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domingo, 16 de mayo de 2021

MEDEA (LARS VON TRIER, 1988): Narcisismo, resentimiento y venganza y perspectiva de género.

La Medea de Lars Von Trier (1988) es una de las adaptaciones cinematográficas de la tragedia de Eurípides que, junto a la adaptación que de ella hizo también Pier Paolo Passolini, mayor resonancia han tenido. Fue la tercera película del director, que la llevó a la pantalla para la televisión danesa basándose en un guión elaborado por el gran maestro Karl Theodor Dreyer y Peer Thomsen. Comentar esta película de Von Trier es interesante por el enfoque que el director le da a través de las imágenes y el mundo simbólico que las acompaña, así como de la atmósfera que crea a través de ellas.

Mucho se ha escrito sobre la protagonista de esta tragedia, siendo objeto de análisis de todo tipo. Medea está muy presente como objeto de interpretación psicoanalítica, especialmente desde la perspectiva lacaniana, como lo ha sido también desde una perspectiva de género. Sin descartar ninguna de las interpretaciones, pues todas tienen sus razones, y apelando a la dimensión que caracteriza la tragedia (tragodia en griego), cuyo etimología se relaciona con tragos= chivo y  oide=canción, es decir, canción del chivo, y teniendo en cuenta que el chivo era el animal sacrificado en las fiestas de Dionisos, nuestra reflexión se orientará acerca cuál es la dimensión trágica de Medea.

Para ello me perece importante situar su tragedia en el antes y el después de su protagonista. En este sentido debemos recordar lo siguiente:

EL ANTES: Medea era bija de Eetes, rey del país de la Cólquida (lo que actualmente es la república de Georgia), que es donde llegó el héroe griego Jason con sus argonautas para reclamar el vellocino de Oro. No hay que olvidar que Medea era sacerdotisa de Hécate, lo cual la relaciona con los conocimientos que se le suponía con la magia y la hechicería (entre los significados que se atribuyen al nombre de Medea está el que se vincula con ser "sabia", poseedora de conocimientos y saberes). Medea se enamoró de Jasón, y fue ella quien la ayudó a obtener el vellocino de oro traicionando a su padre a cambio de la promesa de Jason de hacerla su esposa y la promesa de fidelidad. Para poder huir y evitar la persecución de Eetes en su huida de la Cólquida, Medea mató y descuartizó a su hermano Apsirto  lanzando sus restos al mar, para así distraer a su padre quien entonces se dirigió a buscalos. 

Tras varias aventuras, especialmente significativa la del asesinato de Pelias en Yolco, tramado por Medea, finalmente llegaron a Corinto, donde les acogió Creonte, su rey, que es donde se desarrollará la tragedia de Eurípides.

 EL DESPUÉS: Tras su huida de Corinto, después de suceder todos los acontecimientos trágicos que narraremos, acabó recalando en Atenas, donde fue esposa de Egeo, su rey, quien esperaba, dada su avanzada edad, que con sus artes de hechicería le diera un hijo, lo cual sucedió. Sin embargo, y una vez más, las cosas se complicaron tras volver Teseo, el hijo secreto de Egeo a Atenas, e intentar Medea envenenarlo al ver en él una amenaza para el futuro de su hijo. Pero Teseo la descubrió acusándola de la práctica de brujería y hechicería, y teniendo que huir de nuevo con su hijo.

Posteriormente reflexionaremos acerca de estos dos apuntes. Vayamos ahora al intermedio entre ese antes y ese después, que es donde se desarrolla la tragedia.

I. EL MAR.

La Medea de Von Trier empieza en el mar, con una Medea (Kirsten Olesen) estirada de espaldas y a las que las olas del mar cubren, sugiriendo las posteriores imágenes que estas olas la arrastraran sumergiéndola en él. Es una Medea que ya conoce la traición de Jason (Udo Kier), quien ha decidido repudiarla para contraer nupcias con Glauce (Ludmila Glinska), la hija de Creonte (Henning Jensen), dentro de la voluntad de éste de ofrecer a Corinto un rey fuerte.



Posteriormente veremos a Medea emerger de las aguas del Mar. En ese momento aparece la barca de Egeo, rey de Atenas, y vemos como Medea le dice: "Prométeme que siempre encontraré refugio en tu tierra", a lo que Egeo le responde: "Sabes que sí". Interesante simbolismo que nos marca lo que podemos considerar como una transfiguración de Medea. Como si se tratara de un bautismo, donde el ser nace hacia la vida espiritual, la Medea que surge de las aguas ya no es la Medea que se enamoró de Jasón y que hizo por él todo lo que hizo, sino que, como decía Lacan, surge una Medea transfigurada donde el enamoramiento da paso al "enodiamiento".



Me parece interesante también como Von Trier nos representa a Medea, en especial con esa cofia con la que oculta su melena y el largo vestido negro. Se trata de una mujer herida en lo más profundo de su ser.

II. JASON Y GLAUCE.

Eurípides, como en otras de sus obras, nos muestra la flaqueza y la mezquindad del "héroe", sus pies de barro. Jason no duda en traicionar a Medea en un doble sentido: la tentación del poder y la tentación de la lujuria, el deseo apasionado que siente por la hija del rey, Glauce. Von Trier nos muestra ambos aspectos siempre con al mar de fondo. Jason también nos muestra su transfiguración como héroe en esa dimensión mezquina sujeta al deseo del poder y la pasión. La afrenta que sufre Medea la observamos en la escena en la que Jason y Glauce deben pasar la noche en una tienda que flota sobre una balsa en el mar. En ella, y disimulada entre velos, podemos ver el juego de ambos, y en la que ella se postula como objeto de deseo de Jasón (quien es presa de su apasionamiento) para oír de él que es justamente más que eso, así como para postergar su contacto físico al destierro de Medea:

Glauce: Muchas palabras para los ancianos, y ninguna para mí.
Jason: Glauce...
Glauce: Ese es sólo mi nombre.
Jason: Tu nombre significa "ninfa"
Glauce: ¿Qué le prometes a esta ninfa?
Jason: Tratarla como una mujer. La mujer a la que amo.
Glauce: ¿Tu reina?
Jason: Glauce... Que suaves tus labios, que cálida tu boca. Mi amada.

