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domingo, 14 de junio de 2015

DECÁLOGO 10 (K. Kieslowski, 1990): Falta, deseo y pulsión. Fetichismo y coleccionismo.

Lo que motiva a un coleccionista es un objeto particular, aunque pueda cambiarlo, éste y no otro, un objeto único aureolado por un encanto propio, exclusivo, que lanza a cualquier otro objeto, a todos los otros objetos, a la bruma de la indiferencia, la indistinción y el anonimato. (Gérard Wajcman) [1]

Llegamos por fin al último episodio de la serie Decálogo que nos permitirá reflexionar acerca del deseo y la codicia y su relación con la pulsión. Decálogo 10 nos presenta dos hermanos, Jerzy (Jerzy Stur) y Artur (Zbigniew Zamachovski), que se reunen debido a la muerte de su padre. En el entierro asistimos a unas extrañas palabras de alguien que dice del fallecido: Sacrificó su familia, su carrera y quizá sus sentimientos por su única pasión... Pronto nos enteraremos de que esa pasión es la filatelia. El padre lo había consagrado todo a su colección de sellos, colección que hallan tras ir a la casa del padre guardada en un armario cerrado mediante un candado. Obviamente ninguno de los dos tiene idea de filatelia y desconocen el valor de esos sellos. Éste les será revelado posteriormente por el hombre que habló en el entierro: una gran fortuna. Sin embargo, ese mismo hombre les lanza una sentencia cuando les dice: Su padre dedicó su vida a esta colección de sellos. Sería un crimen echar por la borda 30 años de la vida de alguien. Incluso si ese alguien era un padre al que apenas conocían. Y aquí empezará la historia de estos dos hombres con los que Kieslowski ya nos orienta en este episodio, dos personas aparentemente tan distintas. Jerzy  es un hombre corriente, con su familia (relación que ya se observa compleja con su mujer y con un hijo) y con su trabajo, mientras que Artur, más joven, es el cantante de una banda de rock llamada "City Death" (Ciudad muerta), de tono provocador e irreverente.

Jerzy y Artur.

1. COLECCIONISMO COMO DESPLAZAMIENTO DE LA GESTIÓN DEL GOCE.

A la idea inicial de venderlos se va sucediendo una curiosa transformación en la que no sólo no deciden vender la colección, sino que se empiezan a interesarse para completarla con la adquisición de un sello único que su padre perseguía llamado el "Mercurio rosado". Vamos a pasar del desdén inicial de los hermanos, que lleva a Jerzy a regalarle a su hijo una serie de sellos de los Zeppelin alemanes de gran valor a la donación de su riñón para adquirir el "Mercurio rosado". Poco a poco observamos un cambio en los dos hermanos. Tras ver que los sellos que le ha dado a su hijo son de gran valor y que éste los ha cambiado por un montón de otros sin valor, Jerzy sale a su búsqueda apreciando rápidamente que en éste mundo hay un cierto comportamiento mafioso. Artur los recuperará posteriormente tras grabar al vendedor que éste los ha obtenido de manera ilegal... Más tarde descubren, leyendo las notas de su padre, el deseo de éste de obtener un sello raro y único al que ya hemos hecho referencia. A partir de este momento algo cambia en los hermanos. Lo que inicialmente podría parecer un tema de dinero se torna de repente en otro asunto, un asunto que además les une tras dos años de estar sin contacto. Dice Jerzy en un momento del episodio en el que ambos están preocupados por la falta de seguridad del apartamento del padre: "Artur... Esto ha hecho desaparecer todos mis problemas. Lo he olvidado todo". Artur le responde: "A mi también me pasa, como cuando éramos niños y nos daban igual los problemas de los adultos. Me siento exactamente igual. No me importa nada más". A lo que Jerzy añade: "Ayuda a olvidar. Es infantil". "Pero muy bonito" - responde Artur -, y sigue diciendo: "Puede que nada más exista. Si lo deseas se desvanece todo".

