de él. Era imposible. Ahí estaba en el patio, llorando. Y le conté el drama hasta el final [...] Recuerdo los sentimientos. Me avergonzaba llorar. Pero al contar los sentimientos volvían las lágrimas con más fuerza que cuando veía la película. No podía parar.
Las lágrimas que nos relata aquí Georges son las que ahora no puede vertir como tampoco puede dar cauce a sus emociones y sentimientos presos en su angustia. No en vano Anne al oir este relato le dice: "No vas a estropear tu imagen ahora que has llegado a la vejez". Un Georges soprendido le pregunta: "¿Oye,,, cuál es mi imagen?" A lo que Anne le responde amorosamente: "A veces eres un monstruo, pero eres bueno".
Uno de los aspectos que observamos es también la dificultad que entraña pasar del hacer al estar. Se observa en especial cuando Eve esta sentada delante de su madre tendida en la cama y ya mermada por el segundo ataque. Eve le habla de historias financieras... como si nada ocurriera. Cuando Anne habla no logra entenderla. Eve nos pone de relieve esa dificultad que experimentamos los seres humanos cuando ya no podemos "hacer" nada más que "estar" - algo que Georges va a asumir admirablemente -, que acompañar al otro en su camino hacia la muerte en un camino donde el sufrimiento es explícito. En una escena posterior tenemos un diálogo entre padre e hija interesante:
Eve: ¡Mamá desvaría! [...] ¿Qué está ocurriendo? No podemos dejarla tumbada sin más. Ni la reconozco, es de locos.
Georges: No se puede hacer más por ahora. Sigue un tratamiento, toma la medicación. No hay otro tratamiento.
Eve: ¿¡Cómo que no hay otra posibilidad!? Y si la ingresas en el hospital.
Georges: Ha tenido otro ataque. Vertier la examinó y cree sinceramente que debemos evitar llevarla al hospital. Además no se la quedarían, la mandarían a una residencia y lo que hacen allí puedo hacerlo yo aquí. Y... además, no irá a una residencia. Se lo prometí.
[..]
Eve: La verdad, no puede ser que hoy en día no tenga la posibilidad de un tratamiento más eficaz.
Georges: Nada te impide averiguarlo... Supongo que me creerás si digo que quiero a tu madre tanto como tú. Y te lo ruego, no me trates como un tarado incapaz de tomar decisiones lógicas.
Eve: No he dicho eso, pero dudo que tenerla aquí sea lo mejor...
Finalmente Georges eleva su tono de enfado ante lo que parece estar pasando un examen ante su hija y su yerno... Mientras unos hablan de lo que es "operativo" - cosa de la que George ya se encarga en realidad -, Georges habla de la importancia de respetar la voluntad de Anne y de "estar" con ella. El clíma de máxima tensión entre ellos es hacia el final de la película, donde la emoción de Eve, que es una emoción de desesperación y no exenta de sentimiento de culpabilidad, sigue sin reconocer la elección de Georges:
Eve: ¿Y que va a pasar ahora? - de nuevo el examen -
Georges: ¿Qué que va a pasar? La enfermera viene tres veces a la semana, cada quince días el doctor Vertier y la peluquera. ¿Es lo que querías saber...? Todo seguirá como hasta ahora. Irá de mal en peor y así hasta que un día se acabe.
Eve: No puedes seguir de este modo papá. No...
Georges: ¿Y qué me propones?
Eve: ¡No podemos hablar en serio los dos!
Georges: ¿A qué llamas hablar en serio? ¿Quieres llevártela a tu casa o quieres mandarla a una residencia? ¿Es eso? ¿Eh? ¡Vamos... hija! ¡Vamos, háblame en serio!
Como vemos, este tema nos plantea hoy también la problemática de los ancianos en una sociedad como la nuestra en la que, paradójicamente, y al mismo tiempo sintomáticamente, el aumento de la esperanza de vida ha venido unido con el deterioro de su calidad y sobretodo de su dignidad.
