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lunes, 3 de mayo de 2021

FAMILY LIFE (Vida en familia, Ken Loach, 1971): Sobre la madre fálica, el doble vínculo o comunicación paradójica y la sociedad alienizante.

 

Family life (1971) es una de las primeras películas de Ken Loach que aborda un tema parecido 
al que comentamos recientemente en otra película de la misma época: Una mujer bajo influencia (1974) de John Cassavetes (pulsar aquí para ver entrada). Sin embargo, y a diferencia de esta, Family Life nos permite contemplar la gestación del trastorno psíquico dentro de las familias de origen. Esta película de Ken Loach, como la de Cassavetes, reflexiona sobre la importancia del entorno en la génesis del trastorno psíquico, la insuficiencia del abordaje psiquiátrico clásico, en contraposición con las ideas de la antipsiquiatria de aquellos días y las deficiencias de las instituciones psiquiátricas como los sanatorios mentales. Incluye, a su vez, distintos elementos que hemos abordado también en este blog a través de diferentes películas (Shine, el esplendor de un genio - Scott Hicks, 1996 -; Cisne negro - Darren Aronofsky, 2013 -; Aflicción - Paul Schrader, 1997 -, por citar algunas), pero la considero una de las más estremecedoras por su crudeza y por la intensidad de los personajes que la fundamentan, sostenidos por excelentes interpretaciones dentro de la peculiar manera de dirigir de Ken Loach (utiliza, por ejemplo, personas que representan más las características del personaje que busca que actores que los interpreten)..

Family Life nos narra el descenso a los infiernos de su joven protagonista, Janice Bailden (interpretada por Sara Ratclif), la pequeña de dos hermanas (la mayor ya está fuera de casa), atrapada el entorno asfixiante de una familia conservadora,  puritana y tiránica, compuesto por Mr. Bailden (Bill Dean), un padre autoritario y violento, si bien mero instrumento de la verdadera protagonista, Mrs. Bailden (Grace Cave), una madre tiránica, culpabilizadora y manipuladora que confunde constantemente a Janice para que "sea como debe ser", es decir, "para que sea como ella quiere que sea". Mrs. Bailden, con la colaboración de su esposo, se corresponde con lo que antiguamente se llamó madre, y por extensión en este caso, familia, esquizafrenógena, concepto propuesto por la psicoanalista Frida Fromm-Reichman en 1948, para describir aquellas madres, familias, o también entornos, generadores de esquizofrenia.



I. EL DOBLE VÍNCULO O COMUNICACIÓN PARADÓJICA.

La película, tras una introducción donde vemos a Janice retirada por un policía de una estación de metro por lo que considera un comportamiento extraño, parte del conflicto familiar que surge con el embarazo de Janice, y que nos propone magistralmente un ejemplo del llamado doble vínculo o comunicación paradójica, que se caracteriza por lanzar a una persona mensajes que se contradicen, o como también se dice, la paradoja como contradicción. La escena aborda la discusión basada en la voluntad de Janice de querer tener a su hijo y la oposición de sus padres. En esta escena inicial se observan ya varias cosas:

1) Los claros ejemplos de la comunicación paradójica o doble vínculo, y de como estos llevan a Janice a la confusión y a dudar de ella misma.
2) La desvalorización constante del criterio de Janice por parte de su madre de una manera fría e implacable (la actriz, una mujer sin experiencia interpretativa elegida por Loach, borda el papel).
3) Las reacciones violentas y humillantes del padre que degradan la dignidad y autoestima de Janice.

Veamos la escena:

Madre: Lo que es seguro que no lo quiere.
Janice: ¿Quién dice que no lo quiero?
Madre: Pues serías imbécil si lo quisieras.
Padre: ¿Qué hacemos? ¿Qué aborte?
Madre: Haz el favor de no mencionar esta palabra en esta casa. Es horrible, poco cristiano.
Padre: 
Janice: Entonces esto lo soluciona todo, ¿no?
Madre: El caso es que no deberías tenerlo. ¿Te das cuenta de que esto cambiará tu vida?
Janice: ¡No voy a matar a mi hijo! Está aquí, es parte de mi, no lo voy a matar.