¿Y el Mercurio rosado?
De repente el coleccionismo empieza a devenir una obsesión para ambos hermanos. De la misma manera que el padre - al que apenas conocieron -, su vida empieza a orbitar alrededor del mundo de los sellos. Evidentemente, y como toda actitud obsesiva, ésta persigue no ceder a una percepción del mundo como deseo del Otro. Esto parece obvio en el caso de Jerzy, cuyas breves imágenes de su familia ya ponen de relieve la relación tensa que mantiene con su mujer. Sus palabras son en ese sentido precisas: "Esto ha hecho desaparecer todos mis problemas. Lo he olvidado todo". En el caso de Artur el asunto se aproxima más al llamado popularmente "síndrome de Peter Pan", el adulto que no quiere crecer, que no quiere asumir responsabilidades. Así lo apunta no sólo su actitud en general sino también sus palabras: "A mi también me pasa, como cuando éramos niños y nos daban igual los problemas de los adultos". De hecho, la película empieza con Artur cantando una canción donde recita los mandamientos al contrario: ¡Mata! ¡Mata! ¡Mata! ¡Mata y fornica! Fornica y codicia los domingos. Toda la semana. Toda la semana. Pega a tu madre, tu padre y tu hermana. Pega a los más débiles y roba lo que puedas. Porque todo es tuyo. Todo es tuyo. Característica de ese aspecto del síndrome que muestra la creencia de que está más allá de las leyes de la sociedad y de las normas por ella establecidas.

Sin embargo, no nos hallamos tan sólo frente a un tema obsesivo, nos hallamos, en todo caso, ante un tema obsesivo vinculado a "la falta". Tras hablar con el experto en filatelia que despidió al padre en el entierro, los hermanos deciden no vender la colección recogiendo la herencia del padre como un legado a continuar, preservando así la colección y no sólo preservarla sino completarla y continuarla. Así, poco a poco, vamos observando en los hermanos algunos comportamientos curiosos: Vemos de repente a Jerzy observando fascinado los álbumes del padre que guardan celosamente en el mismo armario y bajo los mismos candados. A él no tarda en unirse Artur, quien temiendo que los puedan robar decide instalarse en el apartamento. Leen los diarios del padre y así descubren el misterioso "Mercurio rosado" que falta para completar una valiosísima serie. Poco a poco este sello se va constituyendo el objetivo que, casi como el Grial, persiguen los hermanos. La colección va dejando de ser un valor económico para pasar a otra cosa:

Todo buen coleccionista entiende que los objetos deben ser, ante todo, acariciados, sustituyendo el tacto a la vista. Y es que hay algo secreto en las colecciones, algo casi trágico, un destino, que sólo la muerte clausura. Ese coleccionar como acto puro es la maldición que pesa sobre lo coleccionado: la colección sólo se cierra con la desaparición del coleccionista.. Sólo la muerte lo detiene. [2]

La fascinación por la colección.

Este texto es muy interesante y nos enfoca directamente a esa continuidad que se establece entre padre e hijos en función de la colección. La única manera de que la colección no muera con el coleccionista es su continuación, y en este caso, esta continuación se da a través de la continuidad en sus hijos. Para ello es necesario que estos devengan como el padre, es decir, que hagan de la colección el centro y obsesión de su vida. Da la sensación de que Jerzy pasa de su familia mientras que Artur abandona el grupo de rock, y de que, progresivamente, su mundo empieza a orbitar alrededor de los sellos y, especialmente, de su conservación y ampliación a través de la búsqueda del "Mercurio rosado". Todo eso es lo que nos pone en contacto con el elemento fundamental que empieza a estructurarse en los hermanos: la pasión del coleccionismo va ligada no sólo a lo que se posee sino también a lo que no se posee. Es ese acto de tener lo que falta donde se puede instaurar el coleccionismo como obsesión:

Habría que enumerar lo que se tiene y  habría, sobre todo, que enumerar lo que no se tiene. Cuantas conchas hay que recoger - el texto habla acerca de un coleccionista de conchas -, cuantas playas hay que recorrer para completar la colección. Cuantas faltan, y la respuesta es tan sencilla como incierta; sólo faltan todas aquellas que aún no se tienen. En ese acto de tener lo que falta, se instala la patología del coleccionista, la parte más fascinante de toda colección. [3]