II. AMOR E INTIMIDAD: El camino que construye un espacio.
De la misma manera que antes dijimos que el amor requiere tiempo, el amor que se construye con el camino también requiere de un espacio, el espacio de la intimidad. La sobriedad y la sencillez de Haneke es, como ya dije, lo que da una fuerza especial a esta película. El apartamento y sus dos protagonistas llenan la película de una intimidad conmovedora. Eso es algo que Haneke nos introduce al principio de la película cuando Anne es intervenida en el hospital. El director alemán nos muestra entonces distintos planos del apartamento solitarios y oscuros, de un extraño inmovilismo, como adentrándonos en el espacio en el que sólo la presencia de Anne y Georges lo va a transformar en un espacio de intimidad donde sus presencias se van a encontrar en ese algo nuevo de lo que Georges nos habla. Me recuerda su planteamiento a las odas de Pablo Neruda, odas a objetos inanimados que parecen tener alma... el alma que les confiere precisamente su contacto con el ser humano. El alma que para ese apartamento son Anne y Georges.
Entre las paredes de ese apartamento y sus objetos vamos a asistir a una intimidad hecha no de grandes movimientos dramáticos ni de sentimentalismos superfluos, sino una intimidad hecha del amor entre dos seres humanos cada uno de los cuales se nos muestra con las peculiaridades y limitaciones de su caracter. Al no ser personajes emocionalmente intensos, el amor gana entre ellos una presencia sumamente especial en el transcurrir de la película en los pequeños gestos, las miradas, pequeños gestos y miradas que de repente nos hacen percibir la verdadera fuerza del amor más alla de cierta torpeza emocional, y como a pesar de esta, el amor se torna cierto en una situación tan sumamente dramática como lo es la invalidez y el deterioro en la vida de una pareja de ancianos. Es justamente esa torpeza emocional, una torpeza tan frecuente en todos los seres humanos, en unos por defecto, en otros por exceso, que por ello se torna tan conmovedora... La historia de estos dos ancianos nos muestra el amor que se construye a pesar de los límites del caracter, no un amor inflacionado hecho de grandes manifestaciones sino un amor real hecho de pequeños gestos posibles para cada uno de sus protagonistas.
Hay varias escenas conmovedoras en la película, pero hay una de ellas que cuando la ví me hizo saltar unas pequeñas lágrimas - en esa película todo es pequeño y por ello conmovedor - y que, cada vez que la veo, me las sigue haciendo saltar, porque en su sencillez rezuma la expresión del verdadero amor que sienten dos seres que han construido una vida en común y que ahora se enfrentan a un duro final de trayecto. La escena corresponde a cuando Anne ya ha sufrido un segundo ataque y está considerablemente mermada. Georges esta sentado en la cama mirándola mientras ella balbucea algunas palabras con suma dificultad. Él sigue animándola a pronunciarlas... Anne entonces levanta su mano y extendiéndola la pone cuidadosamente sobre la de Georges. Este baja su mirada y contempla la mano sobre la suya. Unos instantes después él le pone su otra mano encima y se quedan mirándose ambos en silencio... Hay más amor e intimidad en esa imagen que en todas las definiciones que podamos dar del amor y que en todos los grandes abrazos y besos que se han contemplado en la gran pantalla. Ese momento es verdadera poesía hecha imagen.
Amor hecho gestos y miradas, amor encarnado, amor que trasciende la emoción para ser puro sentimiento discreto, silencioso, sutil...