Glauce le deja bien claro que no se acostará con él hasta que Medea sea desterrada: "No podemos estar las dos aquí" - le dice -.



No sólo es el poder sino la pasión lo que lleva a Jasón a abandonar a Medea y sus hijos, a pesar de que él la miente diciendo que es por el bienestar de todos ellos. La promesa que le hizo queda rota, y con ello rompe el alma de Medea, quien desde su lamento dice las siguientes y significativas palabras: "Ojalá muriera. La muerte me daría descanso. Mi vida esta vacía como la cama que compartíamos cuando le era útil. Jason lo era todo para mí. ¿Porqué las mujeres soportan tanto? Sumisas, sin voz, en cuerpo y alma. ¿Qué derechos tienen ellas? Ella solo le tiene a él [...] Yo ya no tengo al hombre al que ayudé. Sólo fui su instrumento". Y tras estas palabras añade algo aun más significativo: "Ansío volver a mi patria. Ver mi madre, a mis hermanas, a los míos. Ansío venganza". Volveremos más tarde a esta frase. 

En todo caso, las palabras de Jason a Glauce de "tratarla como una mujer. La mujer que amo" resumen con toda su fuerza la humillación que vive Medea, la mujer utilizada y repudiada junto a sus hijos, humillación que se acumula como resentimiento ante la impotencia pero que, a su vez, se apoya en la esperanza de la venganza.

III. HUMILLACIÓN, RESENTIMIENTO Y VENGANZA.

Otro de los significados con los que se ha relacionado el nombre de Medea se corresponde a su vínculo con el verbo medomai (μήδομαι), que significa "pensar, tramar, urdir". Medea recibirá la visita de Creonte quien le ordena abandonar el país junto a sus hijos inmediatamente. Von Trier nos presenta la escena en plena naturaleza, entre las brumas de una zona pantanosa. Es muy representativo que el diálogo entre Medea y Creonte transcurra en este entorno con un rey temeroso de ella: "Eres sabia. Conoces las artes del mal. Puedes hacer daño". Y, no obstante, gracias a sus dotes de persuasión, convencerá al rey para que le dé un sólo día más para organizar su partida. Tiempo suficiente, en realidad, para organizar, y como dice ese origen que se presupone a su nombre, tramar, urdir su venganza.



El enfoque de Von Trier de esta escena con Creonte es muy distinta de la que nos encontramos en la tragedia. La desesperación de Medea en la obra es sustituida aquí por una voz monótona, hipnótica que tiene en las brumas otro exponente, la visión poco clara, difusa. Es una voz que muy bien expresa los temores de Creonte en el texto de la tragedia de Eurípides, quien sospechando el futuro dice:

Mi voluntad no es tiránica en absoluto, y, por haberme apiadado, he sufrido ya muchos reveses. También ahora veo que yerro,  mujer, más, con todo, lo obtendrás. [1]

Desde ese momento, Medea ya tiene provisto utilizar su conocimiento sobre venenos para deshacerse de Jasón, Glauce y Creonte. Sin embargo, un encuentro con Egeo, cambiará las cosas. Eurípides, conociendo indudablemente la historia de Medea, modifica la historia de Egeo, a quien Medea encuentra de vuelta del oráculo, buscando respuesta acerca de una maldición de esterilidad que cae sobre su pueblo. Medea le asegura que ella puede ayudarla si, a cambio, la recoge y protege en Atenas. Es en ese momento, en una tierna escena con sus hijos, cuando su venganza toma su forma definitiva. No será Jasón quien muera, sino que sacrificará a sus hijos, así este quedará con el dolor más profundo para un griego: sin tierra (en el caso de Jason sin reino), sin esposa y sin hijos. Von Trier lo acompaña de una poderosa imagen de Medea al contraluz de un cielo donde brillan unas nubes. Ese es el momento en el que Medea encuentra la profundidad de su venganza.



El origen de la venganza de Medea está en la pérdida de amor, en la traición de Jason. Y no soportando esa pérdida, sacrificará, una vez asesinados Glauce y Creonte, aquello que más quiere, sabiendo que ese sacrificio infringirá, a su vez, el dolor más profundo y mortal para Jason.

RESENTIMIENTO Y VENGANZA EN MEDEA.

La venganza es el segundo estado del resentimiento, al cual hay que entender como resultado de la pérdida de completud, de perfección, y mientras que el primero es el resultado de las humillaciones sufridas que rompen ese completud o perfección, y ante las cuales se siente manifiesta impotencia, acumulándose la desafección y el odio, la segunda surge como, en el caso de Medea, de la ideación y posterior pasaje al acto, por la que se compensa la situación sometiendo al humillante a la condición de humillado. La víctima se erige en verdugo, y el verdugo es sometido como víctima.