Vemos aquí el primer ejemplo de mensaje paradójico. Por un lado la madre habla de una forma extremadamente moralizada y horrorizada sobre el aborto (deberían deshacerse de la gente que lo practica), mientras que por el otro incita a su hija a que lo haga. Como veremos, esto pone a Janice en la situación de ser una de esas personas que aborta, y a las que su madre desprecia, mientras que si no lo hace desobedece lo que sus padres le dicen. Haga lo que haga es culpable. Es importante observar, que este tipo de relación parte de la infancia, lo cual explica los posteriores efectos psíquicos que tiene sobre un individuo.


Padre:
¿Y quién eres tú para decidir? 
Madre: ¿Quién va a educar el niño¿Quién va a comprar y a pagar todo lo que necesita? ¿Te das cuenta de eso? ¿Ni siquiera sabes mantenerte a ti? ¿Imagínate a otra persona?
Janice: Ya me las arreglaré.
Madre: ¿Y cómo te las vas a arreglar? No tienes ni idea de lo que significa todo esto. Si tuvieras sentido común seguirías nuestro consejo y verías que lo que creemos es lo mejor para ti. Dices que lo quieres pero yo sé que no. Y yo sé lo que es bueno para ti. 
Janice: Cualquiera diría que puedes leer mi pensamiento.
Madre: Ya, pues pueda que lo lea, pues eres parte de mí.

Observemos en este fragmento la desvalorización del criterio de Janice tanto por parte del padre (¿quién eres tú para decidir?), como aun más, y más sutilmente, por parte de la madre, que la confronta afirmando que ella no sabe lo que realmente ella quiere y que ella si, y que el sentido común debería acoger sin duda su propuesta. Como veremos, esta es la base de otro mensaje paradójico, pues por un lado se le exige responsabilidad, y por otro se le niega constantemente su capacidad para tenerla. Por otro lado, responsabilidad es, desde el punto de vista de los padres, renunciar a tener todo criterio personal y acoger el de los padres (que saben lo que ella quiere), lo cual equivale a una verdadera renuncia de toda responsabilidad y autonomía, a la vez que torna sospechosa esa frase de la madre cuando dice: eres parte de mí. Como veremos más adelante este "parte de mi" caracteriza a las llamadas "madres fálicas", una de las formas de la "madre terrible" junguiana.

Ante la persistencia de Janice por tener a su hijo, sigue la consabida tanda del chantaje emocional:

Madre:
¿Cómo crees que nos vamos a sentir viéndote ir por ahí así?
Janice: Me iré de aquí.
Madre: ¡Oh, claro, muy bonito! Te hemos educado durante todos estos años y quieres irte de casa, así, sin más. Te estás comportando como una niña consentida.
Janice: ¿Quién dice que estoy equivocada?
Madre: Claro, la señorita sabe juzgar si está o no equivocada. Es la decisión más importante que has tenido que tomar. Y tiene que ser lo que tú quieras. A veces me pregunto si realmente utilizas la cabeza para pensar. Dices una cosa y yo se que no es lo que quieres. Dices que lo quieres, pero yo sé lo que es mejor. Eres mi hija, y sé exactamente lo que quieres.

Sencillamente brutal. A parte del chantaje emocional, una vez más aparece la comunicación paradójica: tiene que ser lo que tú quieres, pero lo que dices no es lo que quieres; dices lo que quieres, pero yo sé lo que es mejor, sé exactamente lo que quieres.

La anulación del criterio, la falsa moral, la imagen por encima de todo, la posesividad sobre la hija... A pesar de todo, Janice, ya mucho menos decidida, sigue diciendo: ¿pero el está aquí, o no? - señalándose el vientre -. Es entonces cuando aparece el padre, verdadero títere y guardaespaldas de la madre para decir: De buena gana te mataría. Con Janice dudando, sólo hay que acabar el proceso de aplastamiento con una dosis más de chantaje emocional a cargo de su madre: Mira como has hecho enfadar a tu padre. Y a mí. ¿No hemos hecho lo que hemos podido por ti? Hemos intentado guiarte por el camino que debías ir. ¿O no? ¿Te hemos fallado?