Pero la intimidad no sólo está hecha de momentos tiernos sino también de los momentos duros, pues en la intimidad de una pareja transcurre todo lo que sucede entre dos seres que conviven. El amor tiene también sus momentos crueles, como en la escena en la que Anne se niega a beber - como testimonio de su voluntad de morir - y acaba con Georges dándole una bofetada ante su testaruda persistencia al escupir el agua que pretende hacerle beber. Es impactante la mirada que hace Anne a Georges cuando este le dice: "Vamos Anne, si no bebes morirás. ¿Eso quieres?" En su mirada está la respuesta. "No puedes obligarme a dejarte morir de sed" - le dice Georges -. Si te empeñas deberé llamar al doctor Vertier y te ingresará en un hospital. Te alimentarán artificialmente. ¿Eso quieres? Te prometí que no pasaría pero ayúdame... Esto me supera... Vamos Anne". Vuelve a intentar darle de beber pero Anne sigue cerrando la boca. Georges pierde la paciencia y la fuerza a beber, pero Anne escupe el agua y Georges le da una bofetada... "Lo siento... perdóname" - le dice conmocionado por el hecho sucedido -. ¿Qué hacer cuando el amor pide dejar morir y cuando el amor no quiere dejar morir? De nuevo la temática que ya introdujimos en Las horas entre Virginia Woolf y su esposo Leonard se nos hace muy presente. Estos son ejemplos de los lugares espinosos por los que el amor debe transitar en ocasiones, lugares donde un acto aparentemente violento como la bofetada sólo es comprensible desde el amor y las difíciles frustraciones con las que nos enfrenta como la voluntad de morir de Anne o el cumplimiento de la promesa que Georges le hace de no llevarla más a un hospital.
III. SOBRE LOS LÍMITES DEL AMOR.
Todo lo que se hace por amor, se hace más
allá del bien y del mal. (F. Nietzsche)
Llegamos así al final de la película. Anne gritando "duele", como ocurre en otras ocasiones. Georges acude a cuidarla y le cuenta una historia suya de infancia para calmarla... La calma, y justo en ese instante, tras un corto momento de duda, coge un colchón y la asfixia. Con el amor pasa como con la verdadera democracia, la única real, la de los pueblos... Está por encima de las leyes. Los actos que suceden por amor no pueden leerse bajo prismas convencionales, y la muerte de Anne a manos de Georges hay que leerla por encima de lo convencional. Esta muerte es una muerte por amor que reconcilía la voluntad de morir de Anne con la promesa de fidelidad hecho por George sobre no ingresarla y, finalmente, a su deseo de no perder a su compañera de viaje, de vida. Por eso finalmente no cabe más que añadir a la muerte de Anne su propia muerte. No es ni tan siquiera un acto de compasión en el sentido que una lectura sobre la eutanásia podría hacer. No se trata de eso.
El motor que mueve a Georges a poner fin a la vida de Anne no es la compasión, es el amor, el amor en su máxima expresión, por eso el final de la película no podía ser de otra manera, un final romántico a la manera de Haneke con Georges mirando sorprendido a una Anne lavando platos y saliendo por la puerta del apartamento tras ella como cuando iban de concierto... Un final romántico austero y sencillo de un George que con su muerte se une a la de Anne en una revisión del trágico concepto del amor romántico que no se pudo vivir en vida y que si lo hace tras la muerte. Aquí, sin embargo, este amor es una continuidad del amor que ambos si construyeron y vivieron en vida. Un final romántico que se construye sobre un amor cierto y vivido, hecho camino y proyecto con todas sus vicisitudes y continuado en la muerte y tras la muerte con la misma sencillez y complejidad cotidiana con la que posiblemente se vivió.
Tras poner fin a la vida de Anne, Georges se ocupa de ofrecerle un lecho con flores y pétalos y la viste con uno de sus elegantes vestidos. Escribe una carta que, fácil es de imaginar, es para Eve. En ella le relata el episodio de la paloma. Una paloma que entra en el apartamento a través de una ventana abierta. Georges relata que es la segunda ocasión. En esta última, George la coge atrapándola en una manta. La acaricia y luego cuenta que volvió a soltarla. Bonita imagen que anuncia simplemente lo que sigue, ese final romántico que he relatado anteriormente. Ya no es tiempo para que el amor "duela" encerrado solitario en el apartamento... Es tiempo para que el amor "vuele" y continúe más allá de la vida y se una a Anne.
Michael Haneke ha hecho una notable contribución a la comprensión del amor, quizá la única posible, puesto que el amor posiblemente no se define, no se entiende, y más allá de la reflexión religiosa, filosófica, psicológica, biológica... Haneke nos ha ofrecido un pequeño tesoro, quizá el más importante: el amor se ve y se oye, se siente... y quizá tan sólo hay que tener ojos para ver y oídos para oír, corazón para sentirlo.