Para comprender bien la venganza de Medea, que incluye el sacrificio de los hijos, es esencial la noción de impotencia, es decir, la imposibilidad de reaccionar ante la injusticia a la que es sometida por Jasón (idealizado por su amor) y por Creonte. Motivos no le faltan a Medea, ya que esencialmente tiene el poder contra ella y una condición social en la que esta es prácticamente, como se diría hoy, un ejemplo de nuda vida (Giorgio Agamben), es decir, una vida que no tiene derechos y de la que se puede prescindir sin miramientos. Nada puede contra el juramento al que Jason falta y traiciona. Entre una de las causas de impotencia hallamos también su inminente destierro.

¿Por qué Medea no tiene suficiente con la muerte de los implicados: Jason, Creonte y Glauce? Porque la cuestión no es la muerte sino el dolor insoportable, el sufrimiento sin fin. La muerte de los tres protagonistas citados no compensaría el dolor sin fin de Medea, especialmente si asesina a Jasón, pues... ¿qué dolor hay tras la muerte? La venganza no persigue exactamente la muerte sino el castigo. Y aquí es donde toma sentido la venganza de Medea. Su venganza necesita a Jasón vivo para que este sufra su mismo dolor insoportable. Y ese es el sentido que implica la muerte de sus hijos.



Medea sabe perfectamente que, más allá del dolor de sacrificar a sus hijos, el dolor que implicará a Jasón será un dolor equiparable al suyo. En ese sentido, también es interesante destacar que otro de los significados con los que se relaciona el nombre de Medea es el pronombre indefinido medeis (μηδείς), que significa "nadie". Medea es siempre una extranjera, una exilada de su tierra de origen, y como extranjera y maga, siempre objeto de sospecha y desconfianza. Tras su destierro de Corinto se repite de nuevo su condición de exiliada, de sin-tierra, de nuevo acogida por Egeo en Atenas. Medea queda sin su amor, sin tierra y sacrifica sus hijos para que Jason sufra la misma condición: que Jasón sienta el dolor de ser "nadie", como decía anteriormente, sin reino, sin esposa y sin hijos. Medea es un ejemplo claro de ese dolor que corresponde a la rotura del sentimiento de completud.

Medea ejecutará su venganza inexorablemente: engañara a Jasón dándole la razón a su propuesta y pidiéndole que lleve unos presentes a Glauce, a quien asesinará enviándole unas ropas y su corona de nupcias untadas en un mortal veneno que, a su vez, matará a Creonte al intentar auxiliar a su hija. Esas muertes volverán al pueblo de Corinto contra Jasón, quien huyendo parte en busca de Medea temiendo ya lo peor.



IV. LA CUESTIÓN DEL NARCISISMO Y LA TRAGEDIA DE MEDEA. EL AMOR SIN LÍMITE.

Al principio de esta reflexión, he hecho referencia a la historia de Medea, al antes y después de la tragedia de Eurípides. Visto desde la perspectiva de su historia, la tragedia de Medea se sitúa en la repetición. El acontecimiento vinculado a la traición de Jasón no es un hecho aislado sino que se trata de un acontecimiento entre otros. Recordemos:

1. Medea asesina a su hermano y traiciona a su padre por "amor" a Jasón.
2. Medea, con sus artes negras, embaucó a las hijas de Pelias, rey de Yolco, ciudad de Tesalia, para que bajo la falsa idea de rejuvenecerlo, en realidad lo mataran.
3. Medea, en su venganza contra Jasón, asesina a Glauce, Creonte y sus hijos.
4. Ya en Atenas, y desposada por Egeo, con quien tendrán a Medo, su hijo, será expulsada de la polis por haber intentado envenenar a Teseo en su retorno por considerarle un peligro para su hijo.

¿Qué nos muestra la historia de Medea? Nos muestra que su tragedia está ligada, más allá de unas condiciones sociales inevitables, también a su narcisismo que, más allá de la "justicia o injusticia" de sus venganzas (que siempre envuelven a víctimas ajenas al conflicto), la evocan a la repetición, una repetición que siempre la vuelven a ser "nadie", a ser expulsada en nombre de aquello que podríamos llamar el amor sin límites, o lo que es lo mismo, un amor sin límites que es una forma de llamar a la carencia, o la falta, que en su voluntad de completarse no tienes límites, característica del narcisismo que busca la completud por encima de todo. No es el amor, sino la carencia sin límites, la que hace que Medea no tenga límite en su objetivo por obtener la completud, lo cual logra idealizando a Jasón, en nombre de quien asesina a su hermano, y posteriormente a Pelias, o incluso a través de Medos, su hijo, por quien pretende asesinar a Teseo. Un amor sin límites que, por esa condición de su narcisismo, se transforma también, en un odio sin límites. Un amor incondicional que puede también transfigurarse en un odio implacable. Con razón dice en la tragedia las siguientes palabras: "Pues una mujer normalmente está llena de miedo y es cobarde para contemplar la pelea y el hierro, más, cuando resulta injuriada en lo referente a su lecho, no hay otro espíritu más sanguinario" [1]



V. LA PERSPECTIVA DE GÉNERO.

El final de la película de Von trier, que nos muestra la comprensión del hijo mayor con matarlos, o la imagen de Medea sacándose la cofia y soltando su melena, hasta entonces oculta, en la barca de Egeo dirigiéndose a Atenas (mientras se nos muestra un Jasón perdido en su desesperación hasta morir), parece encuadrarse en la visión de una Medea que responde a una lectura más de género, en la cual el establecimiento de la subjetividad femenina daría cuenta de sus acciones:

Medea destruye una dimensión de sí misma para mantener su honor, que en clave mítica puede ser entendida como una forma de mantener un proyecto de sujeto en el sentido moderno [...] Al dar muerte a sus hijos Medea se desidentifica con el destino de la madre y con el linaje patriarcal encarnado por Jasón y sus hijos, subvirtiendo de esa forma el orden cultural patriarcal [...] Medea subvierte el mandato de género y la moral superyoica al dar muerte a sus hijos. Se desidentifica con el ideal del yo impuesto por la cultura. Al cortar el vínculo lo materno transita del apego a la autonomía. De la pasividad a la acción. De la docilidad a la agresión. [2]

Visto desde esta perspectiva de género, la tragedia de Medea es precisamente la de una autonomía imposible, la de una restauración imposible de su subjetividad en tiempos donde esto era imposible. "Al cortar el vínculo lo materno transita del apego a la autonomía. De la pasividad a la acción. De la docilidad a la agresión", dice la autora, pero, y desde esta perspectiva, es un intento de autonomía que se cercena desde el mismo momento en que se produce. Huye de la Cólquide traicionando a su padre Eetes, y asesinando a su hermano, pero para irse con Jasón. Se venga de Jasón dando muerte a sus hijos, además de Glauce y Creonte, pero para irse con Egeo. La tragedia de Medea es la repetición inevitable, el círculo sin salida.



Así se nos dibuja la famosa "hamartia" de Ła tragedia griega, "el error fatal", el hecho que intenta reparar lo irreparable, lo imposible, producto de la "hybris", el exceso de orgullo que observamos tanto en Jason como en Medea, como probablemente podríamos suponer entre Eetes y Medea, o entre Teseo y Medea. Y, como consecuencia de ella, también observamos "la Até", esa ambigüedad entre el orgullo y el lamento que nos pone en contacto, como ahora observaremos, con el concepto del goce lacaniano.

Efectivamente, y para finalizar, un último dato sobre la historia de Medea y su relación con ese goce. Tras ser expulsada de Atenas, Medea fue sobreviviendo de tierra en tierra hasta que un día se enteró de que su padre Eetes había sido destronado por su hermano Perses. Medea volvió entonces a su tierra con su hijo Medo para ayudarle, siendo Medo quien finalmente mató a Perses. Es bien curioso que la historia de Medea finaliza como empezó, si bien en sentido contrario. Huyendo de la Cólquide por traicionar a su padre, vuelve finalmente a él para ayudarle y ser reconocida. Antes citamos las palabras de Medea: Ansío volver a mi patria. Ver mi madre, a mis hermanas, a los míos. Un largo trayecto para lo que, finalmente, no era más que  la búsqueda edípica de su padre. Se fue barrándolo (al matar a su hermano) para transferir ese deseo idealizando a Jasón, y vuelve al final para completarlo como padre derrotado.



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[1] Las citas de la tragedia de Eurípides corresponden a la versión de Juan Antonio López Pérez de la editorial Cátedra. Letras Universales.
[2] Pávez, Paulina J. Medea en la encrucijada. Entre la autoafirmación  y el autosacrificio: una metáfora de la subjetividad femenina en pugna. Revista Género, Chile Mayo 2011.

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PELÍCULA RELACIONADA.










lunes, 3 de mayo de 2021

FAMILY LIFE (Vida en familia, Ken Loach, 1971): Sobre la madre fálica, el doble vínculo o comunicación paradójica y la sociedad alienizante.

 

Family life (1971) es una de las primeras películas de Ken Loach que aborda un tema parecido 
al que comentamos recientemente en otra película de la misma época: Una mujer bajo influencia (1974) de John Cassavetes (pulsar aquí para ver entrada). Sin embargo, y a diferencia de esta, Family Life nos permite contemplar la gestación del trastorno psíquico dentro de las familias de origen. Esta película de Ken Loach, como la de Cassavetes, reflexiona sobre la importancia del entorno en la génesis del trastorno psíquico, la insuficiencia del abordaje psiquiátrico clásico, en contraposición con las ideas de la antipsiquiatria de aquellos días y las deficiencias de las instituciones psiquiátricas como los sanatorios mentales. Incluye, a su vez, distintos elementos que hemos abordado también en este blog a través de diferentes películas (Shine, el esplendor de un genio - Scott Hicks, 1996 -; Cisne negro - Darren Aronofsky, 2013 -; Aflicción - Paul Schrader, 1997 -, por citar algunas), pero la considero una de las más estremecedoras por su crudeza y por la intensidad de los personajes que la fundamentan, sostenidos por excelentes interpretaciones dentro de la peculiar manera de dirigir de Ken Loach (utiliza, por ejemplo, personas que representan más las características del personaje que busca que actores que los interpreten)..

Family Life nos narra el descenso a los infiernos de su joven protagonista, Janice Bailden (interpretada por Sara Ratclif), la pequeña de dos hermanas (la mayor ya está fuera de casa), atrapada el entorno asfixiante de una familia conservadora,  puritana y tiránica, compuesto por Mr. Bailden (Bill Dean), un padre autoritario y violento, si bien mero instrumento de la verdadera protagonista, Mrs. Bailden (Grace Cave), una madre tiránica, culpabilizadora y manipuladora que confunde constantemente a Janice para que "sea como debe ser", es decir, "para que sea como ella quiere que sea". Mrs. Bailden, con la colaboración de su esposo, se corresponde con lo que antiguamente se llamó madre, y por extensión en este caso, familia, esquizafrenógena, concepto propuesto por la psicoanalista Frida Fromm-Reichman en 1948, para describir aquellas madres, familias, o también entornos, generadores de esquizofrenia.



