Cuando era pequeño me dijeron que no me fiase de ningún extraño, pero nadie me previno contra los conocidos.
En cuanto a la película nos presenta la historia de Silvia (en una excelente interpretación de Michelle Jenner), una joven que sufre abusos sexuales (a partir de ahora ASI) por parte de su padre (Lluis Homar) desde los siete años, y con una madre (Belén Rueda) que prefiere ignorar el hecho que en un momento dado le revela la pequeña Silvia (Irene Cervantes) y que podía haberla alertado sobre ello. Este argumento nos permitirá reflexionar y hacer un análisis de los tres elementos que están envueltos en los ASI: la psicología del niño, la psicología del abusador y la reacción del entorno.
1. LOS ASI: EL NIÑO, EL ABUSADOR Y EL ENTORNO.
La primera cosa que tenemos que indicar es que estos abusos se enmarcan en una clara definición determinada por dos aspectos: el abuso de poder y la utilización del niño/a como objeto de estimulación sexual del agresor.
… hay un consenso básico en los dos criterios necesarios para que haya un abuso sexual infantil: una relación de desigualdad – ya sea en cuanto a edad, madurez o poder – entre agresor y víctima y la utilización del menor como objeto sexual (Echeburúa y Guerricaechevarría, 1998). Este último punto incluye aquellos contactos e interacciones con un niño en los que se utiliza a éste para la estimulación sexual del agresor u otra persona (Hartman y Burguess, 1989) [1]
- Sobre el abusador.
La primera media hora de la película nos encuadra perfectamente la temática de estos tres elementos que hemos destacado. El padre coincide con la figura del abusador-cuidador, es decir, una figura que refugiándose en el entorno protector de la familia y en su supuesto rol protector-amoroso se beneficia de la confianza para generar actitudes ambiguas cargadas de doble significado entre las que surge el abuso. No tenemos antecedentes para hablar del padre de Silvia pero, en todo caso, pertenecería al tipo de abusador de clase acomodada (tiene un clínica odontológica) que es agradable, educado, cortés, de una vida aparentemente modélica.
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Más allá de la pedofilia (la mayoría de abusadores no lo son) y sus especiales peculiaridades sobre las que reflexionaremos en una futura entrada dedicada a este tema, las motivaciones para abusar de un niño, y dado que los abusadores son mayoritariamente hombres, se enmarcan, más allá de los aspectos sociales y culturales históricos de posesividad que el mundo masculino ha ejercido sobre la mujer y los hijos - y que serían objeto de otra entrada en sí mismo -, debemos destacar lo que a mi entender determinan dos elementos psicológicos clave: la vulnerabilidad psicológica del abusador y el hecho de haber sido ellos víctimas también de abuso (un 40 % de los abusadores fueron ellos abusados), tal y como uno de los miembros del grupo de terapia de la película nos muestra:
A los quince años abusé de mi prima y después de mi vecina. Y yo me preguntaba: ¿Si mi tío lo hace conmigo yo también puedo hacerlo con los demás? Me convertí en un chico solitario y muy agresivo y descargaba toda mi furia contra ellas. Disfrutaba viéndolas sufrir...
La vulnerabilidad psicológica parte de relaciones inseguras en los vínculos entre hijos y padres que devienen en una frecuente y temprana ruptura de lazos que generan una visión negativa de sí mismo. Ello reporta distintas consecuencias en la personalidad que pueden favorecer la conducta abusadora, entre ellas destacan la falta de empatía y el egocentrismo que derivan en estrategias de conducta inapropiadas que incluyen la manipulación y la mentira.
- Sobre el niño/a.
Para comprender el efecto del abuso sexual sobre un niño es necesario comprender lo que yo llamo en la psicología del niño, "el alma infantil", y que nos permite entender que este tipo de abusos no son una agresión a "su sexo" sino una agresión a su integridad como ser humano, tanto física como psiquicamente, con la resultante del fuerte impacto en su posterior desarrollo como adulto. A ese niño/a que es abusado se le arranca brutalmente de la inocencia de la infancia, el estado esencial de su alma. En una escena de la película podemos ver ese paso brutal que va del cuidado al abuso cuando el padre de Silvia pasa del divertido juego con su hija y las divertidas cosquillas a "otra cosa". La cámara refleja el cambio de expresión de Silvia en ese paso que va de lo amoroso y cariñoso a lo perturbador.