Cuando la resistencia de Janice cede surge entonces la conclusión de Mrs. Bailden: ¿No lo ves? Te contradices todo el tiempo. De manera parecida a David Helfgott, la historia del niño prodigio del piano llevado a la gran pantalla por Scott Hicks (Shine, el esplendor de un genio), que es presa de un padre anulador, finalmente abortará, siendo este punto el que desencadenante del "tratamiento" de una hija que suponen enferma tras un nuevo episodio de comunicación paradójica en la que Janice llega tarde en plena lluvia, acompañada de su amigo Tim (Malcom Tierney). Al llamar a casa Mrs. Bailden la recrimina: "¿Qué es esto de llegar a casa a estas horas de la mañana, despertando a la vecina con esa maldita máquina? Ya que has estado fuera tanto tiempo, puedes continuar ahí fuera." Y cierra la ventana. Janice, pensando que no la abrirá vuelve con Tim. Aguarda un tiempo, pero no baja. Sin embargo, un poco después aparece Mrs. Bailden abriendo la puerta cuando Janice ya se ha ido. Más tarde, cuando vuelve a casa, se encuentra con la actitud ignorante de sus padres, para después acusarla de lo mucho que han sufrido: "No hemos pegado ojo pensando donde estarías [...] Bajaba para abrirte y ya te habías largado tan lejos como pudiste." Presa entonces de la ira, Janice la acusa de habérsele cargado su hijo mientras la amenaza con un cuchillo. Esta escena es la desencadenante de llevarla al médico que, a su vez, la derivará a un psiquiatra poco corriente: el Dr. Donaldson.

II. EL TRATAMIENTO PSICOTERAPÉUTICO.

Janice es ingresada en un hospital donde la atenderá un psiquiatra que está introduciendo un nuevo tratamiento, más basado en la psicoterapia individual y grupal, que en el tratamiento biológico propio de la psiquiatria, el doctor Donaldson, interpretado por un verdadero psiquiatra de la nueva corriente de la antipsiquiatría, Michael Rydall. Pronto veremos distintos efectos en esta fase de la película.

1) En primer lugar, y de modo casi de documental, veremos las entrevistas que Donaldson realiza a ambos padres, descubriendo la rigidez y las razones indiscutibles e inamovibles de la madre, sostenidas por un padre que, como ya hemos dicho, no es más que un verdadero títere violento: el lado ejecutor de la violencia materna. No obstante, en la entrevista con el psiquiatra, Mr. Bailden dice de ella: Siempre creí que Vera se interponía entre Janice y yo. Y añade: cuando Janice era un renacuajo solíamos pasarlo muy bien juntos. Cuando era muy pequeña, pero de alguna manera, esto no le gustaba a Mrs. Bailden. Y también comenta que cuando era pequeña  fue ella quien les mantuvo unidos. Habla también de su excesivo puritanismo, confesando veladamente una vida sexual insatisfactoria. No obstante, concluye que "siempre ha inculcado en las niñas lo que está bien y lo que está mal en asuntos de hombres".



2) En una escena de terapia de grupo se dialoga sobre el estado de irrealidad del yo de casos como el de Janice, y siguiendo el ejemplo que vimos en Shine, el esplendor de un genio, vemos en su caso un paralelo de lo que Luis Kancyper denomina centauros, es decir, la resultante de la presión de la madre sobre Janice hace que su personalidad tenga la cabeza de la madre en su cuerpo, que simplemente ejecuta lo que su cabeza-madre dicta. Una de las participante del grupo dice acerca de esta situación:

Paciente: Dicen que piensan que soy mala, y yo creo que soy yo misma. Mi yo, yo que dicen que es autodestructivo. Son ellos [...] Ellos no saben quién soy yo. El "yo" que ellos dicen que estoy destrozando, es ellos.
Terapeuta: ¿Quieres destrozarles?
Paciente: De verdad que no los quiero en mí, No los quiero en mí. De verdad que no los quiero en mí.

Lo que la paciente quiere decir es que quiere deshacerse de unos padres que más allá de su acción externa, siguen también como resultado de una fuerte interiorización de ellos, lo que en el caso de Janice, y debido al doble vínculo practicado por la madre, deviene en un estado confusional casi permanente. Donaldson se lo dice en una de sus sesiones: Es uno de esos casos en los que no soportas un reproche de tus padres, y te molesta tanto que crees o que te vas, o haces lo que te dicen, o de nuevo te sumerges en un mar de confusión.