I. EL DOBLE VÍNCULO O COMUNICACIÓN PARADÓJICA.

La película, tras una introducción donde vemos a Janice retirada por un policía de una estación de metro por lo que considera un comportamiento extraño, parte del conflicto familiar que surge con el embarazo de Janice, y que nos propone magistralmente un ejemplo del llamado doble vínculo o comunicación paradójica, que se caracteriza por lanzar a una persona mensajes que se contradicen, o como también se dice, la paradoja como contradicción. La escena aborda la discusión basada en la voluntad de Janice de querer tener a su hijo y la oposición de sus padres. En esta escena inicial se observan ya varias cosas:

1) Los claros ejemplos de la comunicación paradójica o doble vínculo, y de como estos llevan a Janice a la confusión y a dudar de ella misma.
2) La desvalorización constante del criterio de Janice por parte de su madre de una manera fría e implacable (la actriz, una mujer sin experiencia interpretativa elegida por Loach, borda el papel).
3) Las reacciones violentas y humillantes del padre que degradan la dignidad y autoestima de Janice.

Veamos la escena:

Madre: Lo que es seguro que no lo quiere.
Janice: ¿Quién dice que no lo quiero?
Madre: Pues serías imbécil si lo quisieras.
Padre: ¿Qué hacemos? ¿Qué aborte?
Madre: Haz el favor de no mencionar esta palabra en esta casa. Es horrible, poco cristiano.
Padre: 
Janice: Entonces esto lo soluciona todo, ¿no?
Madre: El caso es que no deberías tenerlo. ¿Te das cuenta de que esto cambiará tu vida?
Janice: ¡No voy a matar a mi hijo! Está aquí, es parte de mi, no lo voy a matar.

Vemos aquí el primer ejemplo de mensaje paradójico. Por un lado la madre habla de una forma extremadamente moralizada y horrorizada sobre el aborto (deberían deshacerse de la gente que lo practica), mientras que por el otro incita a su hija a que lo haga. Como veremos, esto pone a Janice en la situación de ser una de esas personas que aborta, y a las que su madre desprecia, mientras que si no lo hace desobedece lo que sus padres le dicen. Haga lo que haga es culpable. Es importante observar, que este tipo de relación parte de la infancia, lo cual explica los posteriores efectos psíquicos que tiene sobre un individuo.


Padre:
¿Y quién eres tú para decidir? 
Madre: ¿Quién va a educar el niño¿Quién va a comprar y a pagar todo lo que necesita? ¿Te das cuenta de eso? ¿Ni siquiera sabes mantenerte a ti? ¿Imagínate a otra persona?
Janice: Ya me las arreglaré.
Madre: ¿Y cómo te las vas a arreglar? No tienes ni idea de lo que significa todo esto. Si tuvieras sentido común seguirías nuestro consejo y verías que lo que creemos es lo mejor para ti. Dices que lo quieres pero yo sé que no. Y yo sé lo que es bueno para ti. 
Janice: Cualquiera diría que puedes leer mi pensamiento.
Madre: Ya, pues pueda que lo lea, pues eres parte de mí.

Observemos en este fragmento la desvalorización del criterio de Janice tanto por parte del padre (¿quién eres tú para decidir?), como aun más, y más sutilmente, por parte de la madre, que la confronta afirmando que ella no sabe lo que realmente ella quiere y que ella si, y que el sentido común debería acoger sin duda su propuesta. Como veremos, esta es la base de otro mensaje paradójico, pues por un lado se le exige responsabilidad, y por otro se le niega constantemente su capacidad para tenerla. Por otro lado, responsabilidad es, desde el punto de vista de los padres, renunciar a tener todo criterio personal y acoger el de los padres (que saben lo que ella quiere), lo cual equivale a una verdadera renuncia de toda responsabilidad y autonomía, a la vez que torna sospechosa esa frase de la madre cuando dice: eres parte de mí. Como veremos más adelante este "parte de mi" caracteriza a las llamadas "madres fálicas", una de las formas de la "madre terrible" junguiana.

Ante la persistencia de Janice por tener a su hijo, sigue la consabida tanda del chantaje emocional:

Madre:
¿Cómo crees que nos vamos a sentir viéndote ir por ahí así?
Janice: Me iré de aquí.
Madre: ¡Oh, claro, muy bonito! Te hemos educado durante todos estos años y quieres irte de casa, así, sin más. Te estás comportando como una niña consentida.
Janice: ¿Quién dice que estoy equivocada?
Madre: Claro, la señorita sabe juzgar si está o no equivocada. Es la decisión más importante que has tenido que tomar. Y tiene que ser lo que tú quieras. A veces me pregunto si realmente utilizas la cabeza para pensar. Dices una cosa y yo se que no es lo que quieres. Dices que lo quieres, pero yo sé lo que es mejor. Eres mi hija, y sé exactamente lo que quieres.

Sencillamente brutal. A parte del chantaje emocional, una vez más aparece la comunicación paradójica: tiene que ser lo que tú quieres, pero lo que dices no es lo que quieres; dices lo que quieres, pero yo sé lo que es mejor, sé exactamente lo que quieres.

La anulación del criterio, la falsa moral, la imagen por encima de todo, la posesividad sobre la hija... A pesar de todo, Janice, ya mucho menos decidida, sigue diciendo: ¿pero el está aquí, o no? - señalándose el vientre -. Es entonces cuando aparece el padre, verdadero títere y guardaespaldas de la madre para decir: De buena gana te mataría. Con Janice dudando, sólo hay que acabar el proceso de aplastamiento con una dosis más de chantaje emocional a cargo de su madre: Mira como has hecho enfadar a tu padre. Y a mí. ¿No hemos hecho lo que hemos podido por ti? Hemos intentado guiarte por el camino que debías ir. ¿O no? ¿Te hemos fallado?

