Avatar (2009) es una película de James Cameron que transcurre en una luna extraterrestre llamada Pandora, que orbita alrededor del planeta Polifemo, y en el que se nos presenta un conflicto que no es más que un reflejo del que mantenemos hoy en día en nuestro propio planeta Tierra, un conflicto entre lo que se ha dado en llamar "Civilización" con relación a la Naturaleza. Una manera de enfocar mejor este conflicto es, como se nos muestra en la película, contemplarla como el conflicto establecido entre el narcisismo egocéntrico humano en su dimensión más patológica - su dimensión colonizadora y explotadora -, y que el hombre occidental ha cultivado con tanto ahínco, y en el que ha quedado demostrado que el gran desarrollo de su saber y de su individualidad, está muy lejos de estar acompañado por la sabiduría, y que encontrará su contrapunto en los Na'vi, una raza humanoide habitante de la luna de Pandora, que vive en perfecta comunión con la Naturaleza, en aquello que el antropólogo Lucien Lévy-Bhrul, llamó "participación mística", una manera de formar parte humildemente del mundo que nos rodea y del misterio que le inviste. En el mundo de la participación mística todo es significativo, todo está conectado, todo tiene alma y es digno de respeto. El saber del hombre occidental, caracterizado por la búsqueda del desvelamiento del misterio de la existencia, pero paralelamente por el desarrollo tecnológico en un mundo cuyo motor esencial es el capital, ha dado desgraciada forma a las palabras de Jung que ya decía en 1941: "Desde tiempos inmemoriales siempre estuvo dotada la naturaleza de alma. Ahora, por primera vez, vivimos una naturaleza desanimada y desmoralizada".
Desde el punto de vista psicológico, el desenrraizamiento que sufrimos de la Naturaleza, la substitución drástica, sin ritual de paso, que hemos sufrido de la participación mística al conocimiento científico y al desarrollo tecnológico, así como al capital como motor esencial del planeta, no ha hecho más que potenciar las relaciones de dominación y explotación, que junto al desarrollo progresivo del individualismo y la competitividad, determinan las relaciones propias del narcisismo egocéntrico donde el formar parte o el sentimiento de pertenencia ha sido substituido por el posesivo "es mío" o el "me pertenece". El alma ha sido substituida por el objeto, el ser por el tener, o el vivir por el producir, como tan claro nos ha mostrado el fiósofo Byung Chul-Han en su ensayo sobre "La sociedad del cansancio".
En la anterior cápsula de cine y psicología, Interstellar (pulsa aquí para acceder a la entrada), citaba un texto de Jung, que ya he repetido en numerosas ocasiones, y en la que el psicólogo suizo vincula el absurdo o el sentido de la vida con una cuestión de temperamento, es decir, de actitud del ser humano. En Avatar veremos ambos temperamentos claramente diferenciados. Por un lado tenemos el absurdo, representado por la empresa privada que pretende explotar un mineral llamado inobtenium, cuya cara visible en lo ejecutivo es Parker Selfridge (Giovanni Ribisi) y en lo paramilitar el Coronel Miles Quaritch (Stephen Lang), que se nos presentan como perfectos ejemplos del narcisismo antropocéntrico y egocéntrico; por el otro lado tenemos el sentido, representado por la doctora Grace Augustine (Sigourney Weaver) y sus investigadores, y la nativa na'vi Neytiri (Zoe saldaña), y por extensión los Onomaticaya (el poblado na'vi al que pertenece Neytiri), ambas, cada una en su dimensión, unidas para preservar su cultura y la fantástica biodiversidad del planeta, así como su relación determinada por la "participación mística", representada en esencia por tres árboles con distinta simbología: el árbol madre, la dimensión protectora, el árbol alrededor del cual se desarrolla la vida del poblado; el árbol de las almas, el centro neurálgico de Pandora, donde el espíritu de Eywa se manifiesta con más fuerza, manteniendo la conexión de todo el ecosistema o red biológica de Pandora, y el árbol de las voces, el árbol de los ancestros, a los cuales se les puede escuchar e incluso consultar en busca de algunas respuestas. Se supone que viven dentro de Eywa. Tres árboles, tres simbologías relacionadas con la participación mística: Protección, conexión y trascendencia.