3) En la escena que sigue es importante observar como el doctor Donaldson intenta que Mrs. Bailden considere que aquello que ella llama "lo mejor" para su hija, quizá no lo sea para ella. Tras toda una declaración de lo que ella cree que ocurre con una juventud que ha perdido el norte y sobre la importancia de controlarla, es interesante el diálogo que se establece entre ambos, Veamos algunos momentos de dicho diálogo

Madre: A veces me tumbo en la cama por la noche y pienso que ya no volveremos a nuestro tranquilo remanso del hogar,
Donaldson: ¿Cree que es un asunto de volver al pasado?
Madre: Si, porque éramos una familia feliz. No teníamos todo este jaleo.
Donaldson: Pero están unidos. Janice quiere separarse, irse, vivir su vida.
Madre: Bueno, si cree que con esta terapia es capaz de hacerlo, la dejaré ir con mucho gusto y veré que pasa.
Donaldson: Si, pero usted tiene que ser capaz de aceptarlo, porque cuando su hija se separa, usted también debe se capaz de hacerlo.

El terapeuta intenta hacer ver a Mrs. Bailden que la separación de la que habla no afecta a Janice, sino a ella como madre. La referencia al pasado indica la dificultad para asumir por la madre que Janice crece y desea su independencia y crear su autonomía, aun al precio de equivocarse. No obstante, para una madre del tipo de Mrs. Bailden, aceptar esta separación es muy difícil, y de hacerlo nunca es de buena gana, como sucede en relación con Barbara, la hermana de Janice, quien prácticamente no soporta a sus padres a los que, en una escena muy tensa, culpa de la presión que ejercieron sobre ella y que ejercen sobre su hermana. Para este tipo de madre, el amor está aplastado por el poder, y su relación con los hijos sólo la entiende como una relación de dominio y posesión, generalmente disfrazada de sacrificio y un victimismo manipulativo. Veamos como sigue el diálogo:

Madre: De repente, de ser una chica buena, feliz en su vida...
Donaldson: Si, pero lo que usted llama "feliz", ella... ¿cree de verdad que está de acuerdo con usted?
Madre: Creí que no había nada malo en ello, hasta que...
Donaldson: ¿Sólo cuando está de acuerdo con usted piensa que no le pasa nada?
Madre: Sí, no hacía esta cosas diabólicas que hace ahora, y lo que hace ahora es diabólico.
Donaldson: Sí, pero quizás lo que llama diabólico es aquello con lo que no está de acuerdo

Nuevo apunte del terapeuta en la que indica a la madre lo que significa no estar de acuerdo con ella, el no ser como ella quiere que sea, característica de la llamada "madre fálica", que detenta a sus hijos negándoles su subjetividad y causándoles, así, serias dificultades (estragos en lenguaje psicoanalítico) que pueden derivar en el posterior desarrollo de distintos trastornos, siendo los más graves los correspondientes a las posiciones psicóticas. Continuemos con el diálogo:

Madre: Como tener un aborto. ¿Estaría de acuerdo si fuera su hija?
Donaldson: ¿Fue decisión suya?
Madre: Bueno, ¿qué más se podía hacer? Habría arruinado su vida. Y no solo soy yo la que lo dice, los que la conocen también.
Donaldson: Si, pero esta es otra cuestión, ¿no cree?
Madre: Lo que puedo decir es que todo lo que hice, lo hice por su bien. Y eso es lo que creí que era mejor. Pero no puede tener las dos cosas.
Donaldson: Nadie puede tener las dos cosas. Siento decirle que pienso que usted quiere las dos cosas. Usted quiere que sea responsable, pero también quiere que haga lo que usted quiere.
Madre: No tanto lo que yo quiero como lo que creo es mejor.
Donaldson: Es lo mismo. ¿No cree?
Madre: Quizás...
Donaldson: Porque lo que cree que es bueno, a lo mejor a ello no se lo parece.