Cuando la resistencia de Janice cede surge entonces la conclusión de Mrs. Bailden: ¿No lo ves? Te contradices todo el tiempo. De manera parecida a David Helfgott, la historia del niño prodigio del piano llevado a la gran pantalla por Scott Hicks (Shine, el esplendor de un genio), que es presa de un padre anulador, finalmente abortará, siendo este punto el que desencadenante del "tratamiento" de una hija que suponen enferma tras un nuevo episodio de comunicación paradójica en la que Janice llega tarde en plena lluvia, acompañada de su amigo Tim (Malcom Tierney). Al llamar a casa Mrs. Bailden la recrimina: "¿Qué es esto de llegar a casa a estas horas de la mañana, despertando a la vecina con esa maldita máquina? Ya que has estado fuera tanto tiempo, puedes continuar ahí fuera." Y cierra la ventana. Janice, pensando que no la abrirá vuelve con Tim. Aguarda un tiempo, pero no baja. Sin embargo, un poco después aparece Mrs. Bailden abriendo la puerta cuando Janice ya se ha ido. Más tarde, cuando vuelve a casa, se encuentra con la actitud ignorante de sus padres, para después acusarla de lo mucho que han sufrido: "No hemos pegado ojo pensando donde estarías [...] Bajaba para abrirte y ya te habías largado tan lejos como pudiste." Presa entonces de la ira, Janice la acusa de habérsele cargado su hijo mientras la amenaza con un cuchillo. Esta escena es la desencadenante de llevarla al médico que, a su vez, la derivará a un psiquiatra poco corriente: el Dr. Donaldson.

II. EL TRATAMIENTO PSICOTERAPÉUTICO.

Janice es ingresada en un hospital donde la atenderá un psiquiatra que está introduciendo un nuevo tratamiento, más basado en la psicoterapia individual y grupal, que en el tratamiento biológico propio de la psiquiatria, el doctor Donaldson, interpretado por un verdadero psiquiatra de la nueva corriente de la antipsiquiatría, Michael Rydall. Pronto veremos distintos efectos en esta fase de la película.

1) En primer lugar, y de modo casi de documental, veremos las entrevistas que Donaldson realiza a ambos padres, descubriendo la rigidez y las razones indiscutibles e inamovibles de la madre, sostenidas por un padre que, como ya hemos dicho, no es más que un verdadero títere violento: el lado ejecutor de la violencia materna. No obstante, en la entrevista con el psiquiatra, Mr. Bailden dice de ella: Siempre creí que Vera se interponía entre Janice y yo. Y añade: cuando Janice era un renacuajo solíamos pasarlo muy bien juntos. Cuando era muy pequeña, pero de alguna manera, esto no le gustaba a Mrs. Bailden. Y también comenta que cuando era pequeña  fue ella quien les mantuvo unidos. Habla también de su excesivo puritanismo, confesando veladamente una vida sexual insatisfactoria. No obstante, concluye que "siempre ha inculcado en las niñas lo que está bien y lo que está mal en asuntos de hombres".



2) En una escena de terapia de grupo se dialoga sobre el estado de irrealidad del yo de casos como el de Janice, y siguiendo el ejemplo que vimos en Shine, el esplendor de un genio, vemos en su caso un paralelo de lo que Luis Kancyper denomina centauros, es decir, la resultante de la presión de la madre sobre Janice hace que su personalidad tenga la cabeza de la madre en su cuerpo, que simplemente ejecuta lo que su cabeza-madre dicta. Una de las participante del grupo dice acerca de esta situación:

Paciente: Dicen que piensan que soy mala, y yo creo que soy yo misma. Mi yo, yo que dicen que es autodestructivo. Son ellos [...] Ellos no saben quién soy yo. El "yo" que ellos dicen que estoy destrozando, es ellos.
Terapeuta: ¿Quieres destrozarles?
Paciente: De verdad que no los quiero en mí, No los quiero en mí. De verdad que no los quiero en mí.

Lo que la paciente quiere decir es que quiere deshacerse de unos padres que más allá de su acción externa, siguen también como resultado de una fuerte interiorización de ellos, lo que en el caso de Janice, y debido al doble vínculo practicado por la madre, deviene en un estado confusional casi permanente. Donaldson se lo dice en una de sus sesiones: Es uno de esos casos en los que no soportas un reproche de tus padres, y te molesta tanto que crees o que te vas, o haces lo que te dicen, o de nuevo te sumerges en un mar de confusión.



3) En la escena que sigue es importante observar como el doctor Donaldson intenta que Mrs. Bailden considere que aquello que ella llama "lo mejor" para su hija, quizá no lo sea para ella. Tras toda una declaración de lo que ella cree que ocurre con una juventud que ha perdido el norte y sobre la importancia de controlarla, es interesante el diálogo que se establece entre ambos, Veamos algunos momentos de dicho diálogo

Madre: A veces me tumbo en la cama por la noche y pienso que ya no volveremos a nuestro tranquilo remanso del hogar,
Donaldson: ¿Cree que es un asunto de volver al pasado?
Madre: Si, porque éramos una familia feliz. No teníamos todo este jaleo.
Donaldson: Pero están unidos. Janice quiere separarse, irse, vivir su vida.
Madre: Bueno, si cree que con esta terapia es capaz de hacerlo, la dejaré ir con mucho gusto y veré que pasa.
Donaldson: Si, pero usted tiene que ser capaz de aceptarlo, porque cuando su hija se separa, usted también debe se capaz de hacerlo.