La dimensión traumática del abuso se relaciona con ese exceso que para el niño es el ser sometido al deseo y al placer adulto, así como al miedo, la angustia y un cúmulo de sensaciones de su propio cuerpo que no puede integrar quedando todas ellas en un mundo de confusión, un limbo psíquico que incluye toda una serie de autopercepciones despreciativas y de culpa. Entre las sensaciones más dificultosas de integrar está la experimentación de placer que se dan en el propio cuerpo en estas situaciones. Como dice otra de las participantes en el grupo de terapia acerca de sus abusos de adolescencia:
Me tocaba, me manoseaba y yo me excitaba y tenía orgasmos y sentía terror. Mi cuerpo reaccionaba en contra de mi deseo. Yo no entendía nada. No sabía lo que pasaba...
Y de aquí a la culpa no hay más que un pequeño paso. Como dice la misma participante:
Crecí pensando que tenía un monstruo ahí, escondido en mis entrañas. Empecé a masturbarme compulsivamente. Me sentía sucia y mala. Empecé a pintarme, a ponerme tacones y me iba a la calle, a provocar. Era mi manera de gritar, de pedir ayuda, de que la gente se enterara de lo que estaba pasando, pero no pasó nada, nadie me ayudó. Lo único que pasó es que yo me sentía como una puta.
El niño/a que sufre abusos intenta preservar el amor de los padres por encima de todo, puesto que sin ellos, sin su amor, su mundo es el abismo, y una de las formas de preservarlo es haciéndose culpable. En otras ocasiones se entra en lo que se llama la "lógica del olvido" y los abusos son reprimidos y olvidados. En otras, aparte de olvidados, la figura del abusador es idealizada. Culpa, olvido e idealización al servicio de la defensa de los padres, de la preservación de su amor. Veamos un ejemplo de una de las participantes en el grupo de terapia:
Me tocaba la entrepierna. Yo sentía su pene en mis muslos y me daba miedo. Me estremecía. Yo quería pensar que no era mi padre. Que era un invasor que se había apoderado de su cuerpo... Por eso yo también abandonaba el mío. Me iba a una playa y dejaba allí a esos dos invasores, a ellos dos solos, haciendo guarrerías.
- Sobre el entorno.
Finalmente tenemos a la madre que nos permite reflexionar sobre la importancia del entorno. En una escena en la que la pequeña Silvia está jugando con unos muñecos dice: "Para que me estás haciendo daño. No tonta, que te va a gustar mucho. Vamos a jugar al juego del polo. Chupa, chupa, Venga chupa más, como si fuera un polo. Venga sigue que está muerto, chupa...". Dándose cuenta de ello la madre se dirige a ella:
Madre: ¡Silvia! ¿Quién te ha enseñado eso? ¿Quién ha sido? ¿Es que no me oyes? ¿Quién?
Silvia: Papa...
Madre: No digas tonterías. Sabes que no me gusta que mientas. ¿Quién ha sido? ¡¡Silvia quién ha sido!! - gritándole - ¡Y sal de ahí hija, que manía te ha entrado con estar detrás del sofá!
A los quince años abusé de mi prima y después de mi vecina. Y yo me preguntaba: ¿Si mi tío lo hace conmigo yo también puedo hacerlo con los demás? Me convertí en un chico solitario y muy agresivo y descargaba toda mi furia contra ellas. Disfrutaba viéndolas sufrir...
La vulnerabilidad psicológica parte de relaciones inseguras en los vínculos entre hijos y padres que devienen en una frecuente y temprana ruptura de lazos que generan una visión negativa de sí mismo. Ello reporta distintas consecuencias en la personalidad que pueden favorecer la conducta abusadora, entre ellas destacan la falta de empatía y el egocentrismo que derivan en estrategias de conducta inapropiadas que incluyen la manipulación y la mentira.
- Sobre el niño/a.
Para comprender el efecto del abuso sexual sobre un niño es necesario comprender lo que yo llamo en la psicología del niño, "el alma infantil", y que nos permite entender que este tipo de abusos no son una agresión a "su sexo" sino una agresión a su integridad como ser humano, tanto física como psiquicamente, con la resultante del fuerte impacto en su posterior desarrollo como adulto. A ese niño/a que es abusado se le arranca brutalmente de la inocencia de la infancia, el estado esencial de su alma. En una escena de la película podemos ver ese paso brutal que va del cuidado al abuso cuando el padre de Silvia pasa del divertido juego con su hija y las divertidas cosquillas a "otra cosa". La cámara refleja el cambio de expresión de Silvia en ese paso que va de lo amoroso y cariñoso a lo perturbador.