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OTRAS PELÍCULAS COMENTADAS DEL AUTOR
LA CINTA BLANCA (2010)
Pulsar aquí para acceder a la entrada
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ENTRADA RELACIONADA.
LAS HORAS (Stephen Daldry, 2003)
(Parte I. Una reflexión sobre la depresión y la crisis existencial)
(pulsa aquí para acceder a la entrada)
Lejos del habitual romanticismo, aunque no exento de él - ya hablaremos de ello -, Amor se rodea de una historia que quizá en su sencillez y austeridad claramente diseñada por Haneke, sin música de acompañamiento, excepto la propia de las escenas en las que la hay por necesidad del guión, simplemente apoyada en la humanidad de sus protagonistas, ya nos habla de los lugares en los que el amor habita: lejos de todo tipo de excesos y, en ocasiones, en los lugares más oscuros y recónditos.
I. LA ANCIANIDAD como camino final del amor.
¿Por qué Haneke ubica esta historia de amor en la ancianidad? Para ello quizá debamos interrogarnos acerca de qué lleva a un ser humano a amar a otro. El amor al otro es un sentimiento que se crea con el tiempo, que requiere tiempo. Deseo y enamoramiento son sus fuegos artificiales aunque no por ello menos importantes, son las chispas que nos abren a la posibilidad del amor. Deseo y enamoramiento son dos afectos relativamente efímeros y volubles que, sin embargo, nos abren a ese sentimiento más permanente y estable por el que el otro pasa a ser alguien importante en nuestra vida, alguien a quién sentimos querer a nuestro lado: alguien con quien construir camino. Veo en ese aspecto el por qué Haneke situa el amor en nuestra pareja de ancianos, una pareja que no sólo ha construido camino sino que se halla - pasados los ochenta - ya en sus últimas andaduras... Aquellas que quizá sean las más difíciles de su trayectoria.
Michael Haneke con Enmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant |
Georges y Anne son una pareja pareja de ancianos, ambos profesores de música retirados y de una gran cultura que viven en su piso parisino, y cuya vida se ve notablemente perturbada a causa de una intervención quirúrgica desafortunada que sufre Anne - obstrucción de la carótida - y que la deja hemipléjica, paralizada del lado izquierdo de su cuerpo y en silla de ruedas. "Hemos pasado por mucho tu madre y yo. Esto es nuevo", le dice a su hija antes de que Anne vuelva al apartamento, frase que inaugura algo en lo que el amor va a estar implicado. Ya anticipa esto un momento clave en la vuelta de Anne a casa cuando le hace prometer a Georges que no la volverá a llevar al hospital. Sin embargo, cito la frase de Georges para indicar como la idea de camino va unida a la de superación de los problemas, la asunción de los conflictos que conlleva precisamente esta íntima convivencia y la posibilidad de crecer como individuos y como pareja. Georges muestra una gran claridad cuando indica que "esto es nuevo".
La película continúa con algunas escenas donde observamos a Georges cuidando de Anne si bien pronto también se articulan los primeros problemas, en especial cuando Anne manifiesta que ya no vale la pena vivir: "No hay nada por lo que seguir viviendo. Sé que sólo puede empeorar. ¿Porqué imponernos esto a tí y a mí?". El diálogo que sigue es de interés:
Georges: A mi no me impones nada...
Anne: Nadie te obliga a mentir Georges.
Georges: Bueno... Ponte en mi lugar, No se te ha ocurrido que podría haberme pasado a mi.
Anne: Si, claro. Pero la imaginación y la realidad tienen poco en común.
Georges: Además cada día mejoras...
Anne: No quiero seguir. Agradezco tus esfuerzos pero no quiero seguir de este modo. Y lo digo por mi, no por tí.
Georges: No te creo. Te conozco. Crees ser un peso para mi... Pero si estuvieses en mi lugar qué harías.
Anne: No lo se. No quiero ponerme en tu lugar. Estoy cansada. Quiero acostarme.