Se nota que quien esta interpretando el papel es un terapeuta real. En este fragmento desenmascara la comunicación paradójica que la madre utiliza. Primero desvelando la contradicción entre el juicio de una hija que tiene que abortar pero que, curiosamente, no por su decisión, sino por la de su madre. Un ejemplo de la contradicción general en la que Mrs. Bailden se halla: Usted quiere que sea responsable, pero también quiere que haga lo que usted quiere. Pero tratándose de una madre fálica, la realidad que reside en su inconsciente es: si, no quiero que mi hija se haga responsable porque quiero que dependa de mí, que haga, efectivamente, lo que yo quiero. La quiero sometida a mí. De la misma manera que la consabida frase de "lo hice por su bien" no es correcta, es "lo hice por mi bien". Tampoco lo sería "es lo mejor para ella", sino "es lo mejor para mí".



Donaldson intenta ayudar a Janice en su camino  desvelando su mecanismo de defensa y a orientarla hacia el camino a encontrar. En un fragmento de terapia con ella le dice: 

De alguna forma, haciéndote la loca, aislándote del mundo, es la única manera en que puedes ser tú. Es uno de esos casos en los que no soportas un reproche de tus padres, y te molesta tanto que crees o que te vas, o haces lo que te dicen, o de nuevo te sumerges en un mar de confusión. Y debemos encontrar la manera de ayudarte a enfrentarte a ellos y no a odiarlos porque desaprueben lo que haces. Y esto lleva tiempo.

Bonita frase final aplicable a muchos casos que los terapeutas nos encontramos en nuestras consultas.

III. INGRESO PSIQUIÁTRICO Y VUELTA A LA "NORMALIDAD".

Para desgracia de Janice, el hospital donde trabajo el Dr. Donaldson no le renueva el contrato para seguir con su nuevo método de tratamiento. Intereses de la psiquiatría clásica, representada por el Dr. Carswell, y "hechos administrativos" del hospital se imponen al reconocimiento del valor que su nuevo método aporta. Así Janice se verá tratada, de repente, con medicación psiquiátrica y electroshocks. El Dr. Carswsell, quien la diagnostica esquizofrenia, le dice a sus padres:

Esta clínica es diferente, y nuestro tratamiento también lo es. Nuestro objetivo es que gente como Janice salga del hospital y pueda hacer una vida normal [...] pronto se la devolveremos.

Como si devolverla a una vida "normal" fuera volver con sus padres y trabajar en una cadena de envasado de chocolatinas. En realidad, se trata de devolver al paciente a una vida "normatizada". La realidad del mundo que vive se nos muestra cuando su amigo Tim quiere regalarle un cuadro que ha pintado. Janice no puede aceptarlo porque sus padres no lo aceptarían. Tim le muestra entonces las casas de un barrio y define muy bien dos cosas: 1) ¿En realidad es cuerdo aquello que llamamos normal? y, 2) la definición de la familia como "centros de entrenamiento." Es esa la supuesta "normalidad" para la que el Dr. Carswell recupera a Janice. 



Tim dice algo que, independientemente de las clases sociales, afecta por igual a cada clase en sus distintas formas. Y eso entronca no tanto con los padres y la familia en sí, sino con en el coste que lleva implícito la adaptación social y el peso que lo colectivo nos impone. La familia, como célula social, esta determinada por la sociedad en la que vive, y esta, inevitablemente, la transforma en el transmisor primario de sus demandas.

Bajo esas presiones, sólo es cuestión de tiempo que Janice empeore de nuevo. "¡Maldita perra! Estas loca de atar", le dice su padre, después de que con Tim pintaran de azul algunas hojas del jardín y sus enanitos decorativos, y de finalmente romper un reloj de mesa de su padre (un reloj "logrado" después de 25 años de trabajo y que el Sr, Pendegast se lo regaló), que deciden llevarla de nuevo al Dr. Carswell. Asistimos luego a la reacción de aislamiento que Donaldson indicaba a Janice. Ella quiere quedarse en el psiquiátrico porque no quiere a sus padres y no tiene a dónde ir. 

Después de incidentes cada vez más graves con sus padres, y en las que el padre la insulta y la agrede fisicamente, deciden ingresarla definitivamente en el psiquiátrico. Allí, de nuevo, ahora con la Dra. Garfield, le indican cual es el camino a seguir: "... hay que encontrar un puesto en el mundo, en la sociedad, ya sabes, hacer amistades, casarse, formar una familia." 