El terapeuta intenta hacer ver a Mrs. Bailden que la separación de la que habla no afecta a Janice, sino a ella como madre. La referencia al pasado indica la dificultad para asumir por la madre que Janice crece y desea su independencia y crear su autonomía, aun al precio de equivocarse. No obstante, para una madre del tipo de Mrs. Bailden, aceptar esta separación es muy difícil, y de hacerlo nunca es de buena gana, como sucede en relación con Barbara, la hermana de Janice, quien prácticamente no soporta a sus padres a los que, en una escena muy tensa, culpa de la presión que ejercieron sobre ella y que ejercen sobre su hermana. Para este tipo de madre, el amor está aplastado por el poder, y su relación con los hijos sólo la entiende como una relación de dominio y posesión, generalmente disfrazada de sacrificio y un victimismo manipulativo. Veamos como sigue el diálogo:

Madre: De repente, de ser una chica buena, feliz en su vida...
Donaldson: Si, pero lo que usted llama "feliz", ella... ¿cree de verdad que está de acuerdo con usted?
Madre: Creí que no había nada malo en ello, hasta que...
Donaldson: ¿Sólo cuando está de acuerdo con usted piensa que no le pasa nada?
Madre: Sí, no hacía esta cosas diabólicas que hace ahora, y lo que hace ahora es diabólico.
Donaldson: Sí, pero quizás lo que llama diabólico es aquello con lo que no está de acuerdo

Nuevo apunte del terapeuta en la que indica a la madre lo que significa no estar de acuerdo con ella, el no ser como ella quiere que sea, característica de la llamada "madre fálica", que detenta a sus hijos negándoles su subjetividad y causándoles, así, serias dificultades (estragos en lenguaje psicoanalítico) que pueden derivar en el posterior desarrollo de distintos trastornos, siendo los más graves los correspondientes a las posiciones psicóticas. Continuemos con el diálogo:

Madre: Como tener un aborto. ¿Estaría de acuerdo si fuera su hija?
Donaldson: ¿Fue decisión suya?
Madre: Bueno, ¿qué más se podía hacer? Habría arruinado su vida. Y no solo soy yo la que lo dice, los que la conocen también.
Donaldson: Si, pero esta es otra cuestión, ¿no cree?
Madre: Lo que puedo decir es que todo lo que hice, lo hice por su bien. Y eso es lo que creí que era mejor. Pero no puede tener las dos cosas.
Donaldson: Nadie puede tener las dos cosas. Siento decirle que pienso que usted quiere las dos cosas. Usted quiere que sea responsable, pero también quiere que haga lo que usted quiere.
Madre: No tanto lo que yo quiero como lo que creo es mejor.
Donaldson: Es lo mismo. ¿No cree?
Madre: Quizás...
Donaldson: Porque lo que cree que es bueno, a lo mejor a ello no se lo parece.

Se nota que quien esta interpretando el papel es un terapeuta real. En este fragmento desenmascara la comunicación paradójica que la madre utiliza. Primero desvelando la contradicción entre el juicio de una hija que tiene que abortar pero que, curiosamente, no por su decisión, sino por la de su madre. Un ejemplo de la contradicción general en la que Mrs. Bailden se halla: Usted quiere que sea responsable, pero también quiere que haga lo que usted quiere. Pero tratándose de una madre fálica, la realidad que reside en su inconsciente es: si, no quiero que mi hija se haga responsable porque quiero que dependa de mí, que haga, efectivamente, lo que yo quiero. La quiero sometida a mí. De la misma manera que la consabida frase de "lo hice por su bien" no es correcta, es "lo hice por mi bien". Tampoco lo sería "es lo mejor para ella", sino "es lo mejor para mí".



Donaldson intenta ayudar a Janice en su camino  desvelando su mecanismo de defensa y a orientarla hacia el camino a encontrar. En un fragmento de terapia con ella le dice: 

De alguna forma, haciéndote la loca, aislándote del mundo, es la única manera en que puedes ser tú. Es uno de esos casos en los que no soportas un reproche de tus padres, y te molesta tanto que crees o que te vas, o haces lo que te dicen, o de nuevo te sumerges en un mar de confusión. Y debemos encontrar la manera de ayudarte a enfrentarte a ellos y no a odiarlos porque desaprueben lo que haces. Y esto lleva tiempo.

Bonita frase final aplicable a muchos casos que los terapeutas nos encontramos en nuestras consultas.

III. INGRESO PSIQUIÁTRICO Y VUELTA A LA "NORMALIDAD".

Para desgracia de Janice, el hospital donde trabajo el Dr. Donaldson no le renueva el contrato para seguir con su nuevo método de tratamiento. Intereses de la psiquiatría clásica, representada por el Dr. Carswell, y "hechos administrativos" del hospital se imponen al reconocimiento del valor que su nuevo método aporta. Así Janice se verá tratada, de repente, con medicación psiquiátrica y electroshocks. El Dr. Carswsell, quien la diagnostica esquizofrenia, le dice a sus padres:

Esta clínica es diferente, y nuestro tratamiento también lo es. Nuestro objetivo es que gente como Janice salga del hospital y pueda hacer una vida normal [...] pronto se la devolveremos.

Como si devolverla a una vida "normal" fuera volver con sus padres y trabajar en una cadena de envasado de chocolatinas. En realidad, se trata de devolver al paciente a una vida "normatizada". La realidad del mundo que vive se nos muestra cuando su amigo Tim quiere regalarle un cuadro que ha pintado. Janice no puede aceptarlo porque sus padres no lo aceptarían. Tim le muestra entonces las casas de un barrio y define muy bien dos cosas: 1) ¿En realidad es cuerdo aquello que llamamos normal? y, 2) la definición de la familia como "centros de entrenamiento." Es esa la supuesta "normalidad" para la que el Dr. Carswell recupera a Janice. 