El Mercurio rosado.
Es en ese sentido que el "Mercurio rosado" es "la parte más fascinante de toda colección", es decir, lo que falta. Tenemos aquí claramente explicitada la relación entre deseo y pulsión. Mientras que la pulsión es voluntad de goce, es decir, de completud, el deseo, que también lo anhela, al mismo tiempo lo rechaza: por eso todo colección se necesita incompleta. Mientras que la pulsión persigue la completud o el goce, el deseo persiste en su insatisfacción, por eso Lacan dijo aquello de que el deseo es deseo de deseo. Veamos que en el caso de los dos hermanos el coleccionismo puede considerarse como un desplazamiento de la gestión del goce. Vemos claramente esta posición cuando, Jerzy, para lograr el sello deseado, y cayendo en toda una trama preparada para finalmente robarles a los hermanos la colección de sellos, donará un riñón para conseguirlo. En todo caso también nos permite reflexionar también sobre este aspecto codicioso del deseo (El Wunsch freudiano), de su carácter vehemente, como se verá definitivamente en el final del episodio.

2. COLECCIONISMO Y FETICHISMO.

Partiendo de estas primeras reflexiones, parece interesante contemplar el coleccionismo, en relación con el fetichismo tal y como proponen algunos psicoanalistas, tal y como cabe deducir del padre de Jerzy y Artur, y a su vez en ellos mismos. Recordemos que el fetichismo tiene como objetivo ocultar la falta fálica de la madre. Para profundizar en ello veamos los tres estadios que Lacan describe para dar cuenta del fetichismo:

- 1. La madre no tiene el falo. 

Es decir, y recordando que el falo es el significante de la completud, que la madre no tiene falo hay que leerlo como que en la madre hay "falta", falta que a su vez designa al falo como significante de su deseo. Esa cuestion simbólica afecta sin embargo a un nivel imaginario·en el cual el niño o niña se postula como el objeto fálico que completa a su madre:

Si el niño ha recibido de su madre la significación fálica de su falta, puede entonces hacerse para ella objeto fálico como imagen [...] El sujeto, varón o niña, es por la imagen de su yo lo que falta en la madre. Es la apuesta en el caso del no psicótico. La madre no tiene el falo, por lo tanto yo lo soy... ¡para ella! [4]

- 2. La angustia.

Sin embargo, y al mismo tiempo, la posible satisfacción de ese deseo se torna en amenaza, en tanto en cuanto la ocupación del lugar del falo como ocupación del lugar de la falta a la madre implica disgregación, disolución, es decir, pérdida de identidad y es, en ese sentido, que la posibilidad de ocupar ese lugar se torna a su vez en causa de angustia. Dice Lacan al respecto, en su Seminario IV La relación de objeto:

Si hay castración, es en la medida en que el complejo de Edipo es castración. Pero la castración, no en vano se ha visto, y de forma tenebrosa, que tiene tanta relación con la madre como con el padre. La castración materna [...] implica para el niño la posibilidad de devoración y mordisco. Hay anterioridad de la castración materna, y la castración paterna es un substituto suyo. 

Esta última no es tal vez menos terrible, pero es sin duda más favorable que la otra, porque es susceptible de desarrollos, lo cual no ocurre con el engullimiento y devoración por parte de la madre. [5]

- 3. La madre tiene el falo.

En el fetichismo se postula el fetiche (recordemos que, como los amuletos, en el plano religioso son objetos a los que se dota de poderes mágicos o sobrenaturales que protegen al portador de las fuerzas naturales), como substituto del falo faltante de la madre, tornándose así en una defensa contra la angustia de la madre:

... por eso, sin duda, tiene la misma función que la fobia: instalar una protección en un puesto de avanzada frente al peligro de ser devorado por el deseo insaciable del Otro. [6]

Y es aquí donde el coleccionismo coincide con el fetichismo. Dice Gérard Wacjman, un psicoanalista que ha dedicado un interesante ensayo a reflexionar el coleccionismo desde el psicoanálisis:

... el fetichista exhibe dos cosas esenciales: a) que el objeto es la condición absoluta del deseo y, b) que este deseo pende de lo que el objeto tiene de más singular [...] El objeto singular como causa y condición del deseo. El coleccionista coincide aquí con el fetichista. [7]

A la búsqueda del "Mercurio rosado".