Jake Sully (Sam Worthington), es el clásico ejemplo del héroe arquetípico. Marine paralítico para quien la vida ha perdido sentido y que sufrirá la clásica "llamada" tras la inesperada muerte de su hermano gemelo. Irá a Pandora ya que, gracias a tener el mismo ADN, éste le habilita para "entrar" en el avatar na'vi. Más tarde, cuando se pierde en la jungla, y siguiendo a una enfadada Neytiri, será "señalado" por las semillas del árbol de las almas al posarse sobre él, convirtiéndole en una especie de "elegido". Posteriormente, y debido a las órdenes que recibirá del coronel Quaritch, se verá envuelto en la encrucijada de tener que, como dice Jung, ser fiel al absurdo o al sentido.
Jake Sully, gracias a su avatar, experimentará en si mismo el conflicto que sería deseable que todos asumiéramos en algún momento, un conflicto al que podemos definir como la escisión a la que nos conduce el narcisismo egocéntrico (o patológico) o la inclusión, la pertenencia y el compromiso a la que nos conduce el narcisismo trófico. Para establecer las diferencias entre ambos tipos de narcisismo me remito a las siguientes palabras del psicoanalista Luis Hornstein:
El narcisismo patológico consiste, más que en un exceso de amor propio, en su falta crónica y, por ello, el narcisista realiza esfuerzos insaciables por sustituir el amor propio por la admiración externa. El déficit narcisista produce un yo amenazado por la desintegración, desvalorización o por una sensación de vacío interior. En el narcisismo patológico, hay un interés exclusivo por uno mismo mientras que en el trófico ese interés está también dedicado a metas y actividades. Las actividades del narcisismo trófico conciernen a las ambiciones, los ideales, el compromiso con los objetos, y ya no importa casi mantener y promover la identidad y la autoestima, ahora convertidas en productos colaterales de tales actividades. Alcanzada cierta cohesión del yo y de la autoestima, el sujeto es libre de orientar cada vez más su vida no por motivos narcisistas, sino por la realización de deseos. [1] (La negrita es mía)
El viaje de Jake Sully (no olvidemos que el es militar), su viaje del héroe, va a tener que ver con esto: persistir en el narcisismo egocéntrico basado en lograr la dominación, y si es necesario la destrucción de los onomaticaya, y del satélite por añadidura, en beneficio de la explotación del mineral inobtenio, es decir, la desfachatez y ceguera habitual de lo profano en relación a lo sagrado; o bien preservar la cultura y las creencias de los onomaticaya, su participación mística con la Naturaleza, lo que, a la postre, es mantener el equilibrio de la vida y de la existencia de una manera respetuosa y confiriándole una dimensión sagrada. Paralelamente, y a un nivel individual, Jake deberá enfrentarse a la oferta-tentación de Selfridge, quien a cambio de que le pase información sobre los Onomaticaya - es decir, transformarle en "espía" - le promete una operación que le permite recuperar unas piernas que le permitan volver a andar, a la vez que cuanto mas conoce a Neytiri y a los na'vy onomaticaya, más se siente involucrado con ellos y más comprende la relación que mantienen con su ecosistema. Esta tensión que vive Jake es muy clara, pues no es más que la tensión entre el hacerse completo ortopédicamente del narcisismo egocéntrico, el paliar la falta con "tener", o el hacerse completo existencialmente del narcisismo trófico, en el que el respeto y el valor por sí mismo sólo es comprensible cuando es respeto y valor por "el otro" y "lo otro", es decir, cuando la falta es generadora de "ser". Como dice Hornstein: el sujeto es libre de orientar cada vez más su vida no por motivos narcisistas, sino por la realización de deseos. Y qué mayor deseo puede tener un individuo libre que mantener el equilibrio que garantiza la continuidad de la vida y la existencia, el ser del mundo y con el mundo.