A partir de este momento, y tras un breve intento de rescate por parte de Tim, con la posterior denuncia de los padres exigiendo su ingreso en el hospital, Janice empeoraré inexorablemente hasta que al acabar la película, el Dr. Carswell la mostrará en una clase de medicina, diciendo a los estudiantes lo siguiente:

Para ilustrar algunas cosas que hemos explicado, he traído a una jovencita. En cierto modo, es una historia corriente: vida agradable, casa cómoda, infancia feliz, ningún síntoma de inestabilidad psíquica, hasta llegar a los 20. Desde entonces, ha tenido varios trabajos. En las observaciones de su historial clínico se incluye bloqueo mental, autismo, apatía emocional y obediencia automática. Que nosotros sepamos, no hay ninguna conexión entre los síntomas y el entorno en el que ha vivido. Vamos a hacerla pasar:

 


EN FIN... SOBRAN LAS PALABRAS.

IV. UNA REFLEXIÓN FINAL.

Uno de los motivos por los cuales se abandonó el concepto de madre - o familia, o entorno - esquizofrenógena es porque se consideró que culpabilizaba a las madres, familias o entornos. Como otros profesionales que trabajan con pacientes que sufren distintos tipos de trastornos, no comprendo porque se rechazan ciertas evidencias que muchos de nosotros hemos comprobado por el simple hecho de ser molestas. Muchos de los casos con lo que he tenido oportunidad de trabajar (trastornos psicóticos, disociativos, bipolares, trastornos de personalidad, etcétera) muestran que, más allá de los factores genéticos y neurofisiológicos que podemos invocar, no por ello podemos obviar su relación con entornos de desarrollo y crecimiento en muchas ocasiones verdaderamente enloquecedores y tóxicos, humillantes, violentos y abusivos, despreciativos, rechazadores, etcétera.  Al respecto quisiera indicar dos reflexiones:

1) Como se ha demostrado en varias ocasiones, la psicoterapia, sin oponerse al tratamiento biológico y psiquiátrico, pero no considerándolo único y exclusivo, puede aportar mucho más que la misión que a veces se le supone - bajo la hegemonía psiquiátrica - de simplemente facilitar al enfermo la convivencia con su trastorno y aportarle técnicas conductuales y psicoeducativas  que le permitan llevar su problema, individual y socialmente lo mejor posible. No obstante, los resultados obtenidos por métodos como la psicoterapia del diálogo, desarrolladas por psicólogos finlandeses, han puesto de relieve la importancia no sólo de tratar al enfermo, sino también al entorno, y como el "tratamiento" de este último beneficia al enfermo en su recuperación (ver los datos que aporté al respecto al comentar la película de Una mujer bajo influencia de Cassavetes) hasta poder prescindir de la medicación psiquiátrica (lo cual, parece ser, no es del agrado de las farmacéuticas). Francamente, la reducción de ciertos trastornos psicológicos a una cuestión "científica" meramente genética y neurofisiológica, obviando la importancia del entorno, me parece poco "científica".

2) La idea de que ciertas maneras de contemplar la enfermedad mental culpabiliza las madres, los padres o las familias me parece un punto de vista simplista que obvia el verdadero problema de fondo: la de nuestras sociedades y las demandas que implica a los individuos que la constituyen y que, de manera enloquecedora, son acompañadas, por parte de sus gobiernos e instituciones, a parte del modelo socioeconómico, de un modelo de comunicación paradójica contradictoria constante, donde se dice una cosa y se practica otra. Sociedades que, en consecuencia, implican una educación orientada no a crear individuos con capacidad crítica e inquietud social, sino a crear individuos productivos y competitivos adornado con una falsa idea de libertad. Una educación sin educación emocional, o con una mala educación emocional - y acerca de cómo impartirla habría mucho de que hablar -. ¿Y qué decir acerca de la educación emocional de los adultos para comprender un poco la psique infantil, o la psique adolescente, orientada a relacionarse con ellas para tratarlas mejor de cómo se las trata habitualmente? No son las madres no los padres ni las familias las culpables, o no exclusivamente es su responsabilidad, lo es una sociedad que tiende a crear sujetos alienados y que, consecuentemente, genera también padres alienados.

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