"No hay nada por lo que seguir viviendo. Sé que sólo puede empeorar. ¿Por qué imponernos esto a ti y a mi?" |
La entrada en el mundo de la enfermedad y el sufrimiento será una de las pruebas que el amor de Anne y Georges deberán afrontar en este momento final de sus vidas. La del propio sufrimiento de Anne y el de Georges, el sufrimiento de quien contempla el del ser amado. La posición de Anne nos recuerda la de Virginia Woolf en Las horas (Stephen Daldry, 2002) y en cuya entrada que dediqué a esta película escribía:
La dificultad de la libertad reside en situaciones como ésta, cuando libertad y amor no se encuentran por el sufrimiento que media entre ellos. Cuando la libertad es el sufrimiento del amor, o el amor es el sufrimiento de la libertad. Al final, la solución que halla Virginia es el suicidio, ya no como elección sobre la anestésica Richmond, sino como liberación de su propia muerte en vida y también de la de Leonard. La decisión de Virginia alrededor de esta situación es, desde su punto de vista, de una claridad impecable. Dice en otro momento a Leonard al hablar de la necesidad de que alguien debe morir en su obra La señora Daloway: Alguien tiene que morir para que los demás valoremos la vida. Establece un contraste.
Bueno... Ponte en mi lugar. No se te ha ocurrido que podría haberme pasado a mi. |
- La pesadilla de Georges.
El sufrimiento que Georges lleva en silencio se hace patente en una pesadilla que le sorprende durante la noche:
Mientras Georges se está cepillando los dientes suena el timbre de la puerta. Georges se dirige hacia ella y pregunta quién es. Nadie responde. Abre la puerta y no encuentra a nadie. Ante él se ofrece una extraña imagen. La puerta del ascensor aparece barrada por maderos clavados en el exterior. Se oye entonces la voz de Anne gritando: "¿Qué ocurre? ¿Quién es?". Georges mira entoces por el pasillo del replano y pregunta si hay alguien. Mientras sigue andando se oye la voz de Anne preguntarle de nuevo que ocurre. George sigue andando por el pasillo y al girar se encuentra de repente con el suelo encharcado y en ellos sus pies mojándose. De repente y de detrás de la puerta que está tras él surge una mano que le tapa la boca. Georges se despierta gritando en la cama mientras Anne intenta tranquilizarlo.
La pesadilla de Georges |
El sueño bien nos puede ofrecer el escenario psíquico que Georges está viviendo. El ascensor barrado puede significar una situación vivida como sin salida, una angustia latente que George se implica al intentar mantener la compostura ante Anne y su enfermedad y sufrimiento. Como en todo sueño Anne es una proyección del propio soñante y nos muestra precisamente esta parte angustiada. ¿Qué ocurre? ¿Quién es? no son más que preguntas que Georges se dirige a sí mismo, que corresponden a esta angustia que le habita. ¿Qué me ocurre? ¿Quién soy? Estas son las preguntas que su inconsciente trata de llevar a su consciencia, aquello de lo que pretende que se de cuenta. Esta es la respuesta que le ofrece el sueño en forma de pesadilla en su segunda parte, cuando al doblar la esquina del rellano de repente se mojan sus pies en el agua que anega el suelo. A riesgo de ser interpretativo las aguas simbolizan en ocasiones el mundo emocional, un mundo emocional que George mantiene a raya durante toda la película con una excepción de la que ya hablaremos más adelante. George sofoca su sufrimiento hecho de miedo, de tristeza y de dolor en una entereza que es la admiración de los vecinos. Una entereza figura de un fondo de soledad bajo el que se oculta su sufrimiento reprimido que sólo parece captar Anne, quien también consciente de que no hay salida por ello siente que no hay nada por lo que seguir viviendo.
Esta escena tiene su referente en una escena anterior donde George le cuenta a Anne un episodio de su infancia después de haber visto una película de época de corte romántico:
... recuerdo que estaba muy conmovido al salir. Tardé un largo rato en calmarme. En el patio de la casa donde vivía mi abuela había un chico asomado. Me preguntó de dónde venía. Tenía unos años más que yo y era de esos que fardaban y me intimidaba mucho. Del cine - le dije yo -. [...] ¿Y qué has visto? Empezé a contarle la historia, y mientras hablaba me fui emocionando. No estaba dispuesto a llorar delante de él. Era imposible. Ahí estaba en el patio, llorando. Y le conté el drama hasta el final [...] Recuerdo los sentimientos. Me avergonzaba llorar. Pero al contar los sentimientos volvían las lágrimas con más fuerza que cuando veía la película. No podía parar.