Vemos ocupando ese lugar de objeto singular al "Mercurio rosado", aquel objeto por el que Jerzy va a sacrificar un riñón.  O como dice Wajcman: "toda colección de obras es una exposición de singularidades, puesta en serie" [8]. Cada objeto que completa la colección ocupa momentáneamente ese lugar de singularidad del que pronto es desbancado por el siguiente objeto que se deseará para re-ocupar ese lugar, finalmente el lugar del objeto in-hallable, el Objeto sobre el que finalmente nunca se pondrá la mano: la promesa del Gran Goce.

Observamos esa relacción de la colección necesariamente incompleta con los "objetos singulares" que momentáneamente adquieren el lugar del Objeto, cuando la colección del padre es robada por un conjunto de personajes que conciben una trama para lograrlo mientras Jerzy está en el hospital y Artur le acompaña durante algunos momentos en su estancia. La tragedia de los hermanos Jerzy y Artur es que, de repente, y  poseyendo definitivamente el "Mercurio rosado"- que Artur se lo da a Jerzy al ser quien ha donado el riñón -, de nada les sirve sin la colección de su padre. El sello pierde toda su singularidad en ausencia de la serie que completa y de la colección de la que forma parte. 

El final del episodio nos muestra el aspecto codicioso del deseo  bajo la sospecha de los hermanos de que ha sido el otro el que ha robado la colección, llegando ambos a instrumentar al detective de policía que investiga el robo. Finalmente el encuentro de los personajes que han tramado el robo - hasta entonces personajes sin aparente relación: un acreedor del padre, un joven y un vendedor de sellos - les devuelve a la evidencia de que fueron víctimas de una trama.


3. UNA REFLEXIÓN FINAL.

De todo lo dicho podemos decir que el coleccionismo, tal y como lo aproximamos aquí, responde de distintas maneras a diferentes aproximaciones. Es así propio del obsesivo en tanto en cuanto éste se halla aposentado sobre el tesoro de su goce. Es también propio de la histeria en tanto en cuanto perpetua la insatisfacción del coleccionista en la colección incompleta que siempre anda buscando completarse. Y, finalmente, tenemos la aproximación fetichista, basándose en un desplazamiento en la colección y el objeto singular característico de la búsqueda del coleccionista, se instituye como defensa de la angustia de castración.

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[1] Wajcman, Gérard. Colección seguido de Avaricia.col. Bordes. Ed. Manantial, pág. 13
[2] Diego, Estrella de. http://www.elmamm.org/wp-content/uploads/2014/04/Tener-lo-que-falta.pdf
[3] Idem anterior.
[4] Julien, Philippe. Psicosis, perversión, neurosis, la lectura de Jacques Lacan. Amorrortu editores, pág. 105
[5] Lacan, Jacques. Seminario IV. La relación de objeto. Editorial Paidós, pág. 369
[6] Ver nota 3, pág. 106
[7] Ver nota 1. págs. 35 y 36
[8] Ídem anterior, pág. 57

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VER PELÍCULA

PARTE 1. https://www.youtube.com/watch?v=Y0UnUL7t3oA
PARTE 2. https://www.youtube.com/watch?v=pX7DZcrOLdg
PARTE 3. https://www.youtube.com/watch?v=i4k4ugxbkEs
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SERIE DECÁLOGO (pulsar título para acceder a la entrada)

Decálogo 1. Yo, el señor, soy tu Dios. Ese frágil absoluto.
Decálogo 2. No tomarás en falso el nombre del señor, tu  Dios. Compasión vs. culpa.
Decálogo 3. Santificarás las fiestas. Resentimiento, envidia y reparación. 
Decálogo 4. Honrarás a tus padres. El edipo honrado.
Decálogo 5. No matarás. Estado, poder, ley y obscenidad.
Decálogo 6. No cometerás adulterio. Idealización y descreimiento en el amor.
Decálogo 7. No robarás. El arquetipo del niño.
Decálogo 8. No mentirás. Sobre la culpa depresiva.
Decálogo 9. No desearás a la mujer del prójimo. De mentiras, de celos y de culpas.
Decálogo 10. No codiciarás los bienes ajenos. Falta, deseo y pulsión. Fetichismo y coleccionismo.