La ambiguedad: del contacto cariñoso al perturbador. |
La dimensión traumática del abuso se relaciona con ese exceso que para el niño es el ser sometido al deseo y al placer adulto, así como al miedo, la angustia y un cúmulo de sensaciones de su propio cuerpo que no puede integrar quedando todas ellas en un mundo de confusión, un limbo psíquico que incluye toda una serie de autopercepciones despreciativas y de culpa. Entre las sensaciones más dificultosas de integrar está la experimentación de placer que se dan en el propio cuerpo en estas situaciones. Como dice otra de las participantes en el grupo de terapia acerca de sus abusos de adolescencia:
Me tocaba, me manoseaba y yo me excitaba y tenía orgasmos y sentía terror. Mi cuerpo reaccionaba en contra de mi deseo. Yo no entendía nada. No sabía lo que pasaba...
Y de aquí a la culpa no hay más que un pequeño paso. Como dice la misma participante:
Crecí pensando que tenía un monstruo ahí, escondido en mis entrañas. Empecé a masturbarme compulsivamente. Me sentía sucia y mala. Empecé a pintarme, a ponerme tacones y me iba a la calle, a provocar. Era mi manera de gritar, de pedir ayuda, de que la gente se enterara de lo que estaba pasando, pero no pasó nada, nadie me ayudó. Lo único que pasó es que yo me sentía como una puta.
El niño/a que sufre abusos intenta preservar el amor de los padres por encima de todo, puesto que sin ellos, sin su amor, su mundo es el abismo, y una de las formas de preservarlo es haciéndose culpable. En otras ocasiones se entra en lo que se llama la "lógica del olvido" y los abusos son reprimidos y olvidados. En otras, aparte de olvidados, la figura del abusador es idealizada. Culpa, olvido e idealización al servicio de la defensa de los padres, de la preservación de su amor. Veamos un ejemplo de una de las participantes en el grupo de terapia:
Me tocaba la entrepierna. Yo sentía su pene en mis muslos y me daba miedo. Me estremecía. Yo quería pensar que no era mi padre. Que era un invasor que se había apoderado de su cuerpo... Por eso yo también abandonaba el mío. Me iba a una playa y dejaba allí a esos dos invasores, a ellos dos solos, haciendo guarrerías.
- Sobre el entorno.
Finalmente tenemos a la madre que nos permite reflexionar sobre la importancia del entorno. En una escena en la que la pequeña Silvia está jugando con unos muñecos dice: "Para que me estás haciendo daño. No tonta, que te va a gustar mucho. Vamos a jugar al juego del polo. Chupa, chupa, Venga chupa más, como si fuera un polo. Venga sigue que está muerto, chupa...". Dándose cuenta de ello la madre se dirige a ella:
Madre: ¡Silvia! ¿Quién te ha enseñado eso? ¿Quién ha sido? ¿Es que no me oyes? ¿Quién?
Silvia: Papa...
Madre: No digas tonterías. Sabes que no me gusta que mientas. ¿Quién ha sido? ¡¡Silvia quién ha sido!! - gritándole - ¡Y sal de ahí hija, que manía te ha entrado con estar detrás del sofá!
No digas tonterías. Sabes que no me gusta que mientas. |
Tenemos aquí una reacción del entorno donde no sólo la niña
es ignorada sino además acusada de mentir. La reactividad del entorno del niño víctima de ASI cabe
considerarlo desde dos puntos de vista. En primer lugar la reacción del entorno propiamente, como la de la madre de Silvia que
directamente acusa a su hija abandonándola así en manos de su padre abusador. Pero hay otras refexiones que también
podemos considerar, cómo cuáles
son las consecuencias de las reacciones de ocultamiento de la situación en
nombre de la “preservación de la familia”. ¿Cuál es el impacto psíquico en el
niño y futuro adulto acerca del mantenimiento de un “secreto” familiar que incluye el
ocultamiento a algún miembro de la familia del hecho del abuso? ¿Cuál es el
impacto psíquico en el niño y el futuro adulto de las consecuencias de la
ignorancia de un abuso en nombre de no “perturbar la imagen y la estabilidad
familiar"?