Tim dice algo que, independientemente de las clases sociales, afecta por igual a cada clase en sus distintas formas. Y eso entronca no tanto con los padres y la familia en sí, sino con en el coste que lleva implícito la adaptación social y el peso que lo colectivo nos impone. La familia, como célula social, esta determinada por la sociedad en la que vive, y esta, inevitablemente, la transforma en el transmisor primario de sus demandas.

Bajo esas presiones, sólo es cuestión de tiempo que Janice empeore de nuevo. "¡Maldita perra! Estas loca de atar", le dice su padre, después de que con Tim pintaran de azul algunas hojas del jardín y sus enanitos decorativos, y de finalmente romper un reloj de mesa de su padre (un reloj "logrado" después de 25 años de trabajo y que el Sr, Pendegast se lo regaló), que deciden llevarla de nuevo al Dr. Carswell. Asistimos luego a la reacción de aislamiento que Donaldson indicaba a Janice. Ella quiere quedarse en el psiquiátrico porque no quiere a sus padres y no tiene a dónde ir. 

Después de incidentes cada vez más graves con sus padres, y en las que el padre la insulta y la agrede fisicamente, deciden ingresarla definitivamente en el psiquiátrico. Allí, de nuevo, ahora con la Dra. Garfield, le indican cual es el camino a seguir: "... hay que encontrar un puesto en el mundo, en la sociedad, ya sabes, hacer amistades, casarse, formar una familia." 

A partir de este momento, y tras un breve intento de rescate por parte de Tim, con la posterior denuncia de los padres exigiendo su ingreso en el hospital, Janice empeoraré inexorablemente hasta que al acabar la película, el Dr. Carswell la mostrará en una clase de medicina, diciendo a los estudiantes lo siguiente:

Para ilustrar algunas cosas que hemos explicado, he traído a una jovencita. En cierto modo, es una historia corriente: vida agradable, casa cómoda, infancia feliz, ningún síntoma de inestabilidad psíquica, hasta llegar a los 20. Desde entonces, ha tenido varios trabajos. En las observaciones de su historial clínico se incluye bloqueo mental, autismo, apatía emocional y obediencia automática. Que nosotros sepamos, no hay ninguna conexión entre los síntomas y el entorno en el que ha vivido. Vamos a hacerla pasar:

 


EN FIN... SOBRAN LAS PALABRAS.

IV. UNA REFLEXIÓN FINAL.

Uno de los motivos por los cuales se abandonó el concepto de madre - o familia, o entorno - esquizofrenógena es porque se consideró que culpabilizaba a las madres, familias o entornos. Como otros profesionales que trabajan con pacientes que sufren distintos tipos de trastornos, no comprendo porque se rechazan ciertas evidencias que muchos de nosotros hemos comprobado por el simple hecho de ser molestas. Muchos de los casos con lo que he tenido oportunidad de trabajar (trastornos psicóticos, disociativos, bipolares, trastornos de personalidad, etcétera) muestran que, más allá de los factores genéticos y neurofisiológicos que podemos invocar, no por ello podemos obviar su relación con entornos de desarrollo y crecimiento en muchas ocasiones verdaderamente enloquecedores y tóxicos, humillantes, violentos y abusivos, despreciativos, rechazadores, etcétera.  Al respecto quisiera indicar dos reflexiones:

1) Como se ha demostrado en varias ocasiones, la psicoterapia, sin oponerse al tratamiento biológico y psiquiátrico, pero no considerándolo único y exclusivo, puede aportar mucho más que la misión que a veces se le supone - bajo la hegemonía psiquiátrica - de simplemente facilitar al enfermo la convivencia con su trastorno y aportarle técnicas conductuales y psicoeducativas  que le permitan llevar su problema, individual y socialmente lo mejor posible. No obstante, los resultados obtenidos por métodos como la psicoterapia del diálogo, desarrolladas por psicólogos finlandeses, han puesto de relieve la importancia no sólo de tratar al enfermo, sino también al entorno, y como el "tratamiento" de este último beneficia al enfermo en su recuperación (ver los datos que aporté al respecto al comentar la película de Una mujer bajo influencia de Cassavetes) hasta poder prescindir de la medicación psiquiátrica (lo cual, parece ser, no es del agrado de las farmacéuticas). Francamente, la reducción de ciertos trastornos psicológicos a una cuestión "científica" meramente genética y neurofisiológica, obviando la importancia del entorno, me parece poco "científica".

2) La idea de que ciertas maneras de contemplar la enfermedad mental culpabiliza las madres, los padres o las familias me parece un punto de vista simplista que obvia el verdadero problema de fondo: la de nuestras sociedades y las demandas que implica a los individuos que la constituyen y que, de manera enloquecedora, son acompañadas, por parte de sus gobiernos e instituciones, a parte del modelo socioeconómico, de un modelo de comunicación paradójica contradictoria constante, donde se dice una cosa y se practica otra. Sociedades que, en consecuencia, implican una educación orientada no a crear individuos con capacidad crítica e inquietud social, sino a crear individuos productivos y competitivos adornado con una falsa idea de libertad. Una educación sin educación emocional, o con una mala educación emocional - y acerca de cómo impartirla habría mucho de que hablar -. ¿Y qué decir acerca de la educación emocional de los adultos para comprender un poco la psique infantil, o la psique adolescente, orientada a relacionarse con ellas para tratarlas mejor de cómo se las trata habitualmente? No son las madres no los padres ni las familias las culpables, o no exclusivamente es su responsabilidad, lo es una sociedad que tiende a crear sujetos alienados y que, consecuentemente, genera también padres alienados.