Las lágrimas que nos relata aquí Georges son las que ahora no puede vertir como tampoco puede dar cauce a sus emociones y sentimientos presos en su angustia. No en vano Anne al oir este relato le dice: "No vas a estropear tu imagen ahora que has llegado a la vejez". Un Georges soprendido le pregunta: "¿Oye,,, cuál es mi imagen?" A lo que Anne le responde amorosamente: "A veces eres un monstruo, pero eres bueno".
Uno de los aspectos que observamos es también la dificultad que entraña pasar del hacer al estar. Se observa en especial cuando Eve esta sentada delante de su madre tendida en la cama y ya mermada por el segundo ataque. Eve le habla de historias financieras... como si nada ocurriera. Cuando Anne habla no logra entenderla. Eve nos pone de relieve esa dificultad que experimentamos los seres humanos cuando ya no podemos "hacer" nada más que "estar" - algo que Georges va a asumir admirablemente -, que acompañar al otro en su camino hacia la muerte en un camino donde el sufrimiento es explícito. En una escena posterior tenemos un diálogo entre padre e hija interesante:
Eve: ¡Mamá desvaría! [...] ¿Qué está ocurriendo? No podemos dejarla tumbada sin más. Ni la reconozco, es de locos.
Georges: No se puede hacer más por ahora. Sigue un tratamiento, toma la medicación. No hay otro tratamiento.
Eve: ¿¡Cómo que no hay otra posibilidad!? Y si la ingresas en el hospital.
Georges: Ha tenido otro ataque. Vertier la examinó y cree sinceramente que debemos evitar llevarla al hospital. Además no se la quedarían, la mandarían a una residencia y lo que hacen allí puedo hacerlo yo aquí. Y... además, no irá a una residencia. Se lo prometí.
[..]
Eve: La verdad, no puede ser que hoy en día no tenga la posibilidad de un tratamiento más eficaz.
Georges: Nada te impide averiguarlo... Supongo que me creerás si digo que quiero a tu madre tanto como tú. Y te lo ruego, no me trates como un tarado incapaz de tomar decisiones lógicas.
Eve: No he dicho eso, pero dudo que tenerla aquí sea lo mejor...
Finalmente Georges eleva su tono de enfado ante lo que parece estar pasando un examen ante su hija y su yerno... Mientras unos hablan de lo que es "operativo" - cosa de la que George ya se encarga en realidad -, Georges habla de la importancia de respetar la voluntad de Anne y de "estar" con ella. El clíma de máxima tensión entre ellos es hacia el final de la película, donde la emoción de Eve, que es una emoción de desesperación y no exenta de sentimiento de culpabilidad, sigue sin reconocer la elección de Georges:
Eve: ¿Y que va a pasar ahora? - de nuevo el examen -
Georges: ¿Qué que va a pasar? La enfermera viene tres veces a la semana, cada quince días el doctor Vertier y la peluquera. ¿Es lo que querías saber...? Todo seguirá como hasta ahora. Irá de mal en peor y así hasta que un día se acabe.
Eve: No puedes seguir de este modo papá. No...
Georges: ¿Y qué me propones?
Eve: ¡No podemos hablar en serio los dos!
Georges: ¿A qué llamas hablar en serio? ¿Quieres llevártela a tu casa o quieres mandarla a una residencia? ¿Es eso? ¿Eh? ¡Vamos... hija! ¡Vamos, háblame en serio!
Como vemos, este tema nos plantea hoy también la problemática de los ancianos en una sociedad como la nuestra en la que, paradójicamente, y al mismo tiempo sintomáticamente, el aumento de la esperanza de vida ha venido unido con el deterioro de su calidad y sobretodo de su dignidad.