Observamos en la película que la relación entre el padre y la madre de Silvia no es buena y, sobretodo, en relación a Silvia, observando la aparente postura protectora del padre y la más crispada de la madre hacia ella. En una discusión en una cena vemos la siguiente imagen que habla por sí misma:
Observemos la actitud de cada miembro en la mesa: la adolescente Silvia de catorce años (Ainhoa Quintana) con la cabeza agachada entre ambos padres, no pudiendo mirar a ninguno de los dos. El padre aparentemente protector con la mano sobre el brazo de su hija y la mirada hacia ella, mientras la madre, contrariada, mira al padre. Una excelente imagen que nos muestra en toda su crudeza entre que mundos está Silvia: entre un padre abusador y una madre que no la ve... o no la quiere ver. Vemos en esa Silvia adolescente una vida parecida a lo que manifiesta una joven abusada en el grupo terapéutico:
Pasé mi adolescencia cansada, deprimida, la tristeza pesa. Por las noches no podía dormir, sabía que cuando él llegara a casa borracho vendría a mi habitación. Dormíamos las tres hermanas juntas y si no venía a mi cama iba a una de mis hermanas. Yo no hacía nada... aun hoy no me lo he podido perdonar.
En una escena posterior de la Silvia ya adulta, y ya en tratamiento psicoterapéutico, y con su madre divorciada del padre, asístimos al trasfondo del vínculo madre-hija cuando dieciocho años después rompe el silencio ya no para hablar del padre abusador sino ahora de la madre abandonadora:
Silvia: Sabes... Mi primer amante fue papá... Mi primero y casi el único.
Madre: Solo a una mente enferma se le puede ocurrir semejante barbaridad.
Silvia: Es la verdad.
Madre: Estás enferma hija... Necesitas ayuda. No te das cuenta de que lo que dices no tiene ningún sentido. Que son imaginaciones tuyas.
Silvia: Ya... imaginaciones mias. Mis paranoias de siempre no. Como cuando nos dejaste y te pedí que me llevaras contigo. Te dije que no podría soportarlo, que me moriría... Te acuerdas lo que me dijiste, porque yo no lo he olvidado... Eso son manías tuyas cielo, nadie te va a cuidar mejor que tu padre. Lloré, supliqué, pero nada, yo no entraba en tus planes, como siempre. Sé que me odiabas, que lo sabías todo y por eso te ibas. Me tuve que escapar dos veces de casa para que me aceptaras en la tuya. ¡Eso también te has olvidado!
Madre: ¡Ya vale Silvia! ¡Ya vale!
Silvia: ¿De verdad no sabías nada de lo que pasaba? O no querías saberlo... ¿Verdad?
La madre se levanta y se va al lavabo y cuando vuelve sonriente se pide un café y le dice a Silvia si ella quiere otro. "Perdona mamá, no volveré a disgustarte" y así acaba la escena. La víctima, una vez más, disculpándose por haber perturbado el entorno.
Y en segundo lugar, tenemos la reacción que un niño establece con el entorno: ¿Por qué muchos niños o niñas
abusadas fuera o dentro del ámbito familiar no lo comunican a sus padres o al
otro congénere y qué consecuencias implica? ¿Cómo un niño o niña abusada tiene
que sobrellevar el abuso de un padre o un abuelo en relación con los otros
congéneres implicados? ¿Qué vivencia genera en la niña el abuso de su padre en relación a su madre, también hacia hermanos y hermanas, o de un abuelo en relación a la
abuela o hacia los propios padres? Aparece aquí un elemento especialmente
perturbador: la víctima es además cargada, o carga de alguna manera con la
responsabilidad del equilibrio familiar que incluye a parte del propio
abusador, a la madre, a los hermanos, etc. No sólo es víctima sino que carga
con las consecuencias de desvelar aquello por lo que fue víctima.