La tensión que individualmente vive Jake Sully, tiene su generalización en la tensión que la civilización occidental ha representado para otras culturas y para el mismo planeta Tierra. La historia del colonialismo en el pasado habla por sí misma (el descubrimiento y la colonización de América o la colonización de Africa, por poner dos ejemplos, es la historia de un desastre detrás de otro: genocidios, explotación y abuso, esclavismo, desenrraizamiento de las culturas aborígenes, guerras de interés, etc.), como habla también por sí mismo el nuevo colonialismo que, hoy en día, representa el neoliberalismo globalizado o capitalismo asalvajado. El desarrollo de la civilización occidental, sustentado esencialmente en la fuerza de la razón, no ha venido acompañada de un conocimiento de las complejidades del psiquismo humano, y es por ello que la civilización occidental, a pesar de su razón, es una civilización de razones esencialmente narcisistas egocéntricas. Y la cuestión que nos plantea Avatar es si, como civilización, seremos capaces de viajar hacia el otro narcisismo, el narcisismo trófico en el que el ser individual es inseparable del ser del mundo, y para ello vamos a necesitar muchos, muchos más Jake Sully que tomen partido por la participación y conservación de la Tierra, y no por su explotación ciega y pulsional que no encierra más que el dominio de la pulsión de muerte.
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[1] Hornstein, Luis. Hacia una clínica del narcisismo.
Ver en enlace: http://www.luishornstein.com/textos/clinicadelnarcisismo.pdf
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PELÍCULAS RELACIONADAS.
Desde el punto de vista psicológico, el desenrraizamiento que sufrimos de la Naturaleza, la substitución drástica, sin ritual de paso, que hemos sufrido de la participación mística al conocimiento científico y al desarrollo tecnológico, así como al capital como motor esencial del planeta, no ha hecho más que potenciar las relaciones de dominación y explotación, que junto al desarrollo progresivo del individualismo y la competitividad, determinan las relaciones propias del narcisismo egocéntrico donde el formar parte o el sentimiento de pertenencia ha sido substituido por el posesivo "es mío" o el "me pertenece". El alma ha sido substituida por el objeto, el ser por el tener, o el vivir por el producir, como tan claro nos ha mostrado el fiósofo Byung Chul-Han en su ensayo sobre "La sociedad del cansancio".
En la anterior cápsula de cine y psicología, Interstellar (pulsa aquí para acceder a la entrada), citaba un texto de Jung, que ya he repetido en numerosas ocasiones, y en la que el psicólogo suizo vincula el absurdo o el sentido de la vida con una cuestión de temperamento, es decir, de actitud del ser humano. En Avatar veremos ambos temperamentos claramente diferenciados. Por un lado tenemos el absurdo, representado por la empresa privada que pretende explotar un mineral llamado inobtenium, cuya cara visible en lo ejecutivo es Parker Selfridge (Giovanni Ribisi) y en lo paramilitar el Coronel Miles Quaritch (Stephen Lang), que se nos presentan como perfectos ejemplos del narcisismo antropocéntrico y egocéntrico; por el otro lado tenemos el sentido, representado por la doctora Grace Augustine (Sigourney Weaver) y sus investigadores, y la nativa na'vi Neytiri (Zoe saldaña), y por extensión los Onomaticaya (el poblado na'vi al que pertenece Neytiri), ambas, cada una en su dimensión, unidas para preservar su cultura y la fantástica biodiversidad del planeta, así como su relación determinada por la "participación mística", representada en esencia por tres árboles con distinta simbología: el árbol madre, la dimensión protectora, el árbol alrededor del cual se desarrolla la vida del poblado; el árbol de las almas, el centro neurálgico de Pandora, donde el espíritu de Eywa se manifiesta con más fuerza, manteniendo la conexión de todo el ecosistema o red biológica de Pandora, y el árbol de las voces, el árbol de los ancestros, a los cuales se les puede escuchar e incluso consultar en busca de algunas respuestas. Se supone que viven dentro de Eywa. Tres árboles, tres simbologías relacionadas con la participación mística: Protección, conexión y trascendencia.