Eve: ¿Y ahora qué va a pasar? |
II. AMOR E INTIMIDAD: El camino que construye un espacio.
De la misma manera que antes dijimos que el amor requiere tiempo, el amor que se construye con el camino también requiere de un espacio, el espacio de la intimidad. La sobriedad y la sencillez de Haneke es, como ya dije, lo que da una fuerza especial a esta película. El apartamento y sus dos protagonistas llenan la película de una intimidad conmovedora. Eso es algo que Haneke nos introduce al principio de la película cuando Anne es intervenida en el hospital. El director alemán nos muestra entonces distintos planos del apartamento solitarios y oscuros, de un extraño inmovilismo, como adentrándonos en el espacio en el que sólo la presencia de Anne y Georges lo va a transformar en un espacio de intimidad donde sus presencias se van a encontrar en ese algo nuevo de lo que Georges nos habla. Me recuerda su planteamiento a las odas de Pablo Neruda, odas a objetos inanimados que parecen tener alma... el alma que les confiere precisamente su contacto con el ser humano. El alma que para ese apartamento son Anne y Georges.
Entre las paredes de ese apartamento y sus objetos vamos a asistir a una intimidad hecha no de grandes movimientos dramáticos ni de sentimentalismos superfluos, sino una intimidad hecha del amor entre dos seres humanos cada uno de los cuales se nos muestra con las peculiaridades y limitaciones de su caracter. Al no ser personajes emocionalmente intensos, el amor gana entre ellos una presencia sumamente especial en el transcurrir de la película en los pequeños gestos, las miradas, pequeños gestos y miradas que de repente nos hacen percibir la verdadera fuerza del amor más alla de cierta torpeza emocional, y como a pesar de esta, el amor se torna cierto en una situación tan sumamente dramática como lo es la invalidez y el deterioro en la vida de una pareja de ancianos. Es justamente esa torpeza emocional, una torpeza tan frecuente en todos los seres humanos, en unos por defecto, en otros por exceso, que por ello se torna tan conmovedora... La historia de estos dos ancianos nos muestra el amor que se construye a pesar de los límites del caracter, no un amor inflacionado hecho de grandes manifestaciones sino un amor real hecho de pequeños gestos posibles para cada uno de sus protagonistas.
Hay varias escenas conmovedoras en la película, pero hay una de ellas que cuando la ví me hizo saltar unas pequeñas lágrimas - en esa película todo es pequeño y por ello conmovedor - y que, cada vez que la veo, me las sigue haciendo saltar, porque en su sencillez rezuma la expresión del verdadero amor que sienten dos seres que han construido una vida en común y que ahora se enfrentan a un duro final de trayecto. La escena corresponde a cuando Anne ya ha sufrido un segundo ataque y está considerablemente mermada. Georges esta sentado en la cama mirándola mientras ella balbucea algunas palabras con suma dificultad. Él sigue animándola a pronunciarlas... Anne entonces levanta su mano y extendiéndola la pone cuidadosamente sobre la de Georges. Este baja su mirada y contempla la mano sobre la suya. Unos instantes después él le pone su otra mano encima y se quedan mirándose ambos en silencio... Hay más amor e intimidad en esa imagen que en todas las definiciones que podamos dar del amor y que en todos los grandes abrazos y besos que se han contemplado en la gran pantalla. Ese momento es verdadera poesía hecha imagen.