Las pesadillas nocturnas de la pequeña Silvia. |
Entre estos dos extremos hay lo
que yo llamo zonas borrosas en las que es difícil determinar que es qué. En
todo caso creo que esto es poco importante ya que, al final, lo mejor es
entender las consecuencias de un ASI en un entorno familiar
desde un punto de vista estructural. Sea como sea las consecuencias serán. Por ejemplo, en entornos familiares donde se
producen abusos sexuales infantiles suele ser frecuente la mala relación de las
figuras parentales y el cuidado hacia el hijo o hija deficiente o manipulado…
La psicología infantil, y ese aspecto en el que un niño se hace centro de los
problemas, nos permite entender por qué cuan fácilmente se coloca en una posición de culpa. Y de ahí surgen esas preguntas del tipo: ¿Qué hice yo para que mi
padre hiciera esto? ¿Es por eso que papá y mamá se peleaban? ¿Es por eso que
mamá estaba siempre tan enfadada conmigo? También
de la posición de culpa se pueden derivar esos aspectos tan relacionados con
las personalidades abusadas: la
vergüenza, el asco (o la
suciedad, fundamentalmente ligado al deseo y al placer) y la indignidad.
Observamos en la película que la relación entre el padre y la madre de Silvia no es buena y, sobretodo, en relación a Silvia, observando la aparente postura protectora del padre y la más crispada de la madre hacia ella. En una discusión en una cena vemos la siguiente imagen que habla por sí misma:
El desequilibrio familiar. |
Pasé mi adolescencia cansada, deprimida, la tristeza pesa. Por las noches no podía dormir, sabía que cuando él llegara a casa borracho vendría a mi habitación. Dormíamos las tres hermanas juntas y si no venía a mi cama iba a una de mis hermanas. Yo no hacía nada... aun hoy no me lo he podido perdonar.
En una escena posterior de la Silvia ya adulta, y ya en tratamiento psicoterapéutico, y con su madre divorciada del padre, asístimos al trasfondo del vínculo madre-hija cuando dieciocho años después rompe el silencio ya no para hablar del padre abusador sino ahora de la madre abandonadora:
Silvia: Sabes... Mi primer amante fue papá... Mi primero y casi el único.
Madre: Solo a una mente enferma se le puede ocurrir semejante barbaridad.
Silvia: Es la verdad.
Madre: Estás enferma hija... Necesitas ayuda. No te das cuenta de que lo que dices no tiene ningún sentido. Que son imaginaciones tuyas.
Silvia: Ya... imaginaciones mias. Mis paranoias de siempre no. Como cuando nos dejaste y te pedí que me llevaras contigo. Te dije que no podría soportarlo, que me moriría... Te acuerdas lo que me dijiste, porque yo no lo he olvidado... Eso son manías tuyas cielo, nadie te va a cuidar mejor que tu padre. Lloré, supliqué, pero nada, yo no entraba en tus planes, como siempre. Sé que me odiabas, que lo sabías todo y por eso te ibas. Me tuve que escapar dos veces de casa para que me aceptaras en la tuya. ¡Eso también te has olvidado!
Madre: ¡Ya vale Silvia! ¡Ya vale!
Silvia: ¿De verdad no sabías nada de lo que pasaba? O no querías saberlo... ¿Verdad?
La madre se levanta y se va al lavabo y cuando vuelve sonriente se pide un café y le dice a Silvia si ella quiere otro. "Perdona mamá, no volveré a disgustarte" y así acaba la escena. La víctima, una vez más, disculpándose por haber perturbado el entorno.
Solo a una mente enferma se le puede ocurrir esta barbaridad. |
En esa escena se nos muestra aquello que, en ocasiones, está también más allá del abusador y que son los "otros personajes" del entorno. Aquellos (madres, abuelas, hermanos, tíos...) que en ocasiones callan y dejan que las cosas sucedan. Las sorprendentes reacciones de odio de una madre hacia su hija como si ella fuera culpable de algo de lo que sucede.
2. LOS ASI EN EL MUNDO ADULTO: el silencio es el sufrimiento más profundo.
Silvia nos presenta el tipo de ASI que se extiende largamente en el tiempo (aunque hay abusos de un día que marcan una vida) y la película nos muestra su lucha por recuperarse en su integridad y por salir del mundo paterno en el que se halla presa. Dice una de los adultos víctimas de ASI:
Hasta los quince años yo solía pensar que todo era una pesadilla. Que un día me despertaría y me daría cuenta que todo había sido un mal sueño. Y me pellizcaba para lograrlo, y sobretodo cuando el venía a mi cuarto para que le tocara. Pensaba... ya está aquí otra vez este pesao... y se lo hacía rápidamente para que me dejara en paz. Solo es un momento, sólo es un momento... Me lo repetía a mi misma para animarme y darme valor y me pellizcaba mientras se lo hacía para darme valor.