El árbol madre |
Jake Sully, gracias a su avatar, experimentará en si mismo el conflicto que sería deseable que todos asumiéramos en algún momento, un conflicto al que podemos definir como la escisión a la que nos conduce el narcisismo egocéntrico (o patológico) o la inclusión, la pertenencia y el compromiso a la que nos conduce el narcisismo trófico. Para establecer las diferencias entre ambos tipos de narcisismo me remito a las siguientes palabras del psicoanalista Luis Hornstein:
El narcisismo patológico consiste, más que en un exceso de amor propio, en su falta crónica y, por ello, el narcisista realiza esfuerzos insaciables por sustituir el amor propio por la admiración externa. El déficit narcisista produce un yo amenazado por la desintegración, desvalorización o por una sensación de vacío interior. En el narcisismo patológico, hay un interés exclusivo por uno mismo mientras que en el trófico ese interés está también dedicado a metas y actividades. Las actividades del narcisismo trófico conciernen a las ambiciones, los ideales, el compromiso con los objetos, y ya no importa casi mantener y promover la identidad y la autoestima, ahora convertidas en productos colaterales de tales actividades. Alcanzada cierta cohesión del yo y de la autoestima, el sujeto es libre de orientar cada vez más su vida no por motivos narcisistas, sino por la realización de deseos. [1] (La negrita es mía)
Las semillas del árbol de las almas posándose sobre Jake. |
El viaje de Jake Sully (no olvidemos que el es militar), su viaje del héroe, va a tener que ver con esto: persistir en el narcisismo egocéntrico basado en lograr la dominación, y si es necesario la destrucción de los onomaticaya, y del satélite por añadidura, en beneficio de la explotación del mineral inobtenio, es decir, la desfachatez y ceguera habitual de lo profano en relación a lo sagrado; o bien preservar la cultura y las creencias de los onomaticaya, su participación mística con la Naturaleza, lo que, a la postre, es mantener el equilibrio de la vida y de la existencia de una manera respetuosa y confiriándole una dimensión sagrada. Paralelamente, y a un nivel individual, Jake deberá enfrentarse a la oferta-tentación de Selfridge, quien a cambio de que le pase información sobre los Onomaticaya - es decir, transformarle en "espía" - le promete una operación que le permite recuperar unas piernas que le permitan volver a andar, a la vez que cuanto mas conoce a Neytiri y a los na'vy onomaticaya, más se siente involucrado con ellos y más comprende la relación que mantienen con su ecosistema. Esta tensión que vive Jake es muy clara, pues no es más que la tensión entre el hacerse completo ortopédicamente del narcisismo egocéntrico, el paliar la falta con "tener", o el hacerse completo existencialmente del narcisismo trófico, en el que el respeto y el valor por sí mismo sólo es comprensible cuando es respeto y valor por "el otro" y "lo otro", es decir, cuando la falta es generadora de "ser". Como dice Hornstein: el sujeto es libre de orientar cada vez más su vida no por motivos narcisistas, sino por la realización de deseos. Y qué mayor deseo puede tener un individuo libre que mantener el equilibrio que garantiza la continuidad de la vida y la existencia, el ser del mundo y con el mundo.
Neytiri y el árbol de las voces. |
La tensión que individualmente vive Jake Sully, tiene su generalización en la tensión que la civilización occidental ha representado para otras culturas y para el mismo planeta Tierra. La historia del colonialismo en el pasado habla por sí misma (el descubrimiento y la colonización de América o la colonización de Africa, por poner dos ejemplos, es la historia de un desastre detrás de otro: genocidios, explotación y abuso, esclavismo, desenrraizamiento de las culturas aborígenes, guerras de interés, etc.), como habla también por sí mismo el nuevo colonialismo que, hoy en día, representa el neoliberalismo globalizado o capitalismo asalvajado. El desarrollo de la civilización occidental, sustentado esencialmente en la fuerza de la razón, no ha venido acompañada de un conocimiento de las complejidades del psiquismo humano, y es por ello que la civilización occidental, a pesar de su razón, es una civilización de razones esencialmente narcisistas egocéntricas. Y la cuestión que nos plantea Avatar es si, como civilización, seremos capaces de viajar hacia el otro narcisismo, el narcisismo trófico en el que el ser individual es inseparable del ser del mundo, y para ello vamos a necesitar muchos, muchos más Jake Sully que tomen partido por la participación y conservación de la Tierra, y no por su explotación ciega y pulsional que no encierra más que el dominio de la pulsión de muerte.
El árbol de las almas. |
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[1] Hornstein, Luis. Hacia una clínica del narcisismo.
Ver en enlace: http://www.luishornstein.com/textos/clinicadelnarcisismo.pdf
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Terrence Malick, 2005