Amor |
Pero la intimidad no sólo está hecha de momentos tiernos sino también de los momentos duros, pues en la intimidad de una pareja transcurre todo lo que sucede entre dos seres que conviven. El amor tiene también sus momentos crueles, como en la escena en la que Anne se niega a beber - como testimonio de su voluntad de morir - y acaba con Georges dándole una bofetada ante su testaruda persistencia al escupir el agua que pretende hacerle beber. Es impactante la mirada que hace Anne a Georges cuando este le dice: "Vamos Anne, si no bebes morirás. ¿Eso quieres?" En su mirada está la respuesta. "No puedes obligarme a dejarte morir de sed" - le dice Georges -. Si te empeñas deberé llamar al doctor Vertier y te ingresará en un hospital. Te alimentarán artificialmente. ¿Eso quieres? Te prometí que no pasaría pero ayúdame... Esto me supera... Vamos Anne". Vuelve a intentar darle de beber pero Anne sigue cerrando la boca. Georges pierde la paciencia y la fuerza a beber, pero Anne escupe el agua y Georges le da una bofetada... "Lo siento... perdóname" - le dice conmocionado por el hecho sucedido -. ¿Qué hacer cuando el amor pide dejar morir y cuando el amor no quiere dejar morir? De nuevo la temática que ya introdujimos en Las horas entre Virginia Woolf y su esposo Leonard se nos hace muy presente. Estos son ejemplos de los lugares espinosos por los que el amor debe transitar en ocasiones, lugares donde un acto aparentemente violento como la bofetada sólo es comprensible desde el amor y las difíciles frustraciones con las que nos enfrenta como la voluntad de morir de Anne o el cumplimiento de la promesa que Georges le hace de no llevarla más a un hospital.
No puedes obligarme a dejarte morir de sed. |
III. SOBRE LOS LÍMITES DEL AMOR.
Todo lo que se hace por amor, se hace más
allá del bien y del mal. (F. Nietzsche)
Llegamos así al final de la película. Anne gritando "duele", como ocurre en otras ocasiones. Georges acude a cuidarla y le cuenta una historia suya de infancia para calmarla... La calma, y justo en ese instante, tras un corto momento de duda, coge un colchón y la asfixia. Con el amor pasa como con la verdadera democracia, la única real, la de los pueblos... Está por encima de las leyes. Los actos que suceden por amor no pueden leerse bajo prismas convencionales, y la muerte de Anne a manos de Georges hay que leerla por encima de lo convencional. Esta muerte es una muerte por amor que reconcilía la voluntad de morir de Anne con la promesa de fidelidad hecho por George sobre no ingresarla y, finalmente, a su deseo de no perder a su compañera de viaje, de vida. Por eso finalmente no cabe más que añadir a la muerte de Anne su propia muerte. No es ni tan siquiera un acto de compasión en el sentido que una lectura sobre la eutanásia podría hacer. No se trata de eso.
El motor que mueve a Georges a poner fin a la vida de Anne no es la compasión, es el amor, el amor en su máxima expresión, por eso el final de la película no podía ser de otra manera, un final romántico a la manera de Haneke con Georges mirando sorprendido a una Anne lavando platos y saliendo por la puerta del apartamento tras ella como cuando iban de concierto... Un final romántico austero y sencillo de un George que con su muerte se une a la de Anne en una revisión del trágico concepto del amor romántico que no se pudo vivir en vida y que si lo hace tras la muerte. Aquí, sin embargo, este amor es una continuidad del amor que ambos si construyeron y vivieron en vida. Un final romántico que se construye sobre un amor cierto y vivido, hecho camino y proyecto con todas sus vicisitudes y continuado en la muerte y tras la muerte con la misma sencillez y complejidad cotidiana con la que posiblemente se vivió.
Amor tras la muerte. |
Tras poner fin a la vida de Anne, Georges se ocupa de ofrecerle un lecho con flores y pétalos y la viste con uno de sus elegantes vestidos. Escribe una carta que, fácil es de imaginar, es para Eve. En ella le relata el episodio de la paloma. Una paloma que entra en el apartamento a través de una ventana abierta. Georges relata que es la segunda ocasión. En esta última, George la coge atrapándola en una manta. La acaricia y luego cuenta que volvió a soltarla. Bonita imagen que anuncia simplemente lo que sigue, ese final romántico que he relatado anteriormente. Ya no es tiempo para que el amor "duela" encerrado solitario en el apartamento... Es tiempo para que el amor "vuele" y continúe más allá de la vida y se una a Anne.
Michael Haneke ha hecho una notable contribución a la comprensión del amor, quizá la única posible, puesto que el amor posiblemente no se define, no se entiende, y más allá de la reflexión religiosa, filosófica, psicológica, biológica... Haneke nos ha ofrecido un pequeño tesoro, quizá el más importante: el amor se ve y se oye, se siente... y quizá tan sólo hay que tener ojos para ver y oídos para oír, corazón para sentirlo.
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