Vemos en ella distintos síntomas de su sufrimiento: los ataques de angustia, los problemas alimentarios, la baja autoestima, la dificultad relacional con el otro sexo. Observamos su deambular por las calles para evitar llegar a casa y encontrarse con su padre, con el que vive tras el divorcio de la madre. También asistimos a sus primeros tímidos intentos de relacionarse con un chico... Finalmente la autolesión que se hace bajando de un taxi en marcha para no regresar a casa. Así empieza el alejamiento de su padre, y con su ingreso en el hospital la posibilidad de conocer a la psicóloga (Cristina Plazas) que la ayudará en su proceso. Proceso que implica dos cosas, la recuperación del alma infantil dañada, de su ser dañado, y la recuperación de su feminidad vulnerada. Poco a poco Silvia irá poniendo "las cosas en su lugar". Donde reinó la confusión, poco a poco, se va imponiendo la visión clara. Como dije en otro lugar:
... el terapeuta que acompaña en este proceso a su paciente va reestructurando la mirada de su paciente a través de la suya, devolviendo a la niña/o su condición de alma infantil, de dependencia de los adultos, de su necesidad de cuidado, de la imposibilidad de manejarse con lo sucedido, de la imposibilidad de la niña/o para integrar una experiencia que le sobrepasa, un exceso incomprensible. Poco a poco la narración se reestructura devolviéndole una lectura que se ajusta a la condición de niño o niña y de la víctima, y en la que paciente y terapeuta van desgranando un gran malentendido psíquico en la que el alma infantil quedó perdida.
Un proceso que incluye también la reestructuración no sólo de la relación con el abusador, sino de las personas de su entorno a las que, en muchas ocasiones, el paciente siente equívocamente que engañó como niño/a, o a las que mintió o traicionó. Profundamente complejas cuando los abusos se dan en el entorno familiar entrando en la violación de las estructuras edípicas... La ocultación a mamá o a la abuela con la que todo transcurrió o cuando los abusos fueron externos a la familia y no se comunicaron... "¿Por qué no lo conté a mis padres?" "¿Por qué volvía al personaje del abusador?" ¿Y qué hacer con este "saber" cuando la familia vive en el presente ignorante de lo sucedido?
Finalmente aprender a vivir con el dolor de una experiencia que sucedió, en ocasiones con las secuelas que deja. El trabajo final de aceptación que ni mucho menos de resignación. El reconocimiento del dolor profundo implícito en esa vivencia y su carga nos lleva finalmente al rescate del niño abusado que vive en el interior del adulto, la restructuración de su inocencia jamás perdida, la devolución de su alma infantil es un esfuerzo que merece la pena en ese descenso angustiante a una narración equívoca hecha para finalmente preservar el amor, aun al precio de la frágil alma de una niña/o dispuesta a cargar con el peso de la culpa, la vergüenza y la indignidad. Solo el reconocimiento final de ese dolor profundo del alma libera al niño/a de una carga que jamás debió soportar. [2]
Como encabeza este punto, el silencio es el sufrimiento más profundo. Llevar toda esta carga, todo este peso no hace más que reafirmar la falsa narración sobre la que se sustentan la verguenza, la indignidad, el asco y la culpa. El silencio tan sólo los perpetúa. Sólo esa mirada final de Silvia, producto de dar voz a ese sufrimiento, devuelve la verguenza a su lugar. Sólo esa mirada la libra de la indignidad, del asco y la culpa por unos hechos de los que tan sólo fue una víctima objetiva.
_______________
[1] Echeburúa, E. y Guerricaechevarría, C. Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores: un enfoque clínico. Editorial Ariel, pág. 9
[2] http://www.elmundodelosasi.org/2013/11/19/sobre-los-abusos-sexuales-en-la-infancia-por-jaume-cardona/
2. LOS ASI EN EL MUNDO ADULTO: el silencio es el sufrimiento más profundo.
Silvia nos presenta el tipo de ASI que se extiende largamente en el tiempo (aunque hay abusos de un día que marcan una vida) y la película nos muestra su lucha por recuperarse en su integridad y por salir del mundo paterno en el que se halla presa. Dice una de los adultos víctimas de ASI:
Hasta los quince años yo solía pensar que todo era una pesadilla. Que un día me despertaría y me daría cuenta que todo había sido un mal sueño. Y me pellizcaba para lograrlo, y sobretodo cuando el venía a mi cuarto para que le tocara. Pensaba... ya está aquí otra vez este pesao... y se lo hacía rápidamente para que me dejara en paz. Solo es un momento, sólo es un momento... Me lo repetía a mi misma para animarme y darme valor y me pellizcaba mientras se lo hacía para darme valor.
Vemos en ella distintos síntomas de su sufrimiento: los ataques de angustia, los problemas alimentarios, la baja autoestima, la dificultad relacional con el otro sexo. Observamos su deambular por las calles para evitar llegar a casa y encontrarse con su padre, con el que vive tras el divorcio de la madre. También asistimos a sus primeros tímidos intentos de relacionarse con un chico... Finalmente la autolesión que se hace bajando de un taxi en marcha para no regresar a casa. Así empieza el alejamiento de su padre, y con su ingreso en el hospital la posibilidad de conocer a la psicóloga (Cristina Plazas) que la ayudará en su proceso. Proceso que implica dos cosas, la recuperación del alma infantil dañada, de su ser dañado, y la recuperación de su feminidad vulnerada. Poco a poco Silvia irá poniendo "las cosas en su lugar". Donde reinó la confusión, poco a poco, se va imponiendo la visión clara. Como dije en otro lugar:
... el terapeuta que acompaña en este proceso a su paciente va reestructurando la mirada de su paciente a través de la suya, devolviendo a la niña/o su condición de alma infantil, de dependencia de los adultos, de su necesidad de cuidado, de la imposibilidad de manejarse con lo sucedido, de la imposibilidad de la niña/o para integrar una experiencia que le sobrepasa, un exceso incomprensible. Poco a poco la narración se reestructura devolviéndole una lectura que se ajusta a la condición de niño o niña y de la víctima, y en la que paciente y terapeuta van desgranando un gran malentendido psíquico en la que el alma infantil quedó perdida.
Un proceso que incluye también la reestructuración no sólo de la relación con el abusador, sino de las personas de su entorno a las que, en muchas ocasiones, el paciente siente equívocamente que engañó como niño/a, o a las que mintió o traicionó. Profundamente complejas cuando los abusos se dan en el entorno familiar entrando en la violación de las estructuras edípicas... La ocultación a mamá o a la abuela con la que todo transcurrió o cuando los abusos fueron externos a la familia y no se comunicaron... "¿Por qué no lo conté a mis padres?" "¿Por qué volvía al personaje del abusador?" ¿Y qué hacer con este "saber" cuando la familia vive en el presente ignorante de lo sucedido?
Finalmente aprender a vivir con el dolor de una experiencia que sucedió, en ocasiones con las secuelas que deja. El trabajo final de aceptación que ni mucho menos de resignación. El reconocimiento del dolor profundo implícito en esa vivencia y su carga nos lleva finalmente al rescate del niño abusado que vive en el interior del adulto, la restructuración de su inocencia jamás perdida, la devolución de su alma infantil es un esfuerzo que merece la pena en ese descenso angustiante a una narración equívoca hecha para finalmente preservar el amor, aun al precio de la frágil alma de una niña/o dispuesta a cargar con el peso de la culpa, la vergüenza y la indignidad. Solo el reconocimiento final de ese dolor profundo del alma libera al niño/a de una carga que jamás debió soportar. [2]
La escena final final de la película pone de relieve este proceso, cuando Silvia, que anteriormente había huido de su padre cuando ésta vino a buscarla a la salida del trabajo, decide finalmente visitarlo en su clínica odontológica (en la que ella había trabajado). El encuentro es breve pero decisivo. Cuando su padre le pregunta a qué ha venido, qué quiere, ella le responde que necesitaba comprobar algo: que le puede mirar. Comprobar que puede mirar a su padre sin avergonzarse, digna y sin miedo. Así lo hace mientras él baja avergonzado la suya sin poder sostener la determinación de su hija. Luego se levanta y marcha.
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[1] Echeburúa, E. y Guerricaechevarría, C. Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores: un enfoque clínico. Editorial Ariel, pág